jueves, 21 de enero de 2016

ANTONIO PÉREZ ESCLARÍN, PEDAGOGÍA DEL DIÁLOGO

El  pasado 6 de diciembre, los venezolanos votamos masiva y cívicamente por la democracia, el bienestar, la convivencia pacífica y la solución de los gravísimos problemas que padecemos como la escasez, la inflación, la inseguridad, la corrupción y la violencia. Esperamos que los líderes políticos de ambos bandos sepan leer apropiadamente los acontecimientos,  estén a la altura del pueblo, piensen más en Venezuela que en sus intereses individualistas o partidistas,  y se dediquen no a enfrentarse entre ellos, sino a enfrentar los problemas mediante el diálogo y la negociación.

El diálogo implica búsqueda permanente, creación colectiva; supone problematizarse, poner en duda las propias seguridades, analizar los resultados más que las intenciones, hacerse preguntas. El diálogo sólo es posible en un ambiente de respeto, confianza, sinceridad,  escucha y humildad, para reconocer que nadie es dueño absoluto de la verdad, sino que  la verdad se va haciendo y construyendo en el compartir de ideas, reflexiones, propuestas  y experiencias.

No es fácil dialogar pues el diálogo verdadero es una práctica no exenta de conflictos,ya que no suele establecerse desde las coincidencias, sino desde las opiniones, puntos de vista, valoraciones y proyectos diferentes. De ahí que la pedagogía del diálogo debe también asumir la pedagogía del conflicto y la negociación, como medios para superar las diferencias y construir acuerdos básicos para la acción colectiva. Para gestionar pedagógicamente  los conflictos, hay que vivirlos en términos de lealtad y de disponibilidad a la autocrítica, para así superar los prejuicios y suposiciones. La autocrítica, tanto individual como colectiva, es una maravillosa estrategia de crecimiento. Ella nos puede liberar del conformismo, la soberbia y la mediocridad. Sólo los que son capaces de autocriticarse tienen derecho a criticar.

Para que el diálogo sea fructífero, hay que romper las barreras mentales y conductuales de los que dialogan. No hay posibilidad de diálogo desde la rigidez en las maneras de pensar, y desde la altanería y el desprecio del otro. De ahí la necesidad de fomentar cambios de actitudes en los políticos que deben comprender que la política es el arte de conciliar las diferencias, mediante una palabra sincera y respetuosa, abierta a la escucha y el silencio,  teniendo siempre en el horizonte el bien común.

El diálogo requiere de una serie de condiciones: fe en el otro, a quien se considera conciudadano, capaz de escuchar y  aportar, que defiende con fuerza sus puntos de vista pero  tiene la disposición a modificarlos en procura del bien común; esperanza de que es posible cambiar y superar los problemas, abandonando las prácticas y propuestas que han demostrado su ineficacia, pues como decía Einstein, “no hay mejor prueba de imbecilidad que esperar resultados diferentes haciendo siempre lo mismo”;  y amor, para superar los prejuicios e involucrarse en una relación afectiva con el otro pues el diálogo es algo más que intercambio de opiniones y propuestas. El diálogo no es sólo sobre algo, sino fundamentalmente con alguien, un conciudadano, a quien no le puedo negar de entrada buena voluntad y deseos de aportar soluciones.

El diálogo se opone por igual a todo tipo de autoritarismo de los que, por creerse poseedores de la vedad, acaparan la palabra y la transmiten e imponen para que sea repetida; y a las diferentes formas de populismo y mesianismo que, hablando supuestamente en nombre del pueblo, le impiden expresar su propia voz y desarrollarse como sujetos autónomos.

Antonio Pérez Esclarín
pesclarin@gmail.com
@pesclarin    

Zulia - Venezuela      

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