Cuando el pueblo de
Tumeremo tomó las calles y las carreteras aledañas para protestar por la
desaparición de 28 mineros, la respuesta del gobernador Francisco Rangel Gómez
fue de un desprecio indignante e impúdico. Negó el hecho atribuyéndolo a una
maniobra opositora. El Gobierno Nacional se alineó con su postura. Diosdado
Cabello habló de un nuevo invento fraudulento de los enemigos del Gobierno. La
cúpula oficial no se conmovió ante la tragedia. La gente ni siquiera exigía
detener a los culpables, solo pedía que devolvieran los cuerpos de los
desaparecidos para, como en El hijo de Saúl, darles una digna sepultura.
Para modificar la incuria del
oficialismo se combinaron varios factores: la persistencia de la protesta
popular, la denuncia de los diputados Américo De Grazia y Andrés Velásquez, y
la presencia en Tumeremo de los valientes periodistas de diversos medios de
comunicación, quienes registraron testimonios a través de entrevistas a
familiares y amigos de los desaparecidos. Las contundentes declaraciones y la firmeza de la población obligaron al
oficialismo a girar su postura. De la represión abierta y brutal de la Guardia
Nacional Bolivariana y la militarización de la zona, pasó a considerar la
posibilidad de que, en efecto, se hubiese producido la desaparición forzada de
los mineros, debido a que en el área operan bandas delictivas asociadas con la
extracción y comercialización del oro, hecho que se conoce desde hace décadas,
cuando los garimpeiros se apropiaron del
terreno. Apareció el nombre de “El Topo”, pran que domina la región, aunque no
de forma exclusiva, como eventual responsable de la matanza.
Acorralados por la presión ejercida
desde distintos flancos, incluida la Asamblea Nacional que designó una comisión
presidida por De Grazia para investigar los hechos, y por la solidez de los
testimonios, el régimen se vio obligado a abocarse al examen de lo sucedido.
Aparecieron la Fiscalía General de la República y la Defensoría del Pueblo.
Alguien debe de haberle dicho a Rangel Gómez que se callara y no siguiera
metiendo la pata, ni dejando en ridículo a un gobierno que no puede darle ni
agua ni luz al estado Bolívar, donde circulan el Orinoco y el Caroní, los dos
ríos más caudalosos del país, y se encuentra el Guri.
Se cumplieron los lúgubres vaticinios
de familiares y amigos: los cadáveres aparecieron en una fosa común. Maduro,
siempre extraviado y elusivo, con su eterno afán de buscar culpables donde no
se hallan, acusa sin ninguna prueba que lo apoye a grupos paramilitares
vinculados con la oposición. Todo el mundo sabe que bandas apertrechadas con
armas de guerra depredan el ambiente y operan libremente por esos territorios
desde hace décadas. La GNB se hace la desentendida, cuando no la socia directa
y activa de los irregulares.
La desidia, insensibilidad y corrupción
de los rojos han quedado de nuevo al descubierto. Todo episodio que se sale de
la rutina cotidiana los toma de sorpresa. Son incapaces de anticiparse a los
acontecimientos a pesar de poseer la información que les permite ser
precavidos. Los únicos recursos a los cuales apelan son la acusación a priori
de la oposición, el chantaje y la amenaza. A los familiares de las víctimas les
prohibieron reunirse con los parlamentarios de la bancada democrática y con los
periodistas. En un contexto tan inseguro como el que prevalece en Tumeremo, los
fiscales que iniciaron el estudio del caso revelaron la identidad de uno de los
sobrevivientes de la masacre. ¡Difícil mayor signo de estupidez!
La cortina de humo que el Gobierno
tendió alrededor de la escabechina no le sirvió para ocultar la brutalidad de
los hechos, ni el desamparo en el que se encuentran el territorio y la
ciudadanía en el sureste de Venezuela. La GNB se esmera cuando reprime a los
estudiantes o al pueblo desarmado, pero se extingue (o se alía con los
delincuentes) cuando debe proteger el habitad y la gente.
En esta oportunidad las pruebas de la
carnicería fueron mostradas gracias al coraje de la gente de Tumeremo y del
resto de los factores que le impidieron al Gobierno escamotear la verdad. Ahora
la lucha habrá que concentrarla en la búsqueda de los culpables.
Trino
Marquez Cegarra
trino.marquez@gmail.com
@trinomarquezc
Miranda
- Venezuela
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