Gobernar
no es tarea fácil, y en democracia es más complejo aún mantener los niveles de
popularidad, con altos estándares de
eficacia por tiempo determinado y ello se está viendo en estos últimos tiempos,
en varios gobiernos que dan muestras de agotamiento del sistema, y de su
entusiasmo revolucionario no queda virtualmente nada. En el vecino país brasileño,
la popularidad de Dilma Rousseff asoma niveles
de un 10% y en el nuestro, Maduro con apenas el 18%. Si grandes líderes como
Thatcher en Inglaterra, Kohl en Alemania o Felipe González en España
demostraron con claridad que luego de 10 años las cosas no son iguales, ¿cómo
es posible creer que a los antes mencionados les puede ir mejor?
El
desgaste, es la contradicción permanente como en el caso venezolano, en el que
el doble discurso desdibuja los propósitos que en sus enunciados suele hacer
con regularidad Maduro, en su diaria obsesión discursiva (¿) a través del
monopolio mediático con el que cuenta el régimen, pese a lo cual no se renueva
y contrariamente dedica más tiempo a determinar quienes le son infieles y
quienes no en su gobierno, por lo que las incoherencias y su pésima gestión al
frente de los destinos del país comienzan a pasarle factura.
La
vida se enriquece y profundiza cuando los humanos entienden las diferencias
conceptuales, su uso y significado. Somos testigos de un mundo que pierde cada
vez más la capacidad de pensar. Las grandes multitudes como intuyó, hace más de
medio siglo Ortega y Gasset, no son más que "masas" humanas
condicionadas por los abalorios de falsos mensajes. Su pensamiento parece
tener más vigencia que antes.
La
sociedad contemporánea puede captar la diferencia entre los conceptos de
soldado y guerrero, que aparentemente estén ligados a la guerra, pero sus
contenidos son diametralmente opuestos. El soldado como señala el origen de la
palabra, es quien va al combate y pertenece a un componente militar que va más
allá de la configuración estructural y funcional, pues su razón es la de
prepararse para la guerra, lo cual implica la necesidad de armonizar los
procesos productivos de la defensa en tiempos de paz, para asegurar una
eficiente labor que facilite las operaciones en caso de emergencia.
El
guerrero es aquel hombre o mujer que combate por sus ideales y creencias y no
le importa dejar su cuerpo hecho jirones, en calles, avenidas o cualquier
terreno, pero ello constituye parte de su propio dogma. Estos son los hombres y
mujeres que a través de la historia construyen sociedades dignas y hacen
avanzar a la humanidad por sendas de esperanzas. Sobre las duras calles de las
impasibles ciudades de nuestro país, caminan cientos de guerreros y soldados,
que todos los días salen a su campo de batalla. Sin embargo, los guerreros
dejarán su huella profunda, en los círculos de su entorno. Los grandes
guerreros marcaron la historia y viven en la estela mitológica de los pueblos.
Descrito
el significado, nuestros lectores pueden sacar sus propias conclusiones y
definir a hombres y mujeres que marchan todos los días, portando en sus manos
el pabellón tricolor, para exigir el cumplimiento de sus derechos constitucionales, violentados por quienes bajo una falsa
revolución a la que le adosaron el nombre del Libertador, poco o mejor dicho
nada, les importa la crisis económica
que asola a la mayoría de los venezolanos, la cual se ha convertido en la más
desgarradora situación que pudiese haberse imaginado.
Esta
respuesta refleja la incapacidad de quienes nos gobiernan (¿), además de que
ellos saben lo que hacen, es parte de su plan. Si acaso llegó a sus manos la
obra “El Príncipe de Maquiavelo” seguro
habrá sido almohada de los “líderes” de la susodicha revolución, pues
literalmente siguen el precepto: “Si un príncipe se quiere mantener en el poder
ha de aprender a no ser bueno”; es decir, hay que ser malo. Entienden por malo
como ineficiente.
