jueves, 30 de marzo de 2017

TRINO MÁRQUEZ, OEA: SE ACABÓ LA INDIFERENCIA

NUNCA SEGUNDAS PARTES FUERON BUENAS

Nicolás Maduro ha tratado de reeditar sin ningún éxito, casi sesenta años después, el épico enfrentamiento de Fidel Castro y los comunistas cubanos contra los Estados Unidos. Aquella batalla que la izquierda insurreccional y guerrerista latinoamericana vivió como un desafío sin precedentes contra la potencia del norte, fue vista con simpatía hasta por algunos sectores democráticos que quedaron postrados frente al magnetismo, siempre manipulador, de Castro.  Ese enfrentamiento se libró en el contexto de la Guerra Fría. Fue respaldado también por grupos de la izquierda norteamericana. Charles Wright Mills, un intelectual estadounidense muy influyente de la época, autor de Escucha, yanqui, apoyó a los guerrilleros que habían bajado de Sierra Maestra. Aunque  Cuba,  gracias a la claridad y tenacidad de Rómulo Betancourt, fue expulsada de la Organización de Estados Americanos (OEA) y fue objeto de un embargo por parte de las naciones del continente, la causa revolucionaria se ganó la simpatía de una inmensa cantidad de estamentos políticos que iban desde la izquierda radical hasta grupos del centro progresista.

         Este fenómeno se repitió en cierta medida, aunque sin el impacto mundial de la Revolución Cubana, cuando Hugo Chávez impulsó el proceso bolivariano. El comandante despertó cierto entusiasmo entre la alicaída izquierda marxista, desorientada luego del colapso de Unión Soviética y del derrumbe del socialismo en Europa del Este. Chávez, navegando en petrodólares, le inyectó una fuerza renovada al populismo de izquierda. Sus desplantes antiimperialistas despertaron admiración en grupos intelectuales y en partidos políticos de Latinoamérica y de otras regiones del planeta.

         El extraviado Maduro ha pretendido emular los desafueros de Fidel Castro y Hugo Chávez, sin poseer el carisma de esos dos dirigentes y en circunstancias totalmente diferentes. Maduro se imagina que se encuentra al comienzo de la era chavista, sin darse cuenta de casi dos décadas desde que su movimiento tomó el poder. Durante este largo ciclo se han producido numerosos cambios en  el continente. En todos los países se han producido transformaciones nacidas de las urnas electorales. La mayoría de las naciones han crecido e incorporado a los grupos más pobres y vulnerables de la población, a pesar de que ninguno ha disfrutado de los ingresos astronómicos generados por el petróleo. ¿Cómo puede Maduro explicar y justificar la miseria atroz que padecen los venezolanos, luego de que al país han ingresado más de un billón de dólares en un período tan corto?

         La payasada de la “guerra económica” es una mentira tan bufa que no engaña ni al diplomático más incauto, y ya sabemos que en política pueden perdonarse todos los errores, menos el ser ingenuo. La señora Delsy Rodríguez no asusta  ni convence a nadie. Su estilo destemplado servirá en la reuniones de la cúpula madurista, pero en foros internacionales donde las palabras hay medirlas con escalímetro, solo provocan estupor  e indignación.

         De la discusión que se libra en la OEA probablemente no salgan sanciones graves contra Venezuela. Ningún gobierno desea castigar a los venezolanos. Solo se busca que el madurismo retorne al camino democrático del cual se salió hace mucho tiempo. Las exigencias apuntan al rescate de la institucionalidad y la defensa de los derechos humanos: calendario electoral, liberación de los presos políticos y respeto a la autonomía y a las decisiones de la Asamblea Nacional. Nada extraordinario. Nada injerencista. Todo apegado a los cánones de la democracia más ortodoxa y convencional. Exigencias parecidas se les planteaban a las dictaduras militares que castigaban a la región hace algunas décadas. Al final, todas tuvieron que aceptar los reclamos de la comunidad internacional y de los grupos democráticos internos. Esto sucedió aunque el organismo hemisférico no tuvo una participación tan dinámica como ahora.

         Maduro no tiene más opción racional que aceptar las demandas de la OEA. Tendrá que proponer un cronograma electoral que incluya las ya vencidas elecciones de gobernadores, y los comicios para elegir alcaldes en 2017 y Presidente de la Republica en 2018. Eludir esta suerte, arrebatarles la inmunidad a los parlamentarios y convertirse en dictador puro y duro, con el barniz que le coloca el TSJ, tendrá un costo muy elevado para quienes lo acompañen en esa aventura irresponsable, incluido el Alto Mando. 

Mientras más pronto acepte los términos de una negociación, mejor para él y sus aliados.


Trino Marquez Cegarra
trino.marquez@gmail.com
@trinomarquezc
Miranda - Venezuela  

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