Hijo de Alemán, naciste el 11 de septiembre de 1933.
Cumplirás 83 años… y en la etapa de la “tercera edad”. Cuando yo nací, tenías 6
años y ya eras adulto mayor. Te conocí el año de 1950 y, desde el primer día,
pasé a formar parte del gran salón de clases al que diariamente, sin parar,
fuiste compañero y maestro de la vida de tus alumnos carabobeños. Aula que se
ubicaba en el espacio donde y, para el momento de tu presencia, estaban tus
alumnos. Llegabas, y más que para leerte, estabas allí para conversar y aprender
del más valioso y menos costoso libro de enseñanza: El Carabobeño.
Durante estos 83 años has sido maestro para los maestros,
para las amas de casa, para los profesionales, los empleados, los obreros, los
campesinos y los que pagan condena en las cárceles. Todos, también desde el
primer momento, formamos el coro de tu amistad y siempre te llamamos “El
Carabobeño”. Las páginas de tus libros están hechas con las hojas de “la palma
Carabobo”, herencia de los próceres: de allí tu consecuente firmeza en la lucha
por la libertad.
En un lejano ayer eras como el gato, muy de mañana te
lanzaban para el zaguán de las casas y siempre caías parado, o con la
versatilidad de poder entrar por los barrotes o rendijas de las ventanas, hoy
principalmente eres como el perro guardián que, con paciencia en el quiosco,
diariamente estás a la espera de tus alumnos. Cuántas veces has servido como
paraguas para protegernos de la lluvia o como sombrilla para mitigar la
inclemencia del sol de Carabobo.
Diariamente te encontramos dictando clases en una plaza o
en un parque con los alumnos, sentados en un banco o en la grama, luchando
contra el viento para mantener firmes las páginas de tu libro. También te
encontramos en las manos de otros amigos sentados en el autobús o en el vagón del
Metro, tratando de esquivar la ávida mirada de quienes van de pie, muchos de
ellos en busca desesperada del aviso con solicitud de personal o para enterarse
de los “presuntos” atracos, heridos y muertos y las fotos de los accidentes
viales y sus consecuencias, sin descartar a las páginas deportivas.
Te vemos en los consultorios médicos pasando mano a mano
y de persona a persona, quienes más que pacientes, son dolientes por la
enfermedad o del bolsillo para pagar la consulta. Te hemos visto entre los estudiante
como “chuleta de examen”.
Con mucha premura, pero con orden, te colocan muy
temprano en la mesa de la sala en la casa para que, con prioridad, seas leído
por el dueño de la casa y también con prioridad leer los Obituarios; de manos a
manos llegarás en la tarde al cuarto de la señora de servicio, una de tus
mejores alumnas en lo educativo y uso material. Cuántas veces has sido
reemplazo urgente del “toilette” e igualmente soporte del “examen de lombrices”
después de la obligada cucharada de “aceite tártago”.
Como ejemplo del ejercicio del periodismo dentro del
camino de la Democracia, durante varios años recibiste el Premio Nacional de
Periodismo, el Premio Monseñor Pellín otorgado por la Conferencia Episcopal de
Venezuela y el Premio Excelencia Periodística por la Sociedad Interamericana de
Prensa
Clases muy especiales a domicilio dictas todos los
domingos: a los niños – y muchos adultos-, con el Suplemento Infantil, temas
variados para todos con la Revista Paréntesis y las enseñanzas en las páginas de
Lectura Dominical; los miércoles y sobre la salud el Suplemento Médico y el
tercer lunes de cada mes el Suplemento Industrial.
Hoy, cuando anuncias que te vas, (¿te van?) solo nos
queda decirte unas palabras que, con un no querer lastimero, te las diría quien
fuera gran defensor de la libertad de expresión, el Diputado del Siglo XX:
Andrés Eloy Blanco:
• Te marchas
pero “Nos dejarás el corazón como capilla sin santo”. // Desde que naciste
muchas veces has denunciado “a los hijos viles que se eternizan adentro y a los
hijos grandes que se mueren afuera”. // Te rogamos… “Quédate un poco más,
márchate un poco menos… Vete yendo de
modo que nos parezcas viniendo… Vete marchando de espaldas para creer que
regresas”.
• “La Reina
rompió el espejo y no le valió de nada;
en vez del espejo grande mil espejitos quedaban.
En vez del espejo grande que hablaba con una boca,
quedaron mil vocecitas gritando la misma cosa”
• “Hermano,
la cruz es la gracia de Dios en el arma del fuerte”. // “No hay que llorar la
muerte de un viajero, hay llorar la muerte de un camino. // “Desde este calabozo donde los hombres se
mueren, saludo al Hombre virgen que parirá cuando convenga”. // “La justicia en nosotros es muy sencilla,
Udón: la Justicia es que ´el otro’ nunca tiene la razón”.
“El CARABOBEÑO”, compañero y maestro mañanero de la vida,
repite y grita;
“Estoy de pie en
los campos, esperando a mis hijos para darles el santo y seña de mi vuelta” (A.E.B)
¡El esperar desespera….pero más vale esperar!
Daniel Chalbaud Lange
vonlange1939@gmail.com
@danielchalbaudl
Carabobo –
Venezuela
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