Revocar el mandato al
Presidente de la República es un derecho del pueblo. Un procedimiento
establecido en la Constitución Nacional que el gobierno no puede presentar como una conspiración ni tratar
como un delito. La cúpula debe superar su terror a la democracia y disponerse a
aceptar el veredicto de los votos.
La
pretensión de la cúpula oficialista de criminalizar el revocatorio muestra la
contradicción recurrente entre el gobierno y la ley. Su inclinación a bloquear
la realización del referendo constituye el desconocimiento a un mandato
constitucional y revela un ángulo de la inversión del Estado de Derecho: los
encargados de cumplir la ley son los que la violan. Maduro y los grupos que
bajo su orden colonizan a la Corte Suprema de Justicia y al Consejo Supremo
Electoral, pervierten la democracia al entorpecer una potestad del soberano y
liquidar la separación de poderes.
El
revocatorio no es una simple y ordinaria herramienta constitucional. Es un medio para hacer realidad la democracia
participativa y un recurso de los ciudadanos para activar al poder
constituyente, máxima instancia de legitimidad y legalidad, para que resuelva
directamente sobre el rumbo y la conducción del país. Toda persona o
institución que demore, obstaculice o impida su ejecución se coloca
automáticamente fuera y contra la Constitución
La
convocatoria a una consulta popular sobre la permanencia o no de Maduro en la
presidencia no deriva de su baja popularidad o de la reducción de sus apoyos.
La primera y más efectiva causa del deseo mayoritario de removerlo está en que
cada venezolano, que sufre la crisis como un desmejoramiento de su situación
cotidiana y personal de vida, se niega a contemplar pasivamente la continuada
destrucción de país. La disyuntiva va obligando a escoger entre Maduro o
Venezuela.
Ponerle
fin a este modelo de control centralista, a este tipo de gestión que empodera
al gobierno frente al ciudadano y al mandato autoritario de este presidente
obsesionado por perpetuarse en el mando es el primer paso para detener la
igualación por empobrecimiento, la superaceleración de los precios, el desplome de los salarios, la proeza diaria
de salir a la calle, las carreras para conseguir un medicamento o esa pérdida
general de futuro que está provocando la huida hacia el exterior.
El
descontento, el cuestionamiento y el rechazo hondamente emocional es el
principal motor para una estrategia democrática, más allá del debate sobre el
mecanismo para desalojar pacífica y constitucionalmente a Maduro. La estrategia
democrática exige una política destinada a conformar pluralmente la nueva
mayoría, a poner en marcha movilizaciones, asambleas y otras modalidades de
presión efectivas, a dedicarse a mejorar
la organización de las fuerzas de cambio, a llevar a cabo iniciativas que
atraigan al campo del cambio a seguidores del gobierno o que logre la
neutralidad de dirigentes y militantes del polo oficialista. La ahora minoría
debe ser invitada a los entendimientos.
Una vez
acordada la estrategia general y la ruta señalada por la MUD, hay que volver a
ensuciarse los zapatos. Regresar a buscar más fuerza con la gente.
Simon Garcia
simongar48@gmail.com
@garciasim
Caracas - Venezuela
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