domingo, 24 de enero de 2016

ALBERTO LOSSADA SARDI, ‘A SENSE OF BELONGING’, (SENTIDO DE PERTINENCIA O PERTENENCIA)

Traduttore, traditore, reza el viejo aforismo italiano. La mayoría de las veces se puede traducir literalmente un escrito, pero no siempre capta el sentido del mismo. Es como si dijera que saudade o morriña quiere decir “tristeza”… No, hay un cúmulo de sensaciones asociadas a la idea que no son traducibles a idioma alguno pero que todos quienes conocen esos dos idiomas entienden perfectamente.

Todo aquel que no conoce lo que es la verdadera diplomacia siempre acusa al diplomático de vivir entre almuerzos, champaña, caviar y sueños… Y sí, es verdad, es agradable disfrutar de esas cosas particularmente deliciosas, pero que tampoco son diariamente y dependen del nivel al cual ha llegado el diplomático en la mayoría de los casos.

Pero esto es farándula; material para la prensa rosa… Apuesto a que nadie de quienes piensan así ha dedicado un solo minuto a pensar en el diplomático, la persona, el ser, el humano, cuyo destino coincide con el del gitano, un año aquí, tres allá, cinco en aquél lado y cinco en esta parte y todo con la casa a cuestas cual caracol…

Y el título de éste artículo es así, en inglés, porque, si bien tiene una traducción literal: “sentido de pertenencia”, no traduce exactamente lo que el título implica. Nadie piensa que el diplomático deja atrás lo que más ama y, justamente, para hacer que sea amada afuera. Que sus sentimientos van a sufrir, necesariamente,  una transformación que nunca se imagina. Nos desarraigamos, sin desearlo, de nuestra Tierra Madre y nos convertimos en propagandistas ingenuos de lo desconocido para extraños. Y, al mismo tiempo, vamos sentando raíces en donde, en ese momento, estemos: amigos, compadrazgos, simpatías, fanatismo en los deportes y el día a día que es invariable para todos. Hay que comprar el mismo pan en la misma panadería, la misma carne en la misma carnicería y conversar todos los días de algo con los vecinos; y advertirles –en algunos países- que , por favor, no nos hablen de política interna (a pesar de que a veces te dicen: “no jodas, tú eres de los nuestros”)

Y es muy difícil describir ese “sense of belonging”. Mis pocas neuronas me dicen que ese “belonging” es Venezuela, pero, me pregunto, ¿los amigos no se hicieron adultos en mi ausencia?, ¿no hicieron toda una vida sin mí?, ¿qué raíces me quedan? ¿recordarles que una vez, hace 40 o 50 años estuvimos juntos en un aula de clases? No. Ya hicieron su vida igual que nosotros las nuestras, con la diferencia de que, para ellos, la consulta, la opinión o el consejo del amigo estaba ahí, al otro lado de un teléfono, y, mientras nosotros deseábamos lo mismo, no teníamos a quién tener del otro lado del teléfono (las comunicaciones internacionales efectivas y fáciles son desde los años 90)

¿Sentido de pertenencia? Aunque sea la traducción literal, explíquenmelo. Me siento, en términos de corazón, más atado a Lima que a Caracas; en términos de tranquilidad, más a Lisboa que a Caracas, y, en términos de cariño recibido, más a Managua que a Caracas. ¿Cuál es entonces mi “pertenencia” a la tierra que amo porque me vio nacer?

Eso es lo que desconoce quien critica a los diplomáticos; no se molesta en conocer que detrás del adjetivo “diplomático” existimos seres humanos que sufrimos, nos sentimos desarraigados, que quisiéramos algo estable –que es incompatible con ser diplomático, no nos engañemos, pero el deseo sí existe- y que, la mayoría, representamos y hacemos quedar bien a este país de todos y que amamos todos.

“A sense of belonging”? Sí, es lo que nos da cuando, después de 35 o 40 años, nos vamos y nos preguntamos: “¿de dónde soy y a dónde voy?” Amo a Venezuela como pocos la aman; sé que la mayoría de mis compañeros igual, pero, en el invierno de la vida, ese “sentimiento de pertenencia” nos muerde el alma…

Alberto Rafael  Lossada Sardi.
arlossadas@gmail.com
@adassol
UCAB

Caracas - Venezuela

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