Hasta el siglo XIX, el socialismo era la utopía de pequeños grupos
“soñadores” dentro de las Iglesias cristianas, muy minoritarios, marginales y
algo excéntricos de la corriente principal del cristianismo, que hasta entonces
siempre había defendido el modelo bíblico y realista de Gobierno limitado. Ser
“socialista” era como ser un cristiano algo chiflado, aunque simpático y de
“buen corazón”.
Pero en el siglo XIX, la utopia socialista fue ganando adeptos en
líderes y masas, dentro y fuera del cristianismo. Comenzó a publicarse en
Inglaterra el periódico Christian Socialist (“Socialista Cristiano”), impulsado
por líderes anglicanos ganados por la prédica anterior del ex sacerdote
católico francés Robert Lamennais (1772-1854), precursor del “catolicismo
social”, del también francés Charles Fourier (1772-1837), y del inglés Robert
Owen (1771-1858), promotores de cooperativas (“falansterios”) como alternativas
al capitalismo y a la “lucha de clases”. Apoyado por el evolucionismo
darwinista, que fue aceptado por muchos cristianos, el socialismo se hizo
respetable, incluso “culto” en ciertos ambientes.
Marx y Engels fundaron la “Liga de los Comunistas” en 1847, y publicaron
su “Manifiesto Comunista” en 1848, expresión “científica” de la izquierda
“revolucionaria”, con acerbas críticas al “socialismo utópico”, y un programa
“transicional” de 10 puntos. No tuvo mucho eco en su momento, como sí lo tuvo
la “Sociedad Fabiana” fundada en 1884. Ese nombre fue tomado del general Quinto
Fabio, militar romano que venció a Cartago con una estrategia indirecta. Los
“fabianos” creían en cambios y reformas graduales que llevarían poco a poco al
socialismo. En 1889 publicaron los “Ensayos Fabianos”, incluyendo su Programa,
una lista de medidas no muy diferente a las 10 marxistas de 1848.
Hasta aquí el socialismo del siglo XIX, que se llamó “el siglo del
capitalismo”. Las cosas cambiaron muy drásticamente en el siguiente, que podría
llamarse “el siglo del socialismo”. Las revoluciones en Rusia (1905 y 1917), en
México (1910-11), en China (1912 y 1949), y en casi toda Europa (1917-18),
causaron fuerte impacto en la opinión, y fueron inclinando la balanza
ideológica en pro del socialismo y contra el capitalismo en la prensa, la radio
y el cine, la política y los partidos, los Parlamentos y sus leyes. A lo largo
del siglo XX las medidas colectivistas se aplicaron todas, unas primero y otras
después, de un modo más radical y con extrema violencia en ciertos países, y en
otros de manera menos brutal y más negociada.
Pero si lees con detenimiento las medidas del Manifiesto Comunista y/o
de los Ensayos Fabianos, verás que en tu país, cualquiera sea, han sido y son
consideradas como “políticas públicas” normales y corrientes. Y desde hace
muchas décadas. Por eso todos los países del mundo son “socialistas” hoy día,
con pocas excepciones, muy relativas, que tampoco son 100 por 100 capitalistas.
Y por eso todos los países tienen muchas calamidades, más graves cuanto
más hayan “avanzado” en la fatídica Ruta al Socialismo. Y menos graves cuanto
menos hayan “progresado” en ese mal camino, o si han podido hacer reformas en
la senda de retorno al capitalismo, que tampoco han podido ir a fondo ni muy
lejos, porque la gran masa de la opinión aún es socialista, aunque muchos no lo
sepan.
Cien años y cien millones de muertos después (ver “El libro negro del
comunismo”, de 1997, editado por Stéphane Courtois), y tras el fin del Muro de
Berlín y del modelo soviético, el virus ideológico hizo otra “mutación”
drástica: pasamos al “Socialismo del siglo XXI”. Hay siete cambios notables, y
muchos de ellos recuerdan al socialismo del siglo XIX; por eso en tales
aspectos el giro luce como un enorme retroceso civilizatorio:
(1) Del Marxismo Clásico económico, el del Manifiesto de 1848, se pasó
al “Marxismo cultural” de Antonio Gramsci (1891-1937), Georg Lukács
(1885–1971), y las Escuelas de Frankfurt y de Birmingham.
(2) En consecuencia, el proletariado, la clase obrera y “el pueblo” ya
no son los actores exclusivos de “la revolución”: han cedido paso a los
“excluidos”, desde las mujeres, madres solteras y amas de casa, hasta los
homosexuales, bi y transexuales etc., pasando por los estudiantes y la
juventud, el medio ambiente y las “especies en vías de extinción”, las “razas
oprimidas” y toda suerte de desvalidos reales o supuestos. El antiguo
socialismo utópico también era muy feminista, indigenista y amante de la
naturaleza.
(3) Los medios de someter a la gente no son los mismos: la “dictadura
del proletariado” ha dado lugar al adoctrinamiento, al lavado de cerebro masivo
y continuo, a cargo de los llamados intelectuales (y artistas) “orgánicos”, a
la cabeza de la prensa, la educación, las Iglesias, las artes y la cultura
(tanto de elite como popular), el cine y el entretenimiento etc.. Es una
“infiltración” gradual, muy al estilo fabiano.
(4) A los capitalistas ya no se les amenaza con “liquidarlos”; ahora se
busca someterles, con arreglos y pactos: hay convivencia negociada con los
mercantilistas, tanto de antiguas como de nuevas oligarquías. Así viven
regiamente los izquierdistas, a costa de los impuestos del contribuyente.
(5) Ya no hay un partido “único” socialista o comunista; hay muchos,
porque todos son socialistas, y se van turnando en el poder unos y otros, en
tanto se van desgastando: así el sistema no cambia.
(6) La izquierda ya no se declara atea ni combate las Iglesias y la
religion; al contrario, impulsa religiones falsificadas y mucha
“Espiritualidad”; muy al estilo del Socialismo “Cristiano” tipo siglo XIX.
(7) Y por fin: en el Siglo XX todos los socialismos fueron muy
nacionalistas, tanto el nazismo y el fascismo como el comunismo soviético; pero
el de hoy es un Socialismo globalizado: las Agencias de la ONU edifican un solo
Gobierno socialista burocrático para todo el planeta, lo que recuerda al
internacionalismo propio de las izquierdas en el siglo XIX, y primera parte del
XX.
¿Te vas dando cuenta? ¿O todavía no?
Saludos cordiales, ¡y hasta la próxima!
Alberto Mansueti
alberman02@hotmail.com
@alberman02
Bolivia
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