La periodista Gloria
Bastidas escribió esta semana: “El chavismo que prometió una ‘Edad de Oro’,
produjo en cambio una ‘Edad de Penuria’”. Una afirmación sustentada en hechos
irrefutables, que evoca la sapiencia de Don José Ortega y Gasset, cuando en un
esclarecido ensayo, Mirabeau o el político, publicado en 1927, escribía: “El
revolucionario es lo inverso de un político, porque al actuar, obtiene lo
contrario de lo que se propone. Toda revolución, inexorablemente provoca una
contrarrevolución. El político es el que se anticipa a este resultado, y hace a
la vez por sí mismo, la revolución y la contrarrevolución.”
En Venezuela, por
cumplir con ese axioma del filósofo madrileño, la revolución murió y ya está
redactado su certificado de defunción. Ocurrió todo lo contrario a lo
prometido, a su razón de ser: acabar con la pobreza, erradicar la corrupción,
alcanzar la independencia económica, reducir la burocracia, etc. Murió también
su ideólogo – y quizás su memoria tampoco sobreviva por mucho tiempo-
y solo quedan sus viudas y viudos, que, temerosos de tener que pagar una
gruesa factura de fechorías y abusos, lanzan hoy, desordenadamente, garrotazos
estentóreos.
Hace algunos años, en
la hermosa ciudad de Samarkanda, leímos en el mausoleo de Tamerlán –el gran
conquistador mongol- su epitafio que rezaba: “Deja el mundo antes de que el
mundo te rechace”. Un mensaje escrito a la medida para nuestro Golem gobernante
y su corte. Todavía están a tiempo de dejar, no el mundo, pero sí el poder,
antes de que el país entero los impugne. Si pensaran en su propio futuro,
entenderían que se pasó el tiempo de la revolución, que ya es hora de volver a
la política.
Ramon Peña
ramonpen@gmail.com
@ramonadrian42
Caracas – Venezuela
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