Estos
llamados líderes de la revolución socialista marxista y bolivariana y por ende
comunista, se comportan con el temor natural del chimpancé frente a los
gorilas. Hay que ser malo y asustar al enemigo. Lo que sí es malo (de haraganes)
es que ignoran al Maquiavelo republicano (discursos), quien afirma que los
hombres son malos por naturaleza y que las leyes los hacen buenos, por lo que
desconocen que al violar las leyes del Estado no está siendo malo en el
concepto monárquico, sino despreciable y perjuro ante los ojos de la nación, y
además no pueden ocultar la violencia y odio, que inculcan a diario en sus
largas peroratas discursivas.
La
razón de Estado del régimen madurista, podría
encontrarse en la fábula “Vicios privados, beneficios públicos” (B Mandeville),
sátira en la cual la sociedad prospera por los vicios de sus miembros, es
decir, por lo que permita garantizar
prosperidad y se desgobierna para que los reyezuelos de la corrupción se
ahoguen en sus propios vicios y glotonerías, tal como venimos observando desde
hace mucho tiempo en nuestro sufrido y desgraciado pueblo.
La
explicación radica en los conceptos prusianos (Hitler y Stalin sus máximos
representantes), de que la soberanía no reside en el pueblo sino en las
quijadas del asno esgrimidas por el más fuerte: el derecho (o sea el poder) es
el predominio de la omnímoda y caprichosa voluntad del gobernante. La alianza
con lo imposible presagia un Estado corporativista-fascista, fácil de deducir por
las evidencias que a lo largo de estos 16 años, el pueblo ha podido constatar
en carne propia. Las huellas llevan a alianzas y financiamientos, con obscuras
intenciones por parte de quienes nos quieren vender las bondades foráneas de
un pueblo, que subsiste bajo las más
precarias condiciones, como el cubano.
En
los Estados democráticos, los militares en servicio activo son ciudadanos
sometidos, aún en tiempo de guerra, al poder civil (Truman despidió a MacArthur
en plena guerra de Corea); pero en nuestro país, en el que la arbitrariedad de
quienes detentan el poder ha llegado a extremos inauditos, como la de pisotear
la propia Constitución Nacional, que despectivamente el Comandante galáctico la
denomino “La Bicha”, hizo posible que los militares coparan todos los espacios
de la administración pública: Ministerios, Institutos Autónomos, empresas del
estado, Banca, hasta gobernaciones y Alcaldías, para de esta manera constituir el llamado gobierno cívico-militar,
con el que se afianzaría desde entonces y hasta el día de su muerte, y que
ahora su hijo putativo y heredero Nicolás Maduro, no vacila en confiarles más
poder a oficiales activos y retirados, visto el crecimiento del rechazo a su
gestión (¿) y con el perverso propósito de darle estabilidad al régimen, que
viola los derechos de los venezolanos, y conduce al país por el peligroso camino que llevo a
la humanidad al infierno nazi-comunista de Hitler y Stalin.
Forjar
la historia es seguir y aprender de los guerreros, porque es avizorar un futuro
mejor, lejos de la convulsión gigantesca y visión egoísta de un régimen, cuya
hegemonía será extinguida el próximo 6 de diciembre en las elecciones
parlamentarias, por haber truncado con palabras y más con hechos la libertad, justicia y democracia del
pueblo venezolano.
No
olvidemos que en la vida cotidiana se puede elegir entre ser guerrero o soldado,
y definir nuestro destino y la visión de
trascender por encima de todas las cosas. Hombres, mujeres, jóvenes, ancianos,
estudiantes, obreros, campesinos, profesionales, empresarios, en fin, la
sociedad entera de Venezuela, seguros estamos es guerrera; y por eso tenemos la
firme convicción de que encontraremos los puntos de motivación que aglutinen
las acciones en una sola dirección para salvar el futuro. Es el momento
oportuno.
¡Ni
un paso atrás!
Carlos E. Aguilera A.,
careduagui@yahoo.com
@_toquedediana
Miembro fundador del Colegio Nacional de Periodistas (CNP-122)
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