sábado, 2 de enero de 2016

ULISES BOSIA. ¿HASTA DÓNDE PUEDE LLEGAR EL MACRISMO?, VISION OPOSITORA, DESDE ARGENTINA

La llegada inesperada de Macri al gobierno abrió una nueva gestión de carácter liberal en la historia nacional, por primera vez mediante el voto popular.

Abrir la economía al comercio internacional, fomentar las exportaciones de productos primarios o con escaso nivel de procesamiento, terminar con el control de cambios, disminuir al mínimo las retenciones, ajustar el gasto público, eliminar subsidios en los servicios y el transporte público, atacar las regulaciones estatales y dejar actuar los mecanismos del mercado como en el caso de los medios, reprimir la protesta social, disminuir impuestos para el capital, cuestionar por ineficiente al Estado para justificar despidos, incorporar gerentes de grandes empresas locales y transnacionales en los principales puestos de gobierno, así como también “angelados y apolíticos” referentes de ONGs, subir las tasas de interés, reabrir el ciclo del endeudamiento externo y buscar un acuerdo con los fondos buitres en términos beneficiosos para ellos, asociarse a la corporación judicial, promover una modificación regresiva de los precios relativos internos, subordinar la política internacional a los intereses norteamericanos. Liberalismo al palo.

Todo esto -y más- nos dejaron los primeros veinte días de gobierno de Mauricio Macri, que no dudó en comenzar la implementación de su programa de inmediato, mediante decretos de necesidad y urgencia y evitando pasar por el Congreso, donde las proporciones de los bloques legislativos lo hubieran obligado a adaptar sus planes a las representaciones democráticas surgidas de las urnas.

Incluso asumiendo la hipótesis de que todos los votantes de Cambiemos en la primera vuelta desearan la aplicación de este programa, eso sólo alcanzaría a un 34% de la población, concentrado en la zona central del país. En el ballotage la elección estuvo caracterizada por la oposición continuidad/cambio, por lo que es más forzado todavía decir que un 51% hayan votado este programa. Pero aún concediendo ese segundo punto, es evidente que prácticamente la mitad de la población no acompañó este cambio, por lo que la política resuelta por el macrismo genera el interrogante sobre su legitimidad a mediano plazo.

¿Puede un presidente hacer lo que quiera?

Si el kirchnerismo pudo interpretarse como “el peronismo del siglo XXI”, con algunos puntos de contacto muy fuertes con las experiencias vividas en los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado; ahora pueden encontrarse elementos fuertes de comparación del macrismo con las distintas políticas liberales que lo enfrentaron, la mayor parte de las veces mediante gobiernos de facto como en 1955, 1966 o 1976, así como durante los años 90, cuando Menem llegó al gobierno por las urnas pero teniendo muy en cuenta que “si decía lo que iba a hacer no lo votaba nadie”.

Puede decirse que el liberalismo es la política y la ideología predilecta de las principales fracciones de la burguesía argentina, así como de los intereses de la política exterior norteamericana. La generosa dotación de CEOs en el gabinete es la expresión contemporánea de ese beneplácito, por el que las corporaciones vuelven a controlar de manera directa la gestión del Estado nacional.

El carácter impetuoso y violento de estos veinte días deja entrever también una suerte de revancha de clase, así como la evidencia de que los doce años kirchneristas dejaron incólumes las bases materiales de su dominio.

Hasta ahora en todos los casos históricos, la aplicación de una política liberal requirió fuertes formas de disciplinamiento del descontento social. Una de ellas: la violencia represiva del Estado, llegando al extremo genocida de la última dictadura militar, pero permanente a lo largo de nuestra historia.

En el caso del menemismo, la gran fuente de disciplinamiento social fueron primero las dos hiperinflaciones, sobre las que fueron posibles las grandes transformaciones neoliberales y las derrotas de las huelgas contra las privatizaciones; y más adelante la amenaza del desempleo, combinada con la represión de la protesta social.

En el caso del gobierno de Macri, la pregunta planteada es hasta dónde tendrá legitimidad para llevar adelante la implementación del programa neoliberal. ¿Cuáles serán las formas de disciplinamiento que encontrará?

La batalla está abierta

El PRO no accedió a la presidencia en medio de una crisis económica o social de magnitud comparable con la provocada por la hiperinflación de hace veinticinco años, por más que el dispositivo mediático haya trabajado durante años para construir esa imagen.

Puede -y seguramente logre- hacer concesiones momentáneas para domesticar a una parte importante de las organizaciones gremiales y sociales, apoyándose en el corporativismo que caracteriza a sus direcciones y en la propia lógica del reclamo reivindicativo. Pero en general las organizaciones populares se fortalecieron desde el año 2001, así como los niveles de conciencia política del pueblo trabajador.

Aunque sea previsible un aumento de la represión de la protesta social con una cuota importante de respaldo social –como ya se pudo ver en el caso del conflicto de Cresta Roja y en la intervención a la AFSCA-, los niveles socialmente tolerables de represión todos estos años fueron bajos.

Por esas razones la batalla social está abierta. El gobierno y el poder económico -que en este caso es prácticamente lo mismo- buscarán crear las condiciones para avanzar lo máximo que puedan en la implementación de su política liberal antipopular, desde la trinchera estatal que ganaron en las elecciones.

La capacidad de resistencia y de unidad en las calles y en todos los espacios que encuentren las organizaciones del campo popular y el conjunto del pueblo trabajador serán determinantes para poner un límite a la voracidad empresarial y del imperialismo, en esta primera etapa del macrismo en el gobierno.

Ulises Bosia
ulibosia@gmail.com.
@ulibosia

Argentina

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