jueves, 14 de enero de 2016

ALFREDO M. CEPERO, MADURO TIENE UN TIGRE POR LA COLA

Se soltó el tigre del pueblo venezolano y Maduro lo tiene agarrado por la cola esperando órdenes de la Habana porque no sabe qué hacer con él.

Quienes conocen a los venezolanos me han dicho siempre que son gente valiente ("arrecha", según su vernáculo) que no tolera tiranos. La afirmación estaba avalada por el hecho de que fueron Bolívar y sus centauros quienes destruyeron el imperio español en el continente y dieron la libertad a cinco repúblicas americanas. Sin embargo, después de 16 años de chavismo dudé muchas veces que estos venezolanos del siglo XXI tuvieran el coraje de sus antecesores de principios del siglo XIX. Los acontecimientos del pasado 6 de diciembre me han demostrado que estaba equivocado y no sólo lo admito sino celebro mi error.

En estos 16 años, venezolanos de todas las edades, sexos y estratos sociales se han enfrentado a la furia de la jauría chavista y anegado las calles de Venezuela con sangre de patriotas y mártires. Han acudido a las urnas una y otra vez a sabiendas de que las elecciones serían adulteradas por la mafia mandada desde Miraflores y controlada desde La Habana. Sus líderes han sido perseguidos, reprimidos y encarcelados pero ninguno ha bajado la guardia ni abandonado la lucha. Al final, su gran cruzada por la libertad parece haber empezado a rendir frutos.

El 6 de diciembre el pueblo desafió a los opresores y acudió a las urnas en forma tan multitudinaria que hizo imposible un nuevo fraude electoral. Los líderes de la oposición mostraron madurez y patriotismo cuando echaron a un lado protagonismos personales para mantener la unidad necesaria con la cual derrotar a la maquinaria política del gobierno. Y los altos mandos del ejército se cansaron de ver a sus conciudadanos oprimidos, hambreados y masacrados por una banda de apátridas y corruptos. Le dijeron que no a las órdenes de Maduro y de Cabello de apoderarse de las urnas para cambiar los resultados. Con esto podríamos estar siendo testigos del principio del fin del chavismo. Se soltó el tigre del pueblo venezolano y Maduro lo tiene agarrado por la cola esperando órdenes de la Habana porque no sabe qué hacer con él.

Esta guerra civil asimétrica entre los venezolanos tuvo su origen en una gigantesca injusticia. Mientras el pueblo sufría miseria el gobierno enviaba cuantiosos recursos para apuntalar a una tiranía obsoleta que profesa una ideología fracasada. Sus militares eran vejados por las órdenes y la arrogancia de procónsules extranjeros. Y los profesionales venezolanos veían reducidos sus ingresos y frustradas sus posibilidades de trabajo por la invasión de una competencia desleal y barata llegada desde el extranjero.

Aún cuando la ayuda ha sido reducida en los años recientes y que las estadísticas difieren según la fuente, no hay dudas de que, sin las regalías de Venezuela, el régimen de los Castro no habría resistido la crisis financiera creada por la caída del muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989. Desde el 2001, Cuba ha recibido una multimillonaria ayuda económica venezolana. Fuentes dignas de crédito afirman que Cuba recibe unos 105.000 barriles diarios de crudo venezolano. Destina el 62 por ciento al consumo doméstico y el resto a su refinación y también a la exportación, con gran margen, al resto del mundo. La mitad de los barriles se los paga a Venezuela en 90 días y la otra mitad en un plazo de hasta 25 años, con dos de gracia y una tasa de interés sobre saldos del 1% anual. Otras fuentes apuntan que, entre el 2001 y el 2009, Cuba recibió una ayuda total de Venezuela superior a los 8,000 millones de dólares. Una cuenta que, sabiendo el descaro del régimen comunista cubano a la hora de saldar deudas, Venezuela no cobrará jamás.

Para asegurar la continuidad de esa panacea los Castro enviaron a Venezuela a sus esbirros y espías disfrazados de militares y de técnicos en diferentes materias. Aunque nadie sabe con exactitud los cientos de miles de militares y de represores cubanos que viven actualmente en Venezuela, en el 2010, el defenestrado General de Brigada Antonio Rivero reveló en un trabajo que había 22,700 cubanos en el país, lo que le representaba un costo a la nación de 1,400 millones de dólares anuales.

