“Liberalismo” es una palabra polisémica: tiene varios
significados o acepciones. En Europa y América del Norte “liberalism” (en
inglés) equivale a izquierdas, a socialismo. Designa a los promotores de los
Gobiernos intervencionistas y limitantes, de los mercados intervenidos, es
decir limitados, y de la propiedad colectiva o estatal.
En nuestra América latina en cambio, “liberalismo” puede
significar todo lo contrario, sobre todo si va seguida del adjetivo “clásico”:
nos designa a los partidarios de los Gobiernos limitados a unas pocas funciones
propias muy específicas, de los mercados libres, y de la propiedad privada.
En los países anglosajones hubo hace tiempo una saludable
resistencia al socialismo; y por eso los socialistas evitaban la palabra, y se
decían a sí mismos “progresistas” (progressives), desde el siglo XIX. Pero ya
en el siglo XX fueron descubiertos, y se cambiaron a “liberales” (liberals). Y
como las izquierdas se habían adueñado del concepto de “liberalismo”, desde los
años ’50 Hayek recomendó a los veraderos liberales el uso de la expresión
compuesta “liberalismo clásico” (classical liberalism).
Sin embargo, en inglés el término para significar lo
opuesto a socialista (liberal) es más simple y llanamente “conservador”
(conservative). Pero no le gustaba a Hayek, porque por entonces vivía en
Inglaterra, donde el Partido Conservador había abandonado las banderas del
liberalismo clásico, y se había plegado a las ideas estatistas del Laborismo.
¿Cuáles banderas distintivas? Principalmente cuatro:
libertad, justicia, igualdad y progreso. Pero entendidas así: (1) libertad
negativa, en el sentido de Isaiah Berlin: una garantía de autonomía de los
individuos en todas las esferas privadas, a salvo de las interferencias y
abusivas intromisiones de las leyes malas y los Gobiernos; (2) justicia como
“dar a cada uno lo suyo”: reconocer como propiedad privada, en tales esferas,
lo que corresponde a cada quien por derecho natural; (3) igualdad ante la ley,
sin privilegios para nadie, sin “monopolios” en el sentido de favores
especiales decretados legalmente; (4) progreso como avance en la consagración
de estos principios.
Las izquierdas fueron inteligentes para combatirlas. “Ved
que los hijos de las tinieblas son más sagaces que los hijos de la luz”, leemos
en Lucas 16:8. Los socialistas no rechazaron los términos libertad, justicia,
igualdad y progreso, como signos o “significantes”, pero les cambiaron por
completo sus significados respectivos, hasta “significar” exactamente lo
opuesto.
Para los socialistas, las cuatro palabras son
significadas de esta otra forma: (1) libertad “positiva”, en el sentido de
Isaiah Berlin: garantía legal para una extensa lista de “derechos humanos” como
empleo, vivienda, educación, servicios médicos, jubilaciones y pensiones, etc.,
que “el Estado” está obligado a proporcionar gratuitamente a todos, a cualquier
costo, incluyendo libertades y propiedades ajenas, de otras personas, que han
de confiscarse para este fin; (2) justicia como “igualitarismo”, o sea “nivelar
el campo de juego” (así dicen en EE.UU. los del Partido Demócrata), mediante la
concreción de todos esos “derechos”, para que “quedemos todos parejos”; (3) por
supuesto “igualdad” entendida como de resultados, o al menos de
“oportunidades”; y (4) “progreso” como avance en la sanción legal de estos
otros principios, que son precisamente los contrarios a los del liberalismo
clásico.
Pero paso previo a darnos Constituciones y leyes falsas,
tenían que darnos conocimientos falsos. Aprovechando el poder del Estado en la
educación, les pusieron en lugar de los verdaderos, en cada rama del saber.
(1) En Ciencias santificaron a Darwin, para usar la idea
de “evolución” en cada aspecto de la vida social y cada paso de la historia.
(2) En Filosofía quitaron todo vestigio de realismo, e impusieron todos los
escepticismos, los relativismos y subjetivismos (ahora el Posmodernismo),
negadores de toda verdad objetiva, y de cualquier capacidad de la razón para descubrirla.
(3) En Psicología quitaron la moral, y abrieron paso al pavlovismo, al
conductismo y ahora al “humanismo”. (4) En Economía descalificaron el libre
mercado, y machacaron el marxismo, el keynesianismo, el “desarrollismo” y toda
la gran familia de pensamiento estatista; incluso el monetarismo, con lo cual
nos dan un dinero que también es falso.
(5) En ciencias políticas y jurídicas impusieron el
estructuralismo y el funcionalismo, descendientes ideológicos del pragmatismo
estadounidense, y el positivismo legal a rajatabla, borrando todo rastro de
derecho divino revelado, e incluso de derecho natural, su “reflejo inperfecto”
según los clásicos.
(6) ¿Podían dejar libre a la Teología, ciencia
subversiva, cuna de la idea bíblica de Gobierno limitado tanto en funciones
como en poderes y recursos, en las Escuelas de Traductores de Toledo y las
clases de los teólogos católicos de Salamanca, y con el protestante
(calvinista) John Locke? No, desde luego; cuando las izquierdas religiosas se
apoderaron de las Iglesias, de la mano del Romanticismo llegó el liberalismo
teológico a los Seminarios para la educación de ministros ordenados.
La Teología “liberal” no solamente descalificó a la
Biblia sino también a la razón como fuente de conocimiento humano. “Juzgad con
justo juicio” recomendó Jesús (Juan 7:24), pero Kant desacreditó la capacidad
de juzgar. Y siguiendo a Kant antes que a Cristo, Sleiermacher fundamentó la
religión en los sentimientos y emociones; y ese es el “cristianismo”
falsificado que tenemos en las Iglesias, junto con el “Social Gospel” de
izquierdas y su hermana latina, la Teología marxista “de la Liberación”.
Electoralmente hablando, el voto por la izquierda, hoy en
día al menos, es mayoritariamente cristiano en su composición, tanto
católico-romano como evangélico. Si le clarificamos a la gente muchas de sus
ideas y de sus palabras, le podemos a quitar al socialismo el voto cristiano; y
todo su inmenso poder se caerá de bruces al suelo, como ídolo con pies de
barro.
Alberto Mansueti
alberman02@hotmail.com
@alberman02
Bolivia
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