En 1968, el candidato
oficialista de Acción Democrática (AD), Gonzalo Barrios, perdía la elección
presidencial por una diferencia de apenas 30 mil votos frente a Rafael Caldera.
En medio de dudas y presiones, Barrios, respaldado por Rómulo Betancourt, líder
histórico del partido, aceptó el resultado con una frase aleccionadora:
“Prefiero una derrota dudosa antes que una victoria sospechosa.” En las
elecciones presidenciales de 1978, el candidato de AD, Luis Piñerúa Ordaz, fue
derrotado por el opositor Luis Herrera Campíns. Ante el infortunio, Betancourt
serenamente reaccionó con una sencilla exclamación: “¡We will comeback!” Y así
fue, su partido pasó a la oposición y ganó las siguientes elecciones.
Rómulo Betancourt valoraba
más la alternabilidad que la continuidad en el poder, incluida la de su propio
partido; concebía el cambio de actores como renovado oxígeno para la
preservación de la institucionalidad democrática. Un principio que con sentido
estricto aplicó hasta consigo mismo, cuando en 1973, teniendo el camino abierto
para volver a la Presidencia, cedió la oportunidad a otros lideres de su propio
partido. Por sobradas razones, Betancourt es la figura emblemática de la
democracia en nuestro continente.
Lamentable el contraste de
aquellos lideres con los personajes que hoy escenifican un estropicio pueril y
tramposo ante una convincente derrota, más que justificada por años de
desmanes, desaciertos y corrupción. En
las propias filas del chavismo, voces sensatas, preocupadas por el futuro de su
partido político, llaman a sus dirigentes a reconocer el fracaso y corregir el
rumbo. Pero no obtendrán respuesta: al timón están el aventurerismo y la
ignorancia.
Ramon
Peña
ramonpen@gmail.com
@ramonadrian42
Caracas
- Venezuela
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