Con esa nefasta herencia inicia sus sesiones la nueva asamblea legislativa de Venezuela. Enderezar a ese desolado país hacia un sistema de democracia, libre empresa y justicia social será una labor de titanes. Pero, hasta ahora, los recién electos diputados de la oposición están dando muestras de estar a la altura de la tarea. Han mostrado al mismo tiempo firmeza y moderación. Para eliminar todo vestigio de la locura de los últimos 16 años, retiraron la imagen del fallecido Hugo Chávez de la Asamblea Nacional. Al mismo tiempo, se enfrentaron a la burda e ilegal maniobra de Maduro para deshabilitar a tres de sus colegas y tomaron juramento a los 112 diputados que le otorgan la "mayoría calificada”.

Por otra parte, han expresado su firme propósito de gobernar para todos los venezolanos sin el más mínimo vestigio de un "pase de cuenta". Una hermosa agenda de unidad en la hermandad, no de unidad impuesta por la venganza y el terror. Y en un gesto de transparencia que contrasta con el proceder chavista y que ha molestado al gobierno, por primera vez en diez años abrieron las puertas de las sesiones de la asamblea a la prensa no controlada por el gobierno. Pero quizás lo más estimulante fue escuchar al nuevo presidente de la Asamblea Nacional, Henry Ramos Allup, repetir una y otra vez, emulando al finado Hugo Chávez, mostrar la Constitución y sentenciar la famosa frase “Dentro de la Constitución todo, fuera de ella nada”. Le están dando a beber al gobierno de su propia medicina.

Sin embargo, este es sólo el principio de una lucha entre dos poderes, el ejecutivo y el legislativo, renuentes hasta ahora a ceder porción alguna de su poder. Según la propia constitución chavista, la Asamblea Nacional tiene el poder de liberar prisioneros políticos, de detener los envíos de petróleo a Cuba y hasta de convocar un referendo para destituir al presidente. Cualquiera de estas medidas desataría una respuesta contundente y violenta por parte del chavismo. Sus mentores de La Habana les recordarán que cuando una tiranía sufre la más mínima grieta el pueblo pierde el miedo y reclama una libertad absoluta que se resiste a ser otorgada por pequeñas dosis. Vale, por lo tanto, analizar las opciones que les quedan a Maduro y compañía para mantenerse en el poder.

Lo patriótico y lo inteligente sería negociar con la oposición una tregua que abriera el camino hacia unas justas y transparentes elecciones nacionales. Los ladrones podrían preparar su salida del gobierno en forma pacífica, rellenar aún más sus fraudulentas cuentas bancarias en el extranjero y lograr una absoluta impunidad ante la justicia. Aunque parezca una salida grotesca, pienso que la oposición estaría dispuesta a aceptarla a los efectos de evitar una confrontación que llenaría de sangre a Venezuela y devastaría aún más su economía. Pero queda el ingrediente de la mafia cubana y su influencia desmedida sobre sus lacayos venezolanos.

Con decenas de miles de militares y de espías cubanos dentro del país, así como el control sobre la Guardia Nacional, el binomio diabólico Maduro-Cabello podría intentar la fórmula descabellada de dar un golpe de estado, declarar el estado de emergencia y destituir a los miembros de la Asamblea Nacional. Pero eso sería como jugar con nitroglicerina en un momento político totalmente adverso a este tipo de procedimiento.

En primer lugar, Nicolás Maduro carece del carisma y de la audacia de Hugo Chávez. Está en Miraflores porque los Castro se lo pidieron a Chávez como el perro obediente y manipulable. El pueblo no lo respeta, sus apandillados se burlan de él y el ejército ya se le enfrentó el 6 de diciembre. En el plano económico, con un petróleo a menos de 30 dólares el barril, Venezuela atraviesa hoy por una crisis que el sistema fracasado del socialismo no podrá superar. Ya no tiene fondos para comprar lealtades de los mandatarios mendigos que apoyaron a Hugo Chávez. Es un hombre derrotado con el que nadie quiere asociarse.

Y a nivel continental, la izquierda se halla en una retirada precipitada con el triunfo de Mauricio Macri en la Argentina, los procesos de corrupción contra Dilma Rousseff en Brasil y la crisis de popularidad de Michelle Bachelet en Chile. No hablemos de esos pobres intentos de país que son Bolivia, Ecuador o Nicaragua. Todo esto me hace albergar la esperanza de que el pueblo venezolano podría estar muy cerca de su bien peleada y bien ganada libertad. El poder real, legal y moral está en la Asamblea Venezolana pero sus miembros tienen que mantenerse unidos y nunca bajar la guardia porque sus enemigos no se darán fácilmente por vencidos.

Alfredo Cepero
alfredocepero@bellsouth.net
@AlfredoCepero
Director de www.lanuevanacion.com

Estados Unidos

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