miércoles, 30 de marzo de 2016

NARCISO GUARAMATO PARRA, NO HAY MAL QUE DURE

Para serles sincero estoy asustado. La crisis económica y social que estamos viviendo está alcanzando niveles inaguantables.

La confiscación masiva  a nuestros ingresos mediante la inflación, cada día nos empobrece más. Las personas que como yo dependemos de un ingreso fijo, no tenemos forma de defendernos, somos simples espectadores de la pérdida de nuestro poder  adquisitivo y por ende,   la pérdida de nuestra calidad de vida.
Aunque el gobierno ha realizado ajustes al sueldo mínimo pretendiendo que este sirva de referencia, estos se han visto insuficientes para compensar el aumento de los precios, los cuales según información oficial del Banco Central de Venezuela en el año 2015 se elevaron un 180,9%, variación muy superior a la aplicada al sueldo mínimo. según los datos proporcionados por el Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas), la canasta básica alimentaria aumentó a 176 mil 975 bolívares en febrero de 2016, más de 15 salarios básicos ( Bs.11.577). Lo que actualmente una familia de 5 personas gasta en una cena ligera (pan, queso, jamón y jugo), hasta hace poco equivalía al gasto en un mercado quincenal
Todo el que puede, en especial los trabajadores independientes: electricistas, mecánicos, plomeros, Etc., ajustan el valor de sus servicios (tiemblo cada vez que algún artefacto se me daña en la casa) estimulando la inflación..
Por mucho que haya leído sobre los fenómenos inflacionarios en Argentina, Brasil o Bolivia, nunca pensé que iba a experimentar en carne propia las nefastas consecuencias de tan devastador problema.
El asunto se agrava si le sumamos el problema de la escasez. Mi esposa le dedica hasta 8 horas diarias, cuando le toca, a hacer colas sin garantía de poder adquirir algún producto. En esta situación han servido de mucha ayuda las redes  sociales, donde se intercambian información sobre la existencia de productos en los supermercados de la localidad, Es importante destacar la dificultad de conseguir proteínas, afectándose la nutrición de la familia. Comemos lo que podemos no lo que queremos
Sufro una enfermedad bastante incapacitante pero que responde satisfactoriamente a tratamiento farmacológico, pero no se consiguen las pastillas, están desaparecidas del mercado local, tengo a toda (literalmente) mi familia buscándolas, y no se consiguen o cuando aparece alguna cantidad en alguna farmacia desaparecen rápidamente de los estantes, y mientras tanto, la salud decayendo.
Si esta situación por si sola es traumática, hay que agregarle el problema de la delincuencia, Yo vivo desde hace 20 años en una de las ciudades dormitorio que forman la Gran Caracas. Cuando me mudé este era un oasis de tranquilidad pero se ha vuelto el paraíso de la delincuencia, Todos los días se reportan entre 2 o  3 asaltos (número que aumenta si adicionamos los que no se reportan) a peatones por motorizados armados (generalmente están en pareja). A los tradicionales robos de celulares y carteras, se le ha sumado el robo de comida. Da temor salir de  la casa y ya uno tiene que andar en harapos para no llamar la atención de los delincuentes. Se ha generado un nuevo trauma, uno tiembla si escucha una moto detrás de uno.
Entre la inflación y la delincuencia  estoy con los pelos de punta y sé que es un sentimiento generalizado, solo espero que esta situación pase rápidamente. No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo aguante.
Narciso Guaramato Parra
nguaramato@gmail.com
@guaramatoparra
Miranda - Venezuela 

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