La democracia, en
medio de su precariedad, es utilizada como coartada para
favorecer incidencias
cuyos valores políticos con menguados por acción de quienes
hablan en su nombre.
En la actualidad, es
casi imposible imaginar la política sin medios de comunicación. Indistintamente
del sistema político que adopte el discurrir de cualquier nación. O sea, el
ejercicio de la política requiere de los medios, indiferentemente de si es
democracia o dictadura, pues de su funcionalidad y cometido depende buena parte
del logro que persigue el trabajo proselitista sobre el cual descansa el
interés del gobierno tanto como de los partidos políticos. Y desde luego, de
toda necesidad de politizar o maniobrar la conciencia del ciudadano, mediante
información elaborada con propósito predeterminado. Y aunque los medios
aseguran ser totalmente objetivos, siempre el sesgo informativo delimita la
intención del mensaje lo cual los convierte en arma de doble filo adquiriendo
así mayor poder e influencia sobre las opiniones de una población que al no contar con un nivel educativo alto,
el problema alcanza riesgos mayores.
Esta situación, lleva
inferir el gran poder político, económico y social de los medios de
comunicación. Incluso, por encima de partidos políticos y organizaciones
sociales. He ahí la razón para concluir el magnetismo que despierta el uso de
los medios por parte de la política. Sobre todo, cuando los medios se prestan a
la mentira. Es decir, otra forma de demostrar la fuerza que reside en ellos
toda vez que se atreven a desfigurar las realidades según la dirección que
ordenen las circunstancias. Y es lo que pretende la praxis política, aunque no
siempre con oscuras intenciones, pues hay veces que operan con el propósito de
animar respuestas o incitar reacciones que devengan en procesos de cambio. Sólo
que dichos cambios tienen el sentido que, ciertas oportunidades forzadas por
las coyunturas, permiten a quienes se atreven a valerse de las mismas en
beneficio de causas políticas particulares.
Quizás fue la razón
para que Herbert Marcuse, calificado filósofo y sociólogo, se preguntara si
realmente “¿pueden diferenciarse los medios de comunicación de masas vistos
como instrumentos de información y diversión, o como medios de manipulación y
adoctrinamiento?”. Seguramente no. Ni siquiera en democracia, Mucho menos, en
dictadura. Y todo ello así tiende a suceder, a consecuencia de los intereses
que siempre lucen encubiertos por pretextos o motivaciones que buscan
justificarse bajo algún argumento ideológico o fáctico rebuscado entre el
grueso de excusas que se tienen “bajo la manga”.
En Venezuela, por
ejemplo, la democracia en medio de su precariedad, es utilizada como coartada
para favorecer incidencias cuyos valores políticos se han visto menguados por
acción de quienes hablan en su nombre. Con el cuento de la “guerra económica”,
medios de comunicación al servicio del régimen buscan redefinir la normalidad
con el fin de justificar ejecutorias bajo cuya impunidad se encubre la
corrupción. Es ahí donde la avidez de poder de politiqueros ensañados contra la
decencia y el civismo, se asocian con medios vendidos al mejor postor para
usufructuar y usurpar el poder político y convertirlo en recurso de demagogia,
opresión y animadversión, condiciones propias de todo sistema político
embadurnado de mentiras.
En esta Venezuela de
improductivas revanchas, buen número de medios de comunicación se sintonizaron
con las amenazas del régimen que acostumbraron a ciertos sectores de la
población a escuchar lo que sólo el gobierno determina a su favor. Habla de que
el salario fue incrementado aunque no alude a referencia alguna con la cual
comparar. Por eso no explica de cómo la inflación más de 240%, estimuló una
considerable caída del poder adquisitivo lo cual repercutió sobre la merma de
la calidad de vida del venezolano. Encima de esto, tampoco explica los
zarandeos que adolece la estructura de gastos lo cual sumado a la falta de capacidad
gerencial y de expertos en áreas específicas de la economía, maneja como
razones con la malsana intención de suplir verdades por engaños y mentiras las
cuales son aceptadas por desinformados, ilusos y anonadados. No obstante,
quienes forman parte del alto gobierno, están debidamente informados de los
retorcidos que se cuecen en la olla podrida que está quedando la Hacienda
Pública nacional.
Aquello que se decía
de que “una democracia precisa de medios de comunicación libres e
independientes”, tuvo sentido hasta que esa misma democracia comenzó a verse
falsificada a consecuencia de la manipulación de la información. Sobre todo,
para mostrar o aparentar lo que los gobernantes no lograban alcanzar. Porque
también se sabe que, ante momentos precedidos y presididos por la opresión y la
agresión del poder político dominante, muchos medios llegan a actuar como los
peores enemigos del cambio democrático. Mientras tanto, esos regímenes se
complacen haciendo vulgar y manipulada política de micrófono.
“Cuando un medio de
comunicación se pliega a la opresión gubernamental, es porque posiblemente se
halla carente de libertad para informar y opinar. El temor a la represalia,
lleva a censurarse y así desviar la verdad hacia el lado que propone el
régimen. O porque el periodismo practicado está contaminado
de sordidez e
impudor”
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
Merida - Venezuela
Cada día que transcurre, los medios de comunicación se hacen necesarios en los sistemas democráticos. El problema surge cuando el talante informativo de medios democráticos, se ve perturbado por trabas autocráticas que inhiben la libertad de prensa. O cuando la línea editorial de un medio se debilita ante la tentación del poder procesada a través de mecanismos de corrupción con la fuerza necesaria para violentar principios y valores morales. Léalo en esta entrega de PIDO LA PALABRA.
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