jueves, 9 de marzo de 2017

GERMÁN GIL RICO, EL ODIO COMO ARMA POLÍTICA

“Si las masas pueden amar sin saber por qué, 
también pueden odiar sin ningún fundamento”. 
William Shakespeare

El odio, como el amor, es uno de los componentes intrínsecos del ser. Se activa al estímulo de resentimientos de origen o de fracasos sufridos en el periplo vital de un individuo dado; también aflora mediante inducción, tanto en una persona como en la sociedad. De ese método se han valido los líderes del totalitarismo y sus organizaciones para manipular colectividades exaltándolas al paroxismo. Según William Shakespeare “Si las masas pueden amar sin saber por qué, también pueden odiar sin ningún fundamento”. Tal el pútrido fundamento “humanista” de tiranos como Lenin, Stalin, Hitler, Mussolini, Fidel Castro y nuestro “galáctico” Hugo Chávez Frías, usado para encender el fuego de la lucha de clases.

El caso venezolano con su vernáculo ejemplar que, observado con la lente de los procesos históricos, comenzó ayer y sin embargo ha cobrado rango cataclísmico en intensidad y profundidad. Con 18 años de permanencia ininterrumpida al control del Estado, orientado por la brújula marxista leninista, ha conducido al país hasta el desbarrancadero por el cual desciende dando tumbos, sufriendo abolladuras sin haber tocado fondo y que para cuando ocurra, con toda seguridad serán -ya han comenzado a serlo- sangrantes heridas en el cuerpo social cuya sanación deberán acometer, con la mayor premura, los líderes de la Alianza Democrática una vez expulsados del gobierno los presuntos narco-terroristas que han arruinado a la nación: política, económica y moralmente.

Los delincuentes, presuntamente asociados al narco-terrorismo que nos desgobiernan, portaestandartes del Socialismo del Siglo XXI, han pretendido ocultar sus propósitos de dominación usando la mentira y el odio como arma arrojadiza contra los gobiernos  democráticos que se sucedieron entre 1958 y 1998. Dejemos de lado por muy conocida y trillada la responsabilidad que tuvieron para el desplome de la República Civil, fementidos demócratas como los fulanos “notables” con la magnificación de yerros y lunares en la acción gubernamental. Chávez recorrió el país financiado por la burguesía y en sus aviones. Por recomendación de Luís Miquelena, lo hizo parloteando la basura que a al oído susurró el maléfico Fidel inflándole a reventar el ego, transformándolo en predicador “sistemático de adoctrinamiento a través de la difamación”, que amenazó con la eliminación física de los adecos y prometió la proscripción de la corrupción pero “ni lo uno ni lo otro”. Los adecos estamos de pié, la corrupción alcanzó cotas criminales al robarse el dinero para la alimentación escolar y legalizó el asalto al declarar: “si no tuviera como llevar comida a mis hijos también robaría”.

Por supuesto que acosado por una crisis económico-financiera, aunque de tono menor los desempleados, todos los de a pié y muchos hasta con aviones fueron atrapados por la verborragia del predicador que pulsaba la sensible nota de su actualidad. Triunfó y extendió su prédica cargada de odio con la finalidad de construir columnas para la democracia tumultuaria que se propuso implantar. Con suerte de perro callejero los precios del petróleo se multiplicaron por más de 100% obteniendo mucho más de 1.500 millones de dólares que fueron vueltos polvo cósmico. ¿Qué otra cosa pueden ser las dádivas a países menesterosos para someterlos a la voluntad socialista más el descarado robo de los dineros públicos?

A 18 años bajo la bota del totalitarismo comunista y sin doblegarnos, el desmoronamiento del régimen militarista castro-chavista se aproxima cada día más. Las policarencias que nos atropellan en cada humillante cola, con las que pretenden quebrar la convicción democrática y voluntad de lucha del venezolano, han producido un efecto contrario. El común, víctima de la maldad comunista, que pasa hambre y no consigue harina pan, medicamentos ni papel tualé, la víctima de la de la violencia -que somos todos- se zafó de las amarras del odio de clases. Comenzó el efecto bumerán.


Somos distintos, pero cuesta y costará mucho cantar como André Eloy Blanco en Giraluna: Por mí ni un odio hijo mío/ni un sólo rencor por mí/no derramar la sangre que cabe en un colibrí/ni andar cobrándole al hijo la cuenta del padre ruin…  

German Gil Rico
gergilrico@yahoo.com
@gergilrico
Miranda - Venezuela

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