Se acerca el 6D. Fecha que será emblemática en nuestra historia. Marcará
el inicio del cambio que tanto anhela la mayoría de los venezolanos y requiere
el país. Esta afirmación descansa en la evidencia que muestra la casi totalidad
de los estudios de opinión. Sin excepción,
señalan una ventaja considerable
de la tarjeta de la unidad en estas elecciones parlamentarias. La nación se
encamina, sin la menor duda, hacia la clausura de este régimen político y de su
modelo económico.
Estamos, pues, ante una oportunidad histórica. ¿En qué sentido? Las
elecciones parlamentarias abrirán el camino para iniciar la construcción de un
nuevo modelo de desarrollo político y económico. Una ruta que cancele, de una
vez y para siempre, la que ha predominado a lo largo de estos quince años de socialismo
del siglo XXI. Desde luego, estas votaciones per se no provocaran este cambio.
Se requerirá iniciar un debate intenso sobre las alternativas a desarrollar en
el futuro inmediato. En este intercambio habrá de procurar que intervengan el
mayor número de actores posibles y se analicen diversidad de propuestas en
torno a la dirección de la transformación política que tanto ansían los
ciudadanos.
Desde luego, es vital estar pendiente acerca de los posibles peligros
que siempre amenazan situaciones de esta naturaleza. ¿Qué queremos decir? En otras palabras, ¿de que naturaleza son los
riesgos que se deben enfrentar? Bien, las eventualidades son diversas. La primera que viene a mi mente es
sortear el llamado “gatopardismo”: Hace falta que algo cambie para que todo
siga igual. Este concepto alerta acerca de la tendencia de crear una apariencia
de cambio con el fin último de que la base, el núcleo del sistema, permanezca
incólume e inalterado.
El “gatopardismo” es un peligro real que se ha experimentado en distintas
ocasiones a lo largo de nuestra historia contemporánea. La renta petrolera,
para mencionar un ingrediente, ha servido de sustento a este modelo de “cambio”
que se ha ejercitado en el país desde finales de la década de los setenta del
siglo pasado.
Asociada a esta práctica se encuentra, lo que autores como Terry Lynn
Karl ha denominado, la “paradoja de la abundancia” (The Paradox of Plenty). “La
profusión de recursos naturales tiende, entre muchos otros procesos endógenos
de carácter patológico, a distorsionar la estructura y la asignación de los
recursos económicos, a redistribuir regresivamente el ingreso nacional y a
concentrar la riqueza en pocas manos, mientras se generaliza la pobreza, se
originan crisis económicas recurrentes y se consolidan mentalidades
«rentistas», además de profundizar la débil y escasa institucionalidad,
alentarse la corrupción y deteriorarse el ambiente”.
Toda nuestra historia reciente se encuentra contaminada por estas dos
“enfermedades”. Expertos en el país la han diagnosticado. Sin embargo, la
estructura cognitiva de nuestra clase política le ha impedido ir a la búsqueda
de nuevos modelos que superen estas dos calamidades.
El 6D será necesario derrotar el chavismo (expresión radical de estas
dos desgracias), pero, igualmente, es indispensable iniciar un debate que
permita desplazar esta estructura narrativa. Creo no equivocarme al afirmar que
la misma ha predominado
consistentemente en el núcleo “duro” de
la clase política del país.
Las negociaciones y sus resultados
asociados al conflicto universitario, por ejemplo, ejemplifican esta práctica “gatopardiana”. El
oficialismo la asumió como política. Los dirigentes gremiales fueron cooptados
y convalidaron que “hacía falta que algo cambie, para que todo siguiera igual”.
Los universitarios vamos a sufrir, en el futuro inmediato, el “éxito” de esta práctica política.
Hay que estar atentos para poder derrotar estas dos desviaciones que han
estado presentes a lo largo de nuestra
historia reciente.
Nelson Acosta Espinoza
acostnelson@gmail.com
@nelsonacosta64
Carabobo - Venezuela
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