En la Pascua de Resurrección celebramos el triunfo
de la vida sobre la muerte, del amor sobre la crueldad y la violencia. El Dios
de Jesús es amigo de la vida, tiene pasión por una vida más sana, justa y
dichosa para todos, y nos invita a compartir su sueño y su proyecto de amor.
Por ello, la celebración de la Resurrección debería llevarnos al compromiso de
amar intensamente la vida. Amar la propia vida y la vida de los demás, ya que
todos somos hermanos. Amar la vida de los árboles y los ríos, de los animales y
las flores. Amar la tierra, el aire y el
agua que hace posible la vida. Amar la vida de los débiles y de los pobres, la
vida naciente y la vida ya gastada; la vida herida y la vida amenazada.
Para amar la vida,
debemos aprender a admirarla. Admirar el milagro que se oculta en una mariposa, un arroyo, una
montaña, la brisa y la lluvia, un rostro surcado de arrugas. El amor nos invita
a mirar y admirar, a dejarnos envolver y sorprender por la vida, a contemplarla
en su misterio.
El amor desencadena el agradecimiento.
Agradecer el gran regalo de la vida que se nos
ha dado sin pedirla ni merecerla y todos los regalos que recibimos con ella.
En el mundo estamos siete mil millones de personas, pero no hay nadie
como tú: nadie verá el mundo con tus
ojos, ni acariciará con tus manos, ni besará
con tus labios, ni amará con tu corazón. Tú eres dueño de tus alegrías,
tus tristezas, tus miedos, tus ilusiones…Tú decides lo que haces y lo que dejas
de hacer, lo que eres y lo que puedes llegar a ser. Puedes vivir sembrando amargura y tristeza, o ilusión y vida. Puedes vivir en la superficialidad
o en la hondura. .Puedes vivir destruyendo o protegiendo; derrochando o
compartiendo..
Amar la vida es
también respetarla y protegerla. El amor implica respeto, un respeto sagrado,
porque toda vida es sagrada. Respetar es contemplar la vida del otro en su
dignidad absoluta e irrenunciable y
trabajar para que esa vida alcance su plenitud. Sin respeto a la vida no
hay paz, ni pacífica convivencia.
Amar la vida es
cuidarla. La vida de todos y de todo. Toda la creación es obra del amor de Dios,
todo es bueno y valioso. Por ello, debemos respetar y cuidar la naturaleza,
todas las formas de vida. Comprender que la naturaleza no nos pertenece, sino
que somos parte de ella. Destruir la naturaleza es destruirnos. Manchar la
naturaleza es llenar de basura nuestro
hogar. El ecocidio es una forma de
suicidio.
Amar la vida es
curarla: curar las heridas del cuerpo y del alma, la enfermedad y el
sufrimiento, de la tierra que gime herida por tanto maltrato. Acompañar a los heridos, a los que sufren y malviven,
a los que ya no encuentran motivos para
seguir viviendo. Ser capaces de brindar
razones para luchar, sufrir, vivir y esperar.
Amar la vida es
entregarla. Nos dieron la vida para darla, para defender cualquier vida
amenazada, para vivir como un regalo para los demás. Solos no podemos cambiar
el mundo, pero podemos hacer que en
nuestra familia, en nuestro trabajo, en nuestra comunidad, en nuestro
país, haya más unión o más desunión, más alegría o más tristeza, más
individualismo o más solidaridad, más cuidado o más irrespeto. Y si todos nos esforzáramos por cambiar
nuestro pequeño mundo, el gran mundo cambiaría.
¿Quieres cambiar a
Venezuela? Empieza por cambiar tú.
Antonio Perez
Esclarin
pesclarin@gmail.com
@pesclarin
Zulia - Venezuela
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