El
régimen propinó otra patada cruel, indigna e inaceptable al ponerle un paredón
de fusilamiento a la Ley de Amnistía sancionada por la Asamblea Nacional, en
una muestra más de la intolerancia demencial con la que Nicolás Maduro conduce
su gobierno.
No
hace más que caldear los ánimos de la sociedad, humillar al país y ahorcar aún
más a la población hambreada y desesperada, intentando provocar un autogolpe
que le permita disolver al Parlamento y prolongar su inevitable salida. El paso
dado, declarando la inconstitucionalidad de la ley, confirma la ilegitimidad de
este régimen. Es un paso en falso. El gobierno de Maduro teme a la oposición y
reprime las expresiones disidentes de quienes luchan por un sistema abierto al
pluralismo, al ejercicio irrestricto de las libertades de pensamiento y
expresión, en el marco de un verdadero sistema democrático. Todas las tiranías
sufren de los mismos temores y se resisten a acatar el ordenamiento
constitucional. Hasta ahora, Maduro ha hecho grandes méritos para entrar, de
pleno derecho, en la galería de los dictadores infames, donde figura por
ejemplo, un Noriega o un Somoza y, pasará a la historia como el peor jefe de
estado, en el cual, su nacionalidad venezolana no ha sido aclarada como ordena
la Constitución. Tarde o temprano será juzgado y condenado, él y todos sus
cómplices, en La Haya. ¡Sin Ley de Amnistía que puedan implorar!
El
trasnochado argumento del enemigo imperial y de las conspiraciones para
desestabilizar su gobierno ya no sirven de coartada para sostenerse en el
poder; debería tener el valor de reconocer su responsabilidad en la mala vida
que sufre el ciudadano común, con grandes privaciones, que son violaciones permanentes
a los derechos humanos y la causa del creciente descontento en la población,
que siente la imperiosa necesidad de sustituirlo para que se dé un viraje total
en la conducción del país. En nada se siente culpable de la corrupción, ni de
un modelo de economía ineficiente, obsoleto en la productividad, dedicado a la
supervivencia, en medio de un amplio mercado negro y hasta de una creciente
prostitución que compite con Cuba en la jinetería de alta factura. Tampoco es
el responsable de que las colas y las morgues sean hoy los verdaderos sitios de
encuentro de los venezolanos. En estas circunstancias de su errática carrera, a
Maduro le valdría más renunciar, para facilitar y propiciar una transición
ordenada y pacífica hacia una sociedad verdaderamente pluralista donde quepamos
todos, en vez de sofocar a los opositores y desconocer el poder constituido en
la Asamblea Nacional.
La
comunidad internacional está pendiente de sus actuaciones, las Naciones Unidas
manifestó decepción por la declaratoria de inconstitucionalidad de la Ley de
Amnistía, la Organización de Estados Americanos dejo atrás su indiferencia
cómplice y su secretario general, Luis Almagro, no solo ha hecho
pronunciamientos trascendentes sobre la situación de los presos políticos y la
necesidad de ejecutar la Ley de Amnistía, también espera por la Asamblea
Nacional, que aprobó en plenaria –hace más de un mes– la solicitud de
aplicación de la Carta Interamericana Democrática para que haga la solicitud
formal: “Tenemos que recibir el pedido, la solicitud de la Asamblea Nacional,
es algo que ha sido largamente anunciado”, dijo hace dos días en República
Dominicana, en una velada crítica a la dirigencia opositora representada en el
Parlamento, por su inexplicable demora. Preocupa que la prioridad para algunos
partidos políticos sea la escogencia de sus candidatos a gobernadores.
Sinceramente, ¡no mejora nada el enfermo!.
Marianella
Salazar
msalazar@cantv.net
@AliasMalula
El
Nacional
Miranda
- Venezuela
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