Me estoy tomando el
trabajo molesto pero necesario de ir a las fuentes intelectuales del
pensamiento neo-fascista alemán. Y sin duda una de las más apreciadas entre
ellas es la revista Junge Freiheit, editada en Berlín.
De acuerdo a la idea
de Hannah Arendt relativa a que el fascismo surgió como una alianza entre
determinadas elites con la chusma (Mob), parece ser importante concentrar la
atención no solo en las manifestaciones de masas, sino también en el
pensamiento de las elites neo-fascistas, sobre todo en momentos como los
actuales signados por el terrorismo islámico y las masivas migraciones que
avanzan desde Irak y Siria hacia Alemania.
Los colaboradores de
Junge Freiheit serían por supuesto los últimos en declararse fascistas. Casi
todos insisten en distanciarse del ideario del Tercer Reich. Ellos se entienden
como conservadores, nacionalistas, patriotas, críticos de Europa. Sin embargo,
basta un ejemplar para darse cuenta que desde el comienzo hasta el final sus
artículos están marcados por el sesgo cultural que una vez fuera monopolio del
nazismo.
Por de pronto, la
mayoría de los autores orientan sus diatribas en contra de la clase política
europea, como si ella fuese una dictadura impuesta por el destino y no el
resultado de elecciones periódicas y soberanas. Esa clase, según ellos, sin
convicciones nacionales, burocratizada, cobarde, consensual, es la responsable
de la decadencia de Europa (durante el periodo
nazi los intelectuales de Hitler nos hablaban, de acuerdo a las tesis de Oswald
Spengler, de la “decadencia de Occidente”). Esa decadencia se expresaría hoy en
dos fenómenos: la ocupación (término usado frecuentemente) de Europa por la
población islámica y el auge del terrorismo. Para todos los columnistas de
Junge Freiheit, terrorismo y migración son fenómenos inseparables. Incluso,
sinónimos.
En casi todos los
artículos encontramos una perversa inversión de los términos. Las migraciones
no son el resultado de la acción del terrorismo islámico sino a la inversa, el
terrorismo aparece como consecuencia de las migraciones. En otras palabras,
todos los que vienen desde la zona islámica son sospechosos. ¿De qué? De lo que
sea. Antes de llegar – así lo dijo Daniel Cohn-Bendit en un foro televisivo
haciendo un paralelo con el caso de los judíos que llegaban a Alemania antes
del surgimiento del nazismo- los emigrantes ya están estigmatizados por una
“sospecha”, cualquiera que ella sea. El judío era el “sospechoso” de antes. El
musulmán es “el sospechoso” de hoy.
Naturalmente, los
emigrantes no son ángeles. Más de uno ha sido o será reclutado por alguna
organización terrorista. Tampoco hay que decir que la vida será más hermosa con
ellos que sin ellos. La mayoría son jóvenes, y la juventud es de por sí
peligrosa. Algunos caerán en actividades delictivas, suele suceder.
Pero también hay
datos que demuestran como muchos jóvenes participaron activamente en las
sublevaciones de la mal llamada “Primavera Árabe” antes de que estas fueran
arrolladas por los movimientos islamistas. Cierto; esas sublevaciones
fracasaron. Pero existieron; y eso es muy importante. Su sola existencia
demuestra como el mundo islámico no es una antípoda de occidente sino, además,
está cruzado interiormente por líneas occidentales.
La contradicción
islam-occidente es falsa y esa falsedad es divulgada copiosamente por
publicaciones como Jugend Freiheit. Si hay contradicciones, en el estilo
planteado por Samuel P. Hungtinton (“El choque de las Civilizaciones”), estas
son mucho más fuertes en el interior de cada cultura. Millones de musulmanes
están plenamente integrados a las normas de la vida europea, prestan sus
servicios ocupacionales, pagan sus impuestos y cumplen con las leyes.
Llama la atención,
con relación al fenómeno migratorio, que ninguno de los artículos de la revista
defina a los emigrantes como emigrantes. La mayoría se refiere a ellos como una
“Überschwemmung” (inundación) o como una “Überflutung” (rebalsamiento) esto es,
como a fenómenos de la naturaleza frente a los cuales es necesario protegerse.
