VENTANA DE PAPEL
El amanecer de cada día, se convierte en nueva oportunidad para poner a
prueba mayores posibilidades que la vida bien sabe brindar toda vez que a
través de su esencia puede disfrutarse
un mejor vuelo, siempre en ascenso. También cada amanecer es momento
para seguir sorprendiéndose no sólo de cuánta capacidad hay en todo ser humano
para emprender renovadas decisiones. Sino además, para admirar la reciedumbre
del horizonte cuando el día despierta encumbrado por un Sol cuya luz ocupa todo
espacio posible y tiempo en curso. Y con ese ímpetu, cada quien ilumine sus
caminos. Y asimismo, encender sus pensamientos, afectos y recuerdos.
Hace treinta años, el noveno día del tercer mes del año, sucedía un
despertar con la misma algarabía que regala la naturaleza a través del canto
matutino de sus pequeñines alados que ocultan su nido en árboles de exuberante
frondosidad. Aquella mañana, la ciudad de Mérida amanecía resplandeciente. No
había nube alguna que tapara un rayo de sol lo cual hacía que el cielo
despuntara con un azul profundo de hermosa tonalidad. Sin embargo, al interior
de la casa que daba cobijo a la naturaleza de José Miguel Monagas, la tristeza
embargaba a cada miembro de la familia que bien había sabido construir aquel
hombre desde su llegada a Mérida, cuarenta años atrás. Tiempo aquel, cuando en
Comisión del Ministerio de Educación, hacía su debut como jefe del programa de
alfabetización que para entonces había ordenado el gobierno nacional como parte
del plan de reconstrucción social del país.
Fueron largos cuarenta años durante los que José Miguel supo rendirle a
Mérida y a Venezuela, su aporte de luz académica desde la Universidad de Los
Andes. Pero también, desde las trincheras que las circunstancias políticas le
permitieron allanar para que así, desde cada posición magisterial, compartiera
y divulgara sus ideas políticas, proyectos educativos e inquietudes humanas
entre los tantos amigos que logró conquistar y apuntalar.
A treinta años de la partida de José Miguel Monagas, quien supo vivir el
magisterio de la vida y la militancia de la humildad, su recuerdo ensancha
vivencias capaces de valorar el recuerdo sembrado con la hondura que puede
crearse desde el amor. Así que al recordar al eximio maestro y hombre grande en
bondad y visión, el tiempo se detiene, pues desde su suspensión se hace posible
abrir el camino que conduce a su reencuentro en sus libros, opiniones,
lecciones, consultas y conversaciones. Sobre todo, en el abrazo que solía
entregar en nombre de la amistad, del afecto y del compañerismo. Así que con
justa razón, puede decirse que su recuerdo es luz en tiempo y espacio.
Aunque se diga que la politiquería es la reducción al absurdo del
concepto de política, sus consecuencias son nefastas pues castra de ideas,
proyectos y determinaciones toda realidad donde se procure izar las libertades
y los derechos humanos, como banderas de democracia. Es un tanto, cómo la
politiquería desplaza la esencia de la política.
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
Merida - Venezuela
No hay comentarios:
Publicar un comentario