Todos tenemos nuestra
sombra divina o heroica, que nos cubre con sus alas de protección como ángeles
guardianes” Simón Bolívar
Hace 53 años
Venezuela retornó al régimen constitucional, después de una década dictatorial.
El "nuevo estado democrático" se inauguró con una Constitución de la
República aprobada en el año 1961, desnaturalizada años más tarde por "quienes proclamaron
a los cuatro vientos el nacimiento de una mal llamada revolución bolivariana”,
la cual a 17 años de haberse instaurado a mala hora en nuestro país, sufrió un
gran descalabro en las elecciones parlamentarias del pasado domingo,
circunstancia que favorece a quienes a partir de ahora tendrán la gran
responsabilidad de enderezar el entuerto, que transfiguró la verdadera esencia
de la democracia.
Desde el mismo
momento que asuman sus responsabilidades los nuevos diputados, la Asamblea
Nacional no solo deberán controlar al poder Ejecutivo, sino también legislar,
interpelar a ministros, aprobar presupuestos sin el bozal de la centralización,
controlar los poderes secuestrados, entre otros, Fiscalía General de la
República, Contraloría General de la Nación, Defensoría del Pueblo. Consejo
Nacional Electoral y eliminar cientos de cargos en la administración pública:
Viceministros, asesores y demás, cuya onerosa carga burocrática origina un
desmesurado gasto, sumado al número de empleados públicos que en los 17 años de
la revolución socialista, bolivariana y marxista y por ende comunista, aumento
de 1.millón 200 mil a 2 millones 378 mil.
El cambio tan ansiado
que el pueblo venezolano esperaba con desesperación, ante la grave crisis que
día a día va creciendo desmesuradamente, compromete a estos nuevos
parlamentarios a legislar con responsabilidad, sin defraudar la fe y confianza
de sus electores, a trabajar arduamente en procura de la pronta recuperación social, económica y ética, para lograr las
necesarias transformaciones que permitan alcanzar con éxito este propósito, en
momentos en los que el país nacional se halla estancado en los vericuetos de la
crisis moral, que produce la desunión e inequidad, por la indolencia, ineptitud
e incapacidad de quienes se enquistaron en el poder y abusaron del mismo.
Están obligados
consigo mismo y con la Patria, a recuperar el estado de derecho a fin de evitar
se sigan destruyendo nuestros genuinos valores, desnaturalizados por el voraz
apetito de hombres y mujeres que con sus blasones socialistas, los extinguieron
y convirtieron a la nación en un territorio que de la bonanza pasó a la miseria
más inaudita, que llevó a millones de venezolanos a hacer frente a tan insólita
situación por culpa de un gobierno (¿), que pese a los ingentes recursos
provenientes de la renta petrolera, desatendió las necesidades de un pueblo que
comenzó a palpar la ineficiencia e indolencia de quienes manejan los destinos
del país, más ávidos de propalar nacional e internacionalmente las “bondades”
de la tan mentada revolución socialistas del siglo XXI, que de cumplir con las
promesas propuestas en la campaña electoral, que el propio Hugo Chávez repitió
una y mil veces en su propuesta para transformar a Venezuela, en el marco de la
llamada revolución democrática.
Chávez planteó la
transformación del marco institucional, para “sacar al país de la situación
crítica en la que se encontraba, mediante la participación de actores
políticos, económicos y sociales, con el fin de acabar con el dominio de las
cúpulas de los partidos políticos tradicionales, que controlan los diferentes
poderes del Estado”, entre otras cosas. Y durante los 15 años que estuvo al
frente del poder, la ausencia de políticas públicas condujo al país a una de
las severas crisis que haya experimentado desde el nacimiento de la República y
su hijo putativo y heredero Nicolás Maduro empeoró la situación, al grado
extremo de que el país se encuentra endeudado e hipotecado. Y los poderes del
Estado que en la llamada IV República jamás estuvieron tutelados por el poder
ejecutivo, hoy en día se encuentran secuestrados y sumisos a las órdenes del
inquilino de Miraflores.
El Comandante
supremo, como lo invocan sus acólitos,
hizo énfasis en los principios de
justicia social, para que se hagan efectivos “los derechos y garantías
establecidos por los tratados, acuerdos, convenciones y pactos internacionales
sobre Derechos Humanos”, pero más pudo su soberbia y prepotencia en el poder,
porque a escasos dos años comenzó a insultar, agraviar, humillar y amenazar a
sus oponentes políticos, situación que hoy día se ha agravado, tal como lo
demuestra la prisión y condena de Leopoldo López y el encarcelamiento de Antonio Ledezma y
Daniel Ceballos, y la de un centenar de
estudiantes, amén de 3.000 personas que fueron detenidas por protestar desde el
2014 hasta la presente fecha, de los cuales, 75 se han convertido en presos
políticos del gobierno de Nicolás Maduro. Otras 2.055, no permanecen tras las
rejas pero sí con medidas cautelares que incluyen prohibición de salida del
país, declaraciones periódicas en tribunales y otras limitaciones de carácter
público. ¿Es esta la “revolución democrática” de la que tanto hacen gala
quienes se ufanan de ser amantes de la paz y de los derechos humanos?
Un paso firme para
iniciar este cambio debe estar orientado a fortalecer la aplicación de la
verdadera democracia, que es la forma de gobierno en el que las decisiones se
adoptan por mayoría, que actúa como la totalidad, pero que, no siéndolo, ha de
respetar los derechos de las minorías. A lo largo de la historia, se ha
constatado que los gobiernos que alardean de trabajar por el pueblo, optan por
el populismo y el clientelismo, que conlleva a la nefasta práctica del
paternalismo, que en lugar de motivar la creatividad del pueblo por encontrar
sus propias soluciones, crean verdaderos ejércitos de gente sumisa y perezosa
convertidos en mendigos, que se acostumbran a recibir dádivas de los gobiernos.
El caso venezolano es más que patético, cobijado hipócritamente con los
llamados programas sociales del gobierno socialista, bolivariano y marxista.
La llamada
“revolución democrática” se halla fosilizada, y se ha convertido en un arroz
con mango, en la que no existe una doctrina propia, sino la vulgar ideologización
de quienes se prestan a aplaudir las bufonadas de sus amos, en templetes en los
que el inquilino de Miraflores, baila, canta y hasta silva imitando al ave que
dice ser mensajera de su amado comandante, al que grotescamente pretende hasta
imitar, ignorando que en el cenáculo revolucionario, bolivariano y
marxista abundan los escorpiones, como lo afirmara en cierta ocasión un
fallecido fundador y militante del PSUV.
El veneno más pronto que tarde aparecerá en el escenario, tras la
aplastante derrota sufrida el pasado domingo, con la cual se evitó la
eternización en el poder de quienes se burlaban de la tragedia de nuestro
pueblo y hablaban de dignidad, pues convirtieron la auténtica democracia en una
simple, grosera, chabacana y tosca democracia de tarima y tediosas cadenas
televisivas y radiales.
Se acabó la
mediocridad y para dar el primer paso,
las nuevas autoridades del Poder Legislativo deberán comenzar reconociendo sus
propias capacidades, para iniciar el largo y esforzado camino de la superación
y excelencia, para que tan dura batalla sea ejecutada por líderes éticos que se
empeñen en crear una nueva sociedad, más justa, equilibrada, sana y despojada
del odio, venganza, insulto, atropello y descaro de sus predecesores.
Carlos E. Aguilera A.,
careduagui@yahoo.com
@_toquedediana
Miembro fundador del Colegio Nacional de Periodistas (CNP-122)
Aragua - Venezuela
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