¿A qué nos referimos
cuando calificamos de populista a un político o a un gobierno? ¿Cómo es posible
colocar en el mismo saco a Donald Trump, a Bernie Sanders (¿por qué no?) y a
Nicolás Maduro? Dios los cría, los diablos de la derecha y de la izquierda los
separan, pero el populismo los junta.
Muy sencillo:
procediendo como se hace en medicina. Calificamos de “síndrome” a ciertos
síntomas coincidentes. No sabemos exactamente qué causa la enfermedad, pero el
médico conoce, en líneas generales, cómo se comporta. Cuando están presentes
uno o varios de los síntomas, declara la existencia del mal en el paciente y
procede a tratarlo.
¿Cuáles son esos
síntomas del síndrome populista o neopopulista? Hemos identificado 15. Basta
con que estén presentes varios de ellos para proceder a diagnosticar como
populista a cualquier persona o gobierno que los exhiba.
Anotemos, esos quince
rasgos:
1) Demagogos. Dicen o prometen cualquier cosa.
Un millón de casas, cinco millones de puestos de trabajo, reducir la jornada
laboral y duplicar los salarios. Da igual. No les importa mentir.
2) Proteccionistas. Culpan a la competencia
extranjera de muchos de nuestros males porque “en esos países pagan salarios
más bajos”. Proponen proteger la producción nacional mediante impuestos a las
importaciones. Detestan el comercio internacional y nunca tienen en cuenta la
perspectiva de los consumidores.
3) Intervencionistas. Intervienen en los
procesos productivos e interrumpen el libre juego de oferta y demanda dando
instrucciones sobre qué producir, cómo y a qué precio. Padecen la “fatal
arrogancia” que Friedrich Hayek les atribuía a quienes creían saber más que el mercado.
4) Burocratizadores. Suelen aumentar fatalmente
la nómina de los empleados públicos. Eso tiene un triple efecto pernicioso:
encarece los costos fijos del Estado; complica y ralentiza la creación de
bienes y servicios al multiplicar innecesariamente los trámites burocráticos;
multiplica las formas de corrupción. La burocracia solicita coimas para
solucionar los problemas artificialmente creados por ella misma.
5) Clientelistas. Generan una serie de
subsidios o privilegios dirigidos a crear una legión de estómagos agradecidos
de quienes esperan una perruna conducta electoral. Parte de esa clientela son
los empleados públicos innecesariamente nombrados.
6) Gasto público excesivo. Gastan
desproporcionadas cantidades de dinero. Lo hacen mediante la impresión
inorgánica de papel moneda, la creación de deuda, casi siempre internacional, o
aumentando los impuestos y tributos, factor este último que suele desembocar en
la debilidad creciente del aparato productivo.
7) Inflacionistas. Ese gasto público gigante
suele transformarse en inflación. Las cosas y los servicios cada vez valen más,
lo que significa mayores carencias para la población.
8) Devaluación. El gasto público excesivo, la
deuda pública incontrolable y la creciente incapacidad para competir provoca
frecuentes devaluaciones. El gobierno ajusta la economía mediante la pérdida de
valor de la moneda propia ante las divisas extranjeras. Eso empobrece al
conjunto de la población.
9) Corrupción. Entre las medidas más frecuentes
de los gobiernos populistas están los cambios preferenciales de moneda, la
selección de sectores privilegiados a los que se les asignan subsidios, las
licitaciones amañadas y los bancos sectoriales. Todas éstas son oportunidades
para generar negocios turbios capaces de enriquecer a los políticos y
funcionarios deshonestos en contubernio con los empresarios del mismo jaez.
10) Violación descarada de las reglas para
perpetuarse en el poder. Cambian una y otra vez las Constituciones para
adaptarlas a sus ambiciones de mando.
11) Contubernio entre las empresas y los
políticos corruptos. Los gobiernos populistas son el marco perfecto para el
“capitalismo de amiguetes” o cronycapitalism. Los políticos corruptos
enriquecen a los empresarios cortesanos, y estos, a su vez, les devuelven los
favores a los políticos corruptos. Se completa el círculo vicioso.
12) Altos impuestos. Los aumentan para
financiar el gasto público desbocado, la corrupción rampante y el resto del
dispendio.
13) Debilitamiento del sistema judicial.
Colocan el poder judicial al servicio del ejecutivo. Los fiscales y jueces no
responden a leyes abstractas y neutrales, sino a las órdenes del presidente
populista.
14) Nacionalismo exacerbado. El relato oficial
se vuelve peligrosamente nacionalista. Hay un componente demagógico en todo
esto. Secuestran a los personajes de la historia (Bolívar, Martí, Duarte,
Morazán) y los colocan al servicio del régimen populista. Cualquier crítica
hecha por un extranjero se convierte en una ofensa a la patria.
15) Antiamericanismo. Los populistas necesitan
un enemigo externo. En el pasado fueron los franceses o los británicos. Hoy son
los norteamericanos. Carlos Rodríguez Braun, un notable economista
hispano-argentino, suele decir que el mejor amigo de los latinoamericanos no es
el perro, sino el chivo expiatorio. Una criatura a la que los populistas suelen
culpar de todos los males de este mundo.
Carlos Alberto
Montaner
montaner.ca@gmail.com
@CarlosAMontaner
Vicepresidente de la
Internacional Liberal
El Nuevo Herald
Estados Unidos
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