La televisión se vio concurrida de una audiencia
abultada la semana pasada. Mientras la nueva película de Star War batía en
duelo avasallante a las cifras de récords de taquilla en EEUU, en nuestro país
el espectáculo era político y la expectación se asentó en la Asamblea Nacional.
Tras dos días de fuertes diatribas e interesante
cambio de hegemonía, se anunciaba con bombos y platillos para el miércoles en
la noche, el nombramiento ministerial por parte del presidente Maduro, quien
tenía el deber de adosar sapiencia a los hombres responsables de apuntalar una
urgida transformación económica.
Los anuncios se dieron como si la realidad no fuera
la de una nación desabastecida, sino la del planeta de los simios. Venezuela
tiene paralizada la producción en todos sus rubros, pero la capacidad creadora
de ministerios mostró una reactivación verdadera, pues se establecieron cinco
nuevos que parecen ser un chiste emitido por una caricatura chinesca de Cartoon
Network.
Lo primero fue anunciar la vicepresidencia del zoológico
de país que tenemos. Deslastrándose de sus responsabilidades como gobernador de
Anzoátegui, Aristóbulo Istúriz fue ungido con el rango de vicepresidente de la
República, siendo una de sus primeras propuestas el pintar murales de su
comandante supremo, como si la solución de la nación fuese lo pictórico, con
una estrategia de esconder los estantes vacío con el rostro de un presidente
fallecido.
Seguidamente, escuché más ministerios que países en
el desfile de las olimpíadas. Lo más asombroso fue oír lo inimaginable. Anunció
la creación del Ministerio de Agricultura Urbana. Traté con esfuerzo de
escenificar en mi mente la funcionalidad de tal estructura y sólo veía a
trabajadores rompiendo las calzadas para incrustar una semilla o, siguiendo el
lineamiento socialista, a gallineros verticales cayendo desplomados y muriendo
la idea de forma horizontal.
Recomendaría para el Ministerio de Pesca y
Acuicultura a mi amigo Pancracio, pues vive pescando resfriando a cada rato y
se ahoga en su propio moco. El nuevo ministro de Banca y Finanzas seguro estaba
haciendo banca sin hacer nada y le tiraron este muerto. Es experto en ingresos
fiscales y ahora lo será en ingresos chavistas.
Me cansé de contar ministerios que me hacían dormir
más que enumerar a las saltarinas ovejas. Faltaron el Ministerio de Minas,
Lápices y Bolígrafos o el Ministerio de Óleos, para que cuide en Miraflores los
cuadros de Chávez, Maduro y el de Bolívar trigueño que devolvieron de la AN.
Mi mayor curiosidad y atención era para quien
habían investido como ministro de Economía, ahora también Productiva. Un tal
Luis Salas aparece en pantalla con el rostro de una momia con escalofríos, cuya
cara estupefacta y de paila sin estrenar, pareciera estar edificando cálculos
dirigidos a establecer cuántos kilómetros hay del ministerio al aeropuerto,
para poder huir de este desastre.
Todos los ministros tenían una catadura de extrema
seriedad, como si asistiesen a un funeral y no a un acto de nombramientos
ministeriales para salvar a un gobierno en defunción. Debió Maduro jugar con
uno de ellos, para sacarle una sonrisa. Por tal motivo, extrañé en demasía al
Ministerio de la Suprema Felicidad. Quizá esté muy triste por la derrota del 6D
como para nombrarlo, simplemente desistieron de la ridiculez o, tal vez, ni
Juan Corazón ni las payasitas Nifú Niifá aceptaron semejante rango ministerial.
José Luis Zambrano
Padauy
zambranopadauy@hotmail.com
@Joseluis5571
Zulia - Venezuela
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