martes, 23 de febrero de 2016

JUAN JOSE MONSANT ARISTIMUÑO, SIN UNA GOTA…

El sentimiento de aprensión debe ser desolador. Verse rodeado de agua por todas partes  y no poder tomar un largo baño para quitarse el salitre de la piel, unido con el sudor de la jornada, lavar los platos  que se van amontonando en el fregadero, o regar lo que va quedando del jardín que antes exhibía tallos desbordantes de la Vara de San José, que se repetía por la vía de Paraguachí ante el sagrado Guayamurí, y a un lado el mar Caribe. ¿Qué otra cosa puede pedir un margariteño para ser feliz y sentirse naturaleza? Quizá que le dejen en paz en su bucólico andar.

La primera vez que fui a Margarita fue a inicios de los sesenta, terminando bachillerato, y el padre de un compañero, Félix Palacios Cruz, nos facilitó a su hijo y a mí la dirección de su compadre para que nos atendiera. Ese compadre era el famoso Cachicato, con un rancho bien montado frente al mar en la vía del Bellavista. 28 bolívares, nos costó la botella de Buchanan´s, servida con tostones y guacucos en salsa rosada, acompañados de chistes y exageraciones del anfitrión. Nos facilitó un auto para que nos moviéramos por la isla, y camino a Juan Griego solo un par de carros se nos cruzaron. Visitamos también al legendario Juan Ávila quien nos mostró sus perlas derramadas sobre un terciopelo rojo bordeaux.

Por supuesto todo eso desapareció entre la zona franca, el Guamache, las autopistas, centros comerciales, casinos, bares y la sobrepoblación que se instaló en forma permanente huyendo de la barbarie de tierra firme. Sobre quinientas mil  personas en estos últimos 17 terribles años de nuestra historia.
         
Entonces ¿cómo no pasar sed, dejar morir las trinitarias y las varas de San José, si a esa aglomeración de barrios, hoteles, casinos, bares y restaurantes
no llega el agua de tierra firme ni los embalses funcionan?  No llega porque el Socialismo del siglo XXI no tuvo tiempo para ocuparse de las turbinas de nuestras represas, ni  reparar los dos acueductos que presentan fugas que se derraman en el océano.
      
Margarita tiene importantes embalses, hoy abandonados, que se construyeron por inciativa de Jóvito Villaba cuando ejercía como senador y Medina Angarita fuere presidente, por allá en los años cuarenta. Esos embalses existen: el de Asunción, Macanao, Juan Bautista, Valle 80 y Valle del Espíritu Santo, uno de ellos a punto de ser capturado por un particular que corre sus linderos.

Lo que hay es irresponsabilidad e insensibilidad hacia el pueblo margariteño, el de Coche y Cubagua. Bastaría con un poco de amor de patria y respeto, para rescatar  esos embalses que están allí, a la espera; para reparar con urgencia los acueductos  que pierden minuto a minuto, en las aguas del Mar Caribe, el 70 % del agua potable que transporta desde tierra firme. Finalmente una interrogante ¿por qué ese afán de llevarnos al Cuarto Mundo?

Juan Jose Monsant Aristimuño
jjmonsant@gmail.com
@jjmonsant
El Salvador

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