Este 55 aniversario,
más que la conmemoración de una acción militar contra una dictadura, se evoca la concreción de un compromiso de
cientos de cubanos que abandonaron su país para enrolarse en una misión en la
que arriesgaban la vida, con la sola ambición de derrocar un régimen contrario
a las convicciones democráticas que les alentaban.
No buscaban una vida
mejor, no ambicionaban mejoras económicas o el disfrute de libertades perdidas
en suelo extranjero. Viajaron para prepararse militarmente, al igual que
hicieron otros antes y después, que solo abandonaron las costas cubanas para
regresar a ellas combatiendo la dictadura.
De la Brigada se ha
escrito mucho, se han hecho documentales y sesudos analistas de diferentes
nacionalidades e ideas políticas han sacado sus conclusiones, pero esta nota
solo tiene un objetivo, destacar la
valentía y el sentido del deber de los hombres que dejaron estudios, familia y
trabajo, para cumplir con sus obligaciones.
Arribaron a Estados
Unidos por diferentes vías y momentos. Estaban dispuestos a cumplir la
asignación que fuera más útil para la causa que enarbolaban y todos, más allá
de antiguas militancias políticas, aceptaron el reto de unirse en la acción
para ser más efectivos en el combate.
La vanguardia partió
de Miami para la isla de Useppa. Fue entrenada en diferentes disciplinas, entre
ellos estaba Carlos Rodríguez Santana, "Carlay", que después de
luchar fieramente en la clandestinidad contra la dictadura, dejó Cuba para incorporarse a la expedición y combatir
en la isla, sueño truncado por su temprana muerte durante los entrenamientos en
las montañas de Guatemala, lo que motivó a la Brigada adoptar su número de
serie como identificación.
Se prepararon en
diferentes países y también en Estados Unidos. Civiles, en su mayoría,
aceptaron la vida militar. Vivieron el nuevo ordenamiento en los campamentos.
Se hicieron paracaidistas, hombres ranas, tanquistas, infantes de marina, se
especializaron en acciones comandos que precedieron la expedición e ingresaron a su país clandestinamente.
Varios fueron
fusilados, entre ellos Manuel Blanco
Navarro, y otros cumplieron largos años de prisión, como Emilio Martínez
Venegas y Jorge Gutiérrez Izaguirre.
Tripularon aviones
para combatir en el cielo cubano. Derribados sobre el mar como los pilotos José
Crespo y Lorenzo Pérez Lorenzo, o abatidos
por fuego enemigo como el
estadounidense Thomas W. Ray o el cubano Osvaldo Piedra.
Sin los recursos para
hacer la guerra fueron apresados. Algunos cayeron ante el paredón de fusilamiento.
Otros fallecieron en el golfo. Nueve murieron por asfixia en una rastra que
Osmany Cienfuegos ordenó atestar con los
detenidos.
Vivida la dura
experiencia, el compromiso de seguir luchando se ratificó, y se extendió a
combatir el castro comunismo en cualquier lugar del mundo.
Idea que ha nutrido a
muchos de ellos por años. Colaborar o trabajar con dependencias gubernamentales
estadounidenses no los convirtió en servidores.
Lo que hicieron fue
consecuencia de una toma de conciencia de que los intereses del castrismo deben
ser enfrentados donde lo determinen las circunstancias, y en la confianza de que la colaboración
prestada fuera reciprocada por
Washington, facilitándole condiciones y
recursos para enfrentar el totalitarismo en su patria.
Su asociación con
Estados Unidos, país que los armó, entrenó y
facilitó recursos para el combate, fue una alianza de mutua conveniencia
que nunca afectó su cubanía, tan cierta como la de las palmas, muy al contrario
de la que hicieron Fidel y Raúl Castro que convirtieron a Cuba en el
portaviones de la Unión Soviética en el hemisferio.
Roberto Pichardo,
Juan Tamayo y Juan Carlos Perón, fueron algunos de los muchos brigadistas que
integraron las unidades de la marina, infantería y fuerza aérea que lucharon en
el Congo contra la cuadrilla castrista que dirigía Ernesto Guevara. En el país
africano murió el piloto Fausto Gómez.
Efectivos de la
Brigada también se sumaron a la lucha contra los mercenarios que el castrismo
envió a Angola. Pilotos y veteranos de infantería entrenaron efectivos de unidades del Frente de Liberación Nacional
de Angola, gesta descrita en el libro “Cubanos combatiendo el comunismo en
África”.
En Vietnam, en la
lucha contra el comunismo, también participaron brigadistas, algunos perdieron
la vida, entre ellos Irenaldo Padrón y Félix Sosa Camejo. América Latina fue
otro escenario en el que demócratas cubanos enfrentaron la subversión
castrista, allí estuvieron, entre otros, Félix Rodríguez y el capitán Eduardo
Barea.
Aquellos hombres se
hicieron de un aliado, no un amo, y
aunque los laureles no cubrieron sus frentes,
cumplieron con el deber, porque siempre tuvieron conciencia que si
importante es la victoria, en mucho más
trascendente honrar los compromisos.
Pedro Corzo
pedroc1943@msn.com
@PedroCorzo43
Periodista de Radio
Marti
Estados Unidos
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