Venezuela es un país privilegiado, lleno de encantos y prodigios, que Dios lo
debió crear en una tarde en que andaba
especialmente feliz. Cuando en 1498, Cristóbal Colón llegó a las costas de Paria quedó tan impresionado
que creyó que había llegado al Paraíso Terrenal. Sus ojos trataban en vano de
captar toda la hermosura, Y de su asombro y admiración, brotó el primer nombre de Venezuela: Tierra
de Gracia.
Realmente, Venezuela
tiene enormes potencialidades, y no sólo
cuenta con inmensas riquezas de materias primas: petróleo, hierro, oro,
aluminio, pesca, agua, productos agrícolas y ganaderos…, sino que es un país
realmente bello. Cuenta con un sol inapagable, playas exquisitas de aguas
cristalinas sobre lechos de coral (Morrocoy, Los Roques, Mochima, Playa
Colorada, Margarita, Choroní, Cata, Adícora, Villa Marina, Neima…); desiertos y
medanales que avanzan sin descanso con sus pies
movedizos de arena; llanuras inmensas pobladas de corocoras
y garzas, donde los horizontes se van alejando a medida que uno los persigue; ríos
caudalosos que van culebreando entre
selvas infinitas; lagos y lagunas encantadas,
pobladas de leyendas y de magia; islas paradisíacas que parecen
estrellas caídas en el inmenso cielo azul de nuestros mares; tepuyes, castillos de los dioses pemón, que
levantan sus frentes para asomarse al espectáculo increíble de la Gran Sabana;
saltos, cascadas y raudales que entonan
con sus labios de agua el himno del amanecer de la creación; pueblitos
montañeros que, abrazados a su iglesia protectora, se trepan a las raíces de la
niebla y del frío; una enorme serranía habitada por el frailejón, el silencio y
la soledad donde el tiempo va madurando sus cosechas de rocas; una colosal
montaña que agita contra el cielo su
blanca bandera de nieve. En marzo y
abril, Venezuela llamea en los brazos de sus araguaneyes. Todas las tardes Dios
se despide de nosotros en los crepúsculos de Lara y en los atardeceres de Juan
Griego, y acuna nuestros sueños con el guiño sublime del relámpago del
Catatumbo.
Pero en Venezuela,
hoy enfrentamos un triple reto para
convertir todas sus inmensas potencialidades y belleza en vida abundante para
todos:
El primer reto es el del reencuentro y la convivencia, de modo que profundicemos
la democracia, entendida como un poema de la diversidad, con poderes autónomos
que se vigilen y regulen unos a otros, e
instituciones eficientes, que resuelvan problemas; y todos los venezolanos nos
constituyamos en genuinas personas y auténticos ciudadanos, sujetos de derechos
y deberes, iguales ante la ley.
El segundo reto es cambiar el modelo estatista
y rentista por un modelo eficiente y productivo, que asuma el trabajo y la
producción como medios esenciales de realización personal y de garantizar a
toda la población bienes y servicios de calidad. Resulta cínico que, después de
haber destruido el aparato productivo y haber promovido la cultura limosnera y
la dependencia absoluta de la renta petrolera, ahora el Gobierno se presente
como el adalid de la productividad, pero manteniendo las políticas que llevaron
al país al abismo.
El tercer reto es lograr un desarrollo humano, con justicia y
equidad, que combata con fuerza la pobreza, la miseria y todo tipo de
violencia. Es vergonzoso que, junto con Honduras, seamos los países más
violentos del mundo No podemos seguir permitiendo que la delincuencia robe la vida a miles de
venezolanos y que todos vivamos en una especie de toque de queda por miedo a
salir a la calle.
La retórica épica del gobierno repite que la revolución es pacífica pero armada, y alardea de estar dispuestos a enfrentar al imperio cuando no es capaz de derrotar la delincuencia ni el bachaqueo. A pesar de los graves problemas, los venezolanos no hemos renunciado a la esperanza y debemos seguir trabajando con tesón, ilusión y pasión, por superar los gravísimos problemas y constituirnos en una república moderna, eficiente y solidaria, en la que todos podamos vivir con dignidad y en libertad.
Antonio Pérez
Esclarín
pesclarin@gmail.com
@pesclarin
Zulia -
Venezuela
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