Todos los periódicos de Colombia le otorgaron ayer
lunes el espacio de su portada al proceso comicial venezolano, un signo
inequívoco de la vital importancia que ese país otorga a los asuntos
venezolanos. Lo anterior parece ser una perogrullada, ya que es más que
conocida la relación estrecha que históricamente han mantenido las dos
naciones, pero hay que subrayar que en estas particulares horas, Venezuela se
ha tornado un tema de enorme trascendencia para los colombianos.
No solo es nuestro país el que ha dado cabida en su
territorio al mayor número de sus nacionales Es el país del mundo, después de
la potencia americana, que ha mantenido las más dinámicas y las más benéficas
relaciones comerciales y de negocios con la tierra neogranadina.
La nuestra es una relación de paradojas: somos la
nación que le ha abierto las puertas a la narco-guerrilla para su operación
desde este lado de la frontera, pero somos uno de los pocos países que les
acompaña en la mesa que negocia la paz con la insurgencia.
Hemos
acudido a Colombia para surtir nuestros anaqueles con productos de calidad para
alimentar el pueblo durante décadas, pero hemos cerrado la frontera y detenido
los intercambios en los momentos de peores penurias alimentarias.
Hemos hecho causa común con las causas colombianas
en foros y organismos internacionales, pero nos hemos voluntariamente
desterrado del más sólido y productivo esfuerzo de integración económica que se
haya gestado en el continente, el Pacto Andino.
Los hemos transformado en artífices de muchas de
nuestras falencias, cuando nuestros presidentes han acusado a los mandatarios
vecinos de colaborar con el Imperio en la guerra económica que socava nuestra
economía, pero estos son los mismos
que estrechan vigorosamente sus manos,
como hermanos irredentos, ante los atónitos ojos de la humanidad.
Hemos importado lo mejor de su mano de obra y les
hemos cedido los mejores expertos de nuestra industria petrolera. En este lado
se baila cumbia y en aquel se animan con los ritmos gaiteros. Ambos comemos
patacones y arepas y en los dos lados creemos que Alma Llanera es una
composición musical propia .
En síntesis, una relación íntima y turbulenta, difícil
de mantener y aún más difícil de
discernir, pero , en medio de todo tenaz e indisoluble.
Por eso nadie mejor que los vecinos para querer
nuestra paz y aspirar a la estabilidad venezolana. También nadie mejor para
entendernos, para deplorar nuestros errores y para desear que la pro-actividad
constructiva de la relación se restablezca.
Esa es la otra tarea que esta Venezuela nueva debe
emprender más temprano que tarde.
Beatriz De Majo
bdemajo@gmail.com
@beatrizdemajo
Miranda - Venezuela
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