Incluso, el ministro de finanzas, Wolfgang Schäuble, sin duda un demócrata, se
refirió a los refugiados de guerra con el término “Lavine” (alud). ¿Qué
significa eso? Muy simple: los neo-fascistas
están imponiendo su lenguaje aún entre quienes están alejados del pensamiento
fascista. Hecho peligroso: La hegemonía política siempre ha comenzado con el
uso tendencioso de las palabras.
Cultura y nación,
concebida esta última como estado-nación, constituyen para los articulistas de
Junge Freiheit, elementos inseparables. El Estado es para ellos el agente
destinado a asegurar la cultura-nacional, así se lee en la editorial del último
número. Michael Paulwitz, un redactor, pone como ejemplo “luminoso” para
Alemania el de los ex países comunistas que erigen alambradas y muros para
protegerse de las “invasiones”. Otro artículo escrito bajo pseudónimo se queja
de que en Austria los nacionalistas son perseguidos mientras los islamistas son
recibidos con los brazos abiertos. De repente, autores más cultivados citan a
Hobbes y a su imaginario contrato social. Por supuesto, alguna declaración
brutal de Maquiavelo, e indirectamente, casi siempre, de Carl Schmitt, quien
pese a su fría lucidez era un enemigo declarado de la democracia parlamentaria.
Nunca van a citar a
Locke. Kant no existe. Hannah Arendt o Jürgen Habermas son invisibles. El
Estado es para ellos la instancia que asegura la homogeneidad cultural de cada
nación. La Europa que ellos conciben es, por lo mismo, una Europa de naciones
culturales. Cada cultura debe ser envasada dentro de una nación. La nación es
para ellos –y este es el punto de relación más estrecha que mantienen con el
antiguo fascismo- una individualidad orgánica. Esa es la razón por la cual la
diversidad, la multiculturalidad, la ambivalencia, es decir, los valores más
caros del Occidente político, deben ser erradicados. En ese punto, los
neo-fascistas no se diferencian de los yihadistas.
“El escándalo de la
ambivalencia” fue precisamente el tema central de un clásico de Zygmunt Bauman
(“Modenidad y Holocausto”). Para el destacado sociólogo, la cultura política
del fascismo puede ser comparada con la mentalidad del jardinero moderno cuya
tarea es arrancar “la mala hierba”. El jardín alemán, por lo menos el que
imperaba hasta mediados del siglo XX, debía ser un jardín homogéneo. Ese jardín
corresponde según Bauman con el ideal de nación culturalmente homogénea. Ese es
también el ideal de los redactores de Junge Freiheit, al fin y al cabo
representantes intelectuales de una chusma enardecida frente a todo lo que
aparezca como extraño en el mezquino mundo donde habitan.
El fenómeno alemán es
preocupante. Mientras en Francia el neofascismo aparece concentrado en un
enorme partido, Frente Nacional, el neo-fascismo alemán es segmentario.
En el primer
segmento, y en sus rincones más oscuros, pululan los militantes del nazismo
“puro”, sus grupos de choque; los que golpean a los extranjeros y los que
incendian refugios para emigrantes.
En un segundo
segmento nos encontramos con un partido aparentemente republicano, pero
igualmente xenofóbico y ultranacionalista: “Alternativa para Alemania”, cuya
votación aumenta sin parar.
El frente de masas, o
movimiento social del neo-fascismo, el tercer segmento, PEGIDA (“Patriotas
europeos contra la islamización de Occidente”) aglutina a todos quienes sienten
odio o simplemente miedo frente a las migraciones islámicas.
Luego viene la caja
de resonancia formada por los sectores más conservadores del socialcristianismo,
sobre todo del bávaro, que ya han hecho del anti-merkelismo una doctrina de
acción.
En el último y quinto segmento están los “pensadores”: escritores,
intelectuales y académicos como los que escriben en Junge Freiheit.
He decidido subscribirme a la revista Junge Freiheit. A los enemigos hay
que conocerlos. A través de las páginas de esa revista es posible darse cuenta
como Europa se encuentra amenazada por dos peligros internos. El terrorismo
islamista o yihadismo y el auge del neo-fascismo. Que ambos enemigos se
necesitan y retroalimentan, es mi fuerte convencimiento. Seguiré escribiendo
sobre el tema.
Fernando Mires
mires.fernando5@gmail.com
@FernandoMires1
Alemania
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