lunes, 23 de noviembre de 2015

GUSTAVO BRICEÑO VIVAS, PARÍS, PARÍS, PARÍS


Desde la Revolución francesa para acá no ha habido momento de la historia donde este acontecimiento no haya sido de una u otra forma indicado como importante frente a la situación política, social o hasta económica que no sea diferenciada con ideas y argumentaciones valederas para justificar principalmente cambios sociales o avances en los pueblos. Es como una especie de referencia que todo intelectual asume de manera decidida y promisoria en cada oportunidad en que le corresponde reseñar la importancia de los cambios sociales y la necesidad que ello demuestra en cualquiera sea el avance social o político de un determinado pueblo y en una determinada cultura.

A ello me refiero cuando hablamos de París, y todo lo que ella ha significado como ciudad y como luz frente al mundo. En los años ochenta viví en esa ciudad por casi cinco años, mas aprendí de esa ciudad no solo a ver su arquitectura medieval y moderna, sino la forma muy particular del parisino de ser sometido de una manera interesante al entender su propia vida y la de los demás. Caminar por los bulevares Haussmann, Saint-Michel, Montmartre y Rochechouart, etc., ir a la universidad todos los días, atestiguan una vida y una época que ha trascendido la historia de grandes personajes y todo lo que ello ha significado en esta ciudad y en Europa muy principalmente. Claro, asumo el hecho de que paseaba por la ciudad, por ejemplo, en la rue de Rungis, acompañado casi siempre de un libro de Derecho Público y del estudio personificado de lo que significaba el origen de la revolución y las nuevas instituciones nacidas a raíz y como origen de esos acontecimientos. Pero en fin, allí ha pasado de todo, transformaciones incandescentes y genuinas que explican casi siempre situaciones como las que han ocurrido en estos días, cuando un grupo de terroristas locos se han atrevido a meterse con París, asesinando un gentilicio especial y que concuerda severamente con ese mundo especial descrito en Europa, y todo lo que ello ha significado en la gran historia de Francia. Las imágenes que vimos por televisión nos recuerdan y nos muestra la maldición ocupada por la inconsciencia de asesinar a inocentes, niños, viejos y jóvenes de edad media, sin saber qué ocurre y sin constatar cómo los mandan para otro mundo sin explicación alguna. Es un delito provocado con el favor de un inconsciente ideológicamente atormentado que pasa su rabia pagando con la muerte del otro, repito, sin explicación que justifique esa actuación. Esta locura merece la pena máxima, si vamos a entender la pena como una sanción especial o excepcional que produce un individuo cuando considera que el derecho humano está al margen  de la vida y todo lo que ello significa en este mundo de conflictos y situaciones.

París ha sido, pues, en esta oportunidad, testigo de ello, sus calles, sus pinturas y sus bulevares, y sus instituciones edificadas después de la gran revolución nos muestra que la belleza tiene sus detractores, que la inteligencia posee también sus locuras y que las instituciones como la igualdad, la libertad y la democracia tienen a personas contrarias encantadas por el desespero y la reacción.

Describir la ciudad de París es una forma muy sutil de acercarse al placer y a la belleza, es, desde luego, maravillarse de que en el mundo de la historia puede acontecer de todo. Sí, todo significa que la humanidad se reencuentra allí justamente donde hubo una revolución que destapó el nacimiento de instituciones donde la libertad y la democracia constituyen una forma de vida social y política incambiable e imposible de ser sustituida.

Desde la luz de la libertad es imposible imaginarse un sistema autocrático y perversamente mediocre. No cabe más nadie que los derechos de los hombres, donde puedan vivir en paz y en democracia, pero democracia de verdad, significativamente moderna e internamente acogedora. Estos individuos que asesinaron personas deben ser conculcados para siempre. ¿La libertad lo permite? Claro que sí, es un pueblo libre que tiene la palabra por delante. Allí justamente donde la luz de París actualmente alumbra desde la Torre Eiffel al mundo entero. Así lo creo

Gustavo Briceño Vivas
gbricenovivas@gmail.com
@gbricenovivas

Miranda - Venezuela

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