Leyendo la reseña que hace
uno de los periódicos oficialistas, que reparten en el Metro de Caracas, del
programa televisivo del psiquiatra Jorge Rodríguez, “La Política en el Diván”,
termina diciéndose “pobres pacientes los de este señor”.
Claro, esto no es extraño
en la gente de esta profesión. El famoso psicoanalista francés Jacques Lacan
tenía fama de que atesoraba lingotes de oro; a propósito de su éxito económico,
como profesional de la psiquiatría y como autor de obras, que tuvieron mucho
público, y a los que solía acariciar de vez en cuando, muerto de codicia; así
como aparece Chávez en un mural, que hay en la entrada del BCV, con los famosos
lingotes de oro de nuestras reservas internacionales. Recuerdo que cuando yo
llegué a París en el año de 1980 estaba muy de moda la teoría de Lacan, en
especial, su concepto sobre el imaginario, sobre todo, porque volvía a aquello
del subconsciente de Freud, que había sido su impacto científico. Pero, además,
el psicoanálisis en sí era la nueva ola. Los franceses, que son muy hábiles
para ilustrar y expandir cualquier moda intelectual, que a ellos se les ocurra,
se encargaron de propagar esta metodología científica, con el carismático Freud
a la cabeza, como había sucedido con Sartre y el existencialismo, que había
sido la moda intelectual anterior; llegó un momento en que el psicoanálisis
constituyó una hegemonía epistemológica, sobre todo, en las décadas de 1970,
1980, y en Sudamérica, donde más acogida tuvo fue en Argentina, y donde se
reprodujo, incluso, un cierto movimiento de la antisiquiatría, y esto porque en
aquella sociedad llegó un momento en que todo el mundo quería ser
psicoanalista; lo que prueba que, mientras los países del Sur de nuestro
continente son muy dados a este tipo de modas, los países del Norte más bien
son recelosos, pues en Venezuela tuvo su auge, hay que reconocer que hubo un
movimiento psicoanalítico, pero no se asumió de un modo tan febril, como en
Argentina o en Chile, y no es sino ahora, cuando viene a hacerse sentir,
digamos así; pero sólo para apoyar las ocurrencias que le salen al alcalde de
Caracas. Por cierto, que se decía que Lacan era uno de los psiquiatras a quien
más se le suicidaban los pacientes: cuestión de chismes entre intelectuales.
Pobres pacientes, decía,
porque así como es de irresponsable con el manejo de la práctica de su
profesión, tiene que serlo también con sus pacientes; pues la proyección de su
imagen allí no pasa de ser una opereta de mal gusto, en especial, porque el
exceso de su refinamiento viene a resultar muy artificioso. ¿Acaso alguien ha
olvidado aquel cognomento que le aplicó a Fernando Salas Feo, cuando lo llamó
“Señor Pollo”?
Sentó a la oposición en el
diván, y entonces comenzó a enumerar las psicosis de sus trastornos sociales de
personalidad: primero, fracaso para adaptarse a las normas sociales, y que era,
a su juicio, lo que la llevaba a desconocer el acatamiento a la Constitución;
esto dicho por un sujeto que, mediante sus actuaciones públicas, parece decir,
como José Tadeo Monagas: “la Constitución sirve para todo”; un hombre que
convirtió el Consejo Nacional Electoral en el ministerio de Asuntos Electorales
del gobierno; gracias a lo cual, incluso, ocupó el despacho de la
vicepresidencia de la República, es decir, gracias a lo cual fue premiado.
Luego el señor Rodríguez
habla de la falta de honestidad, por parte de la oposición; cuando, a su
juicio, incita al amotinamiento social con consignas como “la salida es ya”,
“vamos a la calle”, “vamos a destruir”, “salgan con su arrechera”. Yo me
pregunto: ¿está diciendo la verdad Rodríguez, cuando tergiversa la semántica de
estas frases? Pues cuando Capriles dijo: “vamos a descargar la arrechera en las
calles” no le agregó ese predicado de “y vamos a destruir”. Además, Capriles
tiene todo el derecho a convocar a una manifestación pública, en su caso por la
defensa de su triunfo, ya que ese derecho está contemplado en la Constitución.
La otra psicosis de esa
supuesta patología social que sufre la oposición a juicio de Rodríguez es la de
una gran irritabilidad y agresividad, e ilustró el asunto diciendo que, por
ejemplo, Jesús “Chuo” Torrealba, en las ruedas de prensa de la MUD, pareciera
que “tuviera un ataque de hemorroides trombosadas”, y ante semejante
vocabulario uno se pregunta, ¿quién está resultando el agresivo aquí? Ya uno sabe
la carga que llevan estas palabras, sobre todo, en un medio como el venezolano.
Lo otro que encuentra el
psiquiatra Rodríguez en la patología de la oposición es la despreocupación por
todo lo que pueda suceder a su paso, en su nefasto intento de sabotear la
revolución bolivariana, y que, en ese sentido, se permite cerrar calles. Yo me
pregunto: ¿lo consienten las bandas armadas de este gobierno? Además, ¿quiénes
son los que se dan el lujo aquí de cerrar calles, cuando les viene en gana,
tanto para actos políticos, como para operativos de todo tipo?
Por supuesto, en sus
palabras tampoco dejó de faltar el famoso acuerdo de respeto a los resultados
electorales, sean cuales fueren, que la oposición se niega a firmar; algo que
constituye un infundio, y donde vuelve a relucir su falta de honestidad, si se
parte del hecho de que esta virtud exige, precisamente, que se respeten las
razones del otro, en determinada cuestión, y si la MUD se niega a firmar dicho
acuerdo, es porque abriga sus razones. ¿Por qué a cambio el gobierno no permite
la participación de una observación extranjera en las elecciones del 6D?
Por último, Rodríguez trae
a colación el caso del matón que asesinó a una señora, que lo denunció por
haberle robado unos dólares, para hablar de falta de arrepentimiento de la
oposición, partiendo de que el matón es de Primero Justicia. ¿El psiquiatra
Rodríguez por la conducta de uno de sus militantes, juzga la de todo un
partido? ¿Quién esta necesitando un diván?
Enrique Melendez O.
melendezo.enrique@yahoo.com
@emelendezo
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