El reciente revuelo creado con relación al retiro de los retratos de
Bolívar y Chávez del recinto del Congreso Nacional, nos lleva a establecer sin
intención irrespetuosa semejanzas con el argumento de la famosa novela “El
retrato de Dorian Grey” del escritor inglés Oscar Wilde, publicada en
1890. En el citado texto, se plantea
como argumento el pacto de Dorian (el sujeto) para permanecer siempre joven, a
cambio de lo cual solo su retrato (el objeto) envejecería, la destrucción de éste determina su extinción
al final.
Es un error de conocimiento la inversión del objeto por el sujeto y
considerar que la vida de éste se la debe al primero. Volviendo a nuestro caso,
es evidente el nexo establecido entre el chavismo y los retratos mencionados,
en primer lugar con el de su promotor el presidente Chávez, cuyo retrato una
vez fallecido queda en el Congreso como símbolo de la mayoría parlamentaria
chavista. Sin embargo, cuando se produce la alternancia del hemiciclo queda en
minoría su bancada y esta pide como un derecho adquirido la permanencia de su protector. La
explicación para sacarlo no puede ser más lógica: el parlamento es la
representación nacional de la república
y no de individualidades, de ser así, se tendría que permitir tantos
retratos como parcialidades logren imponerse, convirtiendo el recinto en una
iglesia donde cada santo tiene su nicho, o abre uno nuevo, para ser adorado por sus seguidores.
No menos importante y trascendente es el retrato del Libertador Simón
Bolívar, por cuanto en este incidente
podemos calibrar la sinceridad del chavismo. El nuevo rostro del padre de la
patria elaborado por la Administración Chávez más que una imagen fiel del
rostro del prócer tiene, por el
contrario, la intención de ser una
recreación ideológica de un modelo político que se busca imponer.
Evidentemente, en el momento que se proyecta el chavismo se encontraba en su
zenit, disfrutando de las mieles del petróleo y abusaba expresando que era el
pueblo venezolano.
Hoy, cuando la representación pictórica chavista sale, quedando en el
recinto la representación histórica del destacado pintor peruano, “el mulato
Gil de Castro”, de 1825, reconocida por
el propio Libertador como, es “un retrato mío hecho en Lima con la más grande
exactitud y semejanza”, apreciamos que
el momento ideológico del chavismo disminuye, dejado de representar el sentir
nacional. La aparición de una nueva realidad nacional mucho más compleja que la
considerada por los teóricos chavistas
tiempos atrás les impone reconocer el nuevo cuadro político y lidiar con él,
confrontando ideas y aceptado que lo revolucionario es el bienestar del pueblo
y lo reaccionario la imposición del hambre.
En tal sentido, si no entran en
la nueva situación aceptando su actual nivel y seguir aferrados al hipotético
Bolívar se irán achicando como una piel de zapa, o, eventualmente, desaparecen como sucede en el cuadro de Dorian Grey.
Alejandro Mendible
alejandromendibleucv1@gmail.com
Caracas - Venezuela
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