La decisión del TSJ de validar el Decreto de
Emergencia Económica propuesto por el presidente de la República, Nicolás
Maduro, y que había sido rechazado por la AN, me trae a la memoria una frase de
un son entonado por Carlos Puebla (canta autor cubano, 1917-1989) en los
inicios de la revolución cubana. Disculpe, amigo lector, el tono irónico, pero
creo que este parafraseo recoge el sentido político e histórico del momento
actual: “aquí pensaban seguir jugando a la democracia, pero llego el TSJ y
mandó a parar”.
Bueno, vamos a explicar esta afirmación. Evitemos
interpretaciones sesgadas. Lo que intento subrayar es lo siguiente. Las
actuaciones del TSJ y la crisis económica terminal que estamos padeciendo
exigen, a la dirección política opositora, poner en práctica un ejercicio de
imaginación democrática.
La contienda política no se juega exclusivamente al
interior de los “aparatos” del estado socialista. Desde luego, la presencia del
factor democrático en estas instituciones es vital. Es un terreno de lucha.
Pero no es el único campo para ejercitar la oposición a este régimen. La
decisión de TSJ es harto reveladora. Su mensaje es claro. Para revertir la
voluntad antidemocrática del madurismo se requiere acompañar las batallas
jurídicas con la presencia cívica de la gente en las calles.
Si se quiere, “la calle” pudiera asumirse como un
ejercicio de pedagogía democrática. ¿En qué sentido? Por un lado, la “salida” a
los espacios públicos serviría para comprometer al liderazgo opositor
(gobernadores, alcaldes, concejales, diputados,
rectores universitarios, entre otros) con una estrategia de gran aliento
popular y, por el otro, las consignas, afiches, pancartas etc., deberían
expresar la construcción de una nueva narrativa que sustituya a la socialista.
La combinación de estas dos formas de expresión política (la legislativa y
cívica popular) resultarían imbatible y apresuraría cualquier solución al
actual impasse político.
Voy a detenerme en un aspecto que he denominado
nueva narrativa política. Soy de quienes sostienen que, con grado de
variaciones, en el país ha predominado hegemónicamente una concepción de la
nación y su realidad política ampliamente compartida por los diversos actores
que hacen vida en el escenario político. “Narran” el acontecer diario a través
de párrafos parecidos (nacionalismo, sustitución de importaciones, políticas de
acento distribucionistas, invocación
abstracta al sujeto pueblo, centralismo, etc.), Este relato, en su versión
democrática y socialista, resulta insuficiente para explicar y formular salidas
a la actual crisis orgánica que atraviesa el país.
Venezuela se encuentra en una fase de naturaleza
terminal. ¿Fin de época? ¿Inicio de un nuevo tiempo político? Las respuestas a
estas interrogantes hay que construirlas. Lo cierto es que el país se encuentra
frente a una coyuntura de extrema fragilidad. Los cimientos de la “vieja”
Venezuela, tras diecisiete años de socialismo, están cediendo en forma
apresurada. Y, los viejos relatos que fueron útiles en el pasado, son inútiles
para aportar respuestas a esta crisis terminal y catastrófica que estamos
padeciendo.
Retomemos el significado de esta última decisión de
TSJ validando el Decreto de Emergencia Economía elaborado por el ejecutivo y
que desconoce la voluntad expresada por
la mayoría de la Asamblea Nacional. ¿Agotamiento del dialogo como mecanismo
para llegar a formular acuerdo? Pareciera que esta es la situación a la que se
enfrenta la oposición democrática. Para el oficialismo, “la revolución no se
negocia”. En pocas palabras, no hay espacios para rectificaciones, sino para
enfrentamiento y la ingobernalidad.
Me parece, ojala me equivoque, que tiene cierto
contenido de veracidad el encabezamiento de este escrito: “Aquí pensaban seguir
jugando a la democracia, pero llego el TSJ y mandó a parar”
Sin lugar a dudas, la política es así
Nelson Acosta
Espinoza
acostnelson@gmail.com
@nelsonacosta64
Carabobo - Venezuela
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