El sentimiento de aprensión debe ser
desolador. Verse rodeado de agua por todas partes y no poder tomar un largo baño para quitarse
el salitre de la piel, unido con el sudor de la jornada, lavar los platos que se van amontonando en el fregadero, o
regar lo que va quedando del jardín que antes exhibía tallos desbordantes de la
Vara de San José, que se repetía por la vía de Paraguachí ante el sagrado
Guayamurí, y a un lado el mar Caribe. ¿Qué otra cosa puede pedir un margariteño
para ser feliz y sentirse naturaleza? Quizá que le dejen en paz en su bucólico
andar.
La primera vez que
fui a Margarita fue a inicios de los sesenta, terminando bachillerato, y el
padre de un compañero, Félix Palacios Cruz, nos facilitó a su hijo y a mí la
dirección de su compadre para que nos atendiera. Ese compadre era el famoso
Cachicato, con un rancho bien montado frente al mar en la vía del Bellavista.
28 bolívares, nos costó la botella de Buchanan´s, servida con tostones y
guacucos en salsa rosada, acompañados de chistes y exageraciones del anfitrión.
Nos facilitó un auto para que nos moviéramos por la isla, y camino a Juan
Griego solo un par de carros se nos cruzaron. Visitamos también al legendario
Juan Ávila quien nos mostró sus perlas derramadas sobre un terciopelo rojo
bordeaux.
Por supuesto todo eso
desapareció entre la zona franca, el Guamache, las autopistas, centros
comerciales, casinos, bares y la sobrepoblación que se instaló en forma
permanente huyendo de la barbarie de tierra firme. Sobre quinientas mil personas en estos últimos 17 terribles años
de nuestra historia.
Entonces ¿cómo no pasar sed, dejar
morir las trinitarias y las varas de San José, si a esa aglomeración de
barrios, hoteles, casinos, bares y restaurantes
Margarita tiene importantes embalses, hoy
abandonados, que se construyeron por inciativa de Jóvito Villaba cuando ejercía
como senador y Medina Angarita fuere presidente, por allá en los años cuarenta.
Esos embalses existen: el de Asunción, Macanao, Juan Bautista, Valle 80 y Valle
del Espíritu Santo, uno de ellos a punto de ser capturado por un particular que
corre sus linderos.
Lo que hay es
irresponsabilidad e insensibilidad hacia el pueblo margariteño, el de Coche y
Cubagua. Bastaría con un poco de amor de patria y respeto, para rescatar esos embalses que están allí, a la espera;
para reparar con urgencia los acueductos
que pierden minuto a minuto, en las aguas del Mar Caribe, el 70 % del
agua potable que transporta desde tierra firme. Finalmente una interrogante
¿por qué ese afán de llevarnos al Cuarto Mundo?
Juan Jose Monsant
Aristimuño
jjmonsant@gmail.com
@jjmonsant
El Salvador
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