martes, 27 de octubre de 2015

ENRIQUE MELÉNDEZ, EN EL DIVÁN DE JORGE RODRÍGUEZ

         Leyendo la reseña que hace uno de los periódicos oficialistas, que reparten en el Metro de Caracas, del programa televisivo del psiquiatra Jorge Rodríguez, “La Política en el Diván”, termina diciéndose “pobres pacientes los de este señor”.

         Claro, esto no es extraño en la gente de esta profesión. El famoso psicoanalista francés Jacques Lacan tenía fama de que atesoraba lingotes de oro; a propósito de su éxito económico, como profesional de la psiquiatría y como autor de obras, que tuvieron mucho público, y a los que solía acariciar de vez en cuando, muerto de codicia; así como aparece Chávez en un mural, que hay en la entrada del BCV, con los famosos lingotes de oro de nuestras reservas internacionales. Recuerdo que cuando yo llegué a París en el año de 1980 estaba muy de moda la teoría de Lacan, en especial, su concepto sobre el imaginario, sobre todo, porque volvía a aquello del subconsciente de Freud, que había sido su impacto científico. Pero, además, el psicoanálisis en sí era la nueva ola. Los franceses, que son muy hábiles para ilustrar y expandir cualquier moda intelectual, que a ellos se les ocurra, se encargaron de propagar esta metodología científica, con el carismático Freud a la cabeza, como había sucedido con Sartre y el existencialismo, que había sido la moda intelectual anterior; llegó un momento en que el psicoanálisis constituyó una hegemonía epistemológica, sobre todo, en las décadas de 1970, 1980, y en Sudamérica, donde más acogida tuvo fue en Argentina, y donde se reprodujo, incluso, un cierto movimiento de la antisiquiatría, y esto porque en aquella sociedad llegó un momento en que todo el mundo quería ser psicoanalista; lo que prueba que, mientras los países del Sur de nuestro continente son muy dados a este tipo de modas, los países del Norte más bien son recelosos, pues en Venezuela tuvo su auge, hay que reconocer que hubo un movimiento psicoanalítico, pero no se asumió de un modo tan febril, como en Argentina o en Chile, y no es sino ahora, cuando viene a hacerse sentir, digamos así; pero sólo para apoyar las ocurrencias que le salen al alcalde de Caracas. Por cierto, que se decía que Lacan era uno de los psiquiatras a quien más se le suicidaban los pacientes: cuestión de chismes entre intelectuales.
         Pobres pacientes, decía, porque así como es de irresponsable con el manejo de la práctica de su profesión, tiene que serlo también con sus pacientes; pues la proyección de su imagen allí no pasa de ser una opereta de mal gusto, en especial, porque el exceso de su refinamiento viene a resultar muy artificioso. ¿Acaso alguien ha olvidado aquel cognomento que le aplicó a Fernando Salas Feo, cuando lo llamó “Señor Pollo”?
         Sentó a la oposición en el diván, y entonces comenzó a enumerar las psicosis de sus trastornos sociales de personalidad: primero, fracaso para adaptarse a las normas sociales, y que era, a su juicio, lo que la llevaba a desconocer el acatamiento a la Constitución; esto dicho por un sujeto que, mediante sus actuaciones públicas, parece decir, como José Tadeo Monagas: “la Constitución sirve para todo”; un hombre que convirtió el Consejo Nacional Electoral en el ministerio de Asuntos Electorales del gobierno; gracias a lo cual, incluso, ocupó el despacho de la vicepresidencia de la República, es decir, gracias a lo cual fue premiado.
         Luego el señor Rodríguez habla de la falta de honestidad, por parte de la oposición; cuando, a su juicio, incita al amotinamiento social con consignas como “la salida es ya”, “vamos a la calle”, “vamos a destruir”, “salgan con su arrechera”. Yo me pregunto: ¿está diciendo la verdad Rodríguez, cuando tergiversa la semántica de estas frases? Pues cuando Capriles dijo: “vamos a descargar la arrechera en las calles” no le agregó ese predicado de “y vamos a destruir”. Además, Capriles tiene todo el derecho a convocar a una manifestación pública, en su caso por la defensa de su triunfo, ya que ese derecho está contemplado en la Constitución.
         La otra psicosis de esa supuesta patología social que sufre la oposición a juicio de Rodríguez es la de una gran irritabilidad y agresividad, e ilustró el asunto diciendo que, por ejemplo, Jesús “Chuo” Torrealba, en las ruedas de prensa de la MUD, pareciera que “tuviera un ataque de hemorroides trombosadas”, y ante semejante vocabulario uno se pregunta, ¿quién está resultando el agresivo aquí? Ya uno sabe la carga que llevan estas palabras, sobre todo, en un medio como el venezolano.
         Lo otro que encuentra el psiquiatra Rodríguez en la patología de la oposición es la despreocupación por todo lo que pueda suceder a su paso, en su nefasto intento de sabotear la revolución bolivariana, y que, en ese sentido, se permite cerrar calles. Yo me pregunto: ¿lo consienten las bandas armadas de este gobierno? Además, ¿quiénes son los que se dan el lujo aquí de cerrar calles, cuando les viene en gana, tanto para actos políticos, como para operativos de todo tipo?
         Por supuesto, en sus palabras tampoco dejó de faltar el famoso acuerdo de respeto a los resultados electorales, sean cuales fueren, que la oposición se niega a firmar; algo que constituye un infundio, y donde vuelve a relucir su falta de honestidad, si se parte del hecho de que esta virtud exige, precisamente, que se respeten las razones del otro, en determinada cuestión, y si la MUD se niega a firmar dicho acuerdo, es porque abriga sus razones. ¿Por qué a cambio el gobierno no permite la participación de una observación extranjera en las elecciones del 6D?
         Por último, Rodríguez trae a colación el caso del matón que asesinó a una señora, que lo denunció por haberle robado unos dólares, para hablar de falta de arrepentimiento de la oposición, partiendo de que el matón es de Primero Justicia. ¿El psiquiatra Rodríguez por la conducta de uno de sus militantes, juzga la de todo un partido? ¿Quién esta necesitando un diván?
Enrique Melendez O.
melendezo.enrique@yahoo.com

@emelendezo

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