A quienes parece absurdo que las
FARC puedan poner presidente en 2018, hay que aclararles que ya lo pusieron.
A Juan Manuel Santos lo eligieron
los despistados que votaron por la paz; los políticos de la mermelada con sus
huestes; los antiuribistas, que están igual de arrepentidos que los ex
chavistas de Venezuela, y los partidos y movimientos de izquierda, miembros del
Foro de Sao Paulo: FARC, Marcha Patriótica, Partido Comunista y Polo
Democrático, para quienes gobierna con mayor devoción que si hubiera sido
candidato propio. Santos es el primer presidente de las FARC.
Las desembarazó del bien ganado
rótulo de terroristas y les dio estatus de ejército beligerante e invencible;
les ofreció curules y el cogobierno del país; la impunidad; la conservación de
sus riquezas del delito; las reinstaló en la cima mundial del narcotráfico,
multiplicando su coca con la eliminación del glifosato; las reivindicó ante las
cortes penales y las autoridades internacionales incluidas la ONU, el Papa y
EUA; se sometió a todas sus exigencias, que contemplan el Tribunal de la Paz
que es en verdad el Tribunal de la venganza, y les firmará el acuerdo
dejándoles las armas, y un salario de $1.800.000 pesos, el doble del que gana
un soldado profesional, que son $902 mil pesos, más $220 mil de prima de orden
público; y casi el triple del salario mínimo de los colombianos decentes.
El mundo padece una crisis
económica que viene quebrando países y tiene prendidas las alarmas universales
del hambre, iniciada, según algunos, en los efectos Tequila, México, en 1995;
Caipiriña, Brasil en 1999 y jazz, Argentina en 2001, Para otros inició en 1997,
en el sudeste asiático, y para los más, en Estados Unidos, asomada por el
sector de las TIC en 2002, pero especialmente por la quiebra en 2008, del Banco
Lehman Brothers, seguido por Merrill Lynch y el derrumbe bursátil que la
corrupción bancaria y financiera generó en todo el orbe.
La globalización tiene conectadas
las economías, así que el efecto dominó era previsible, y dio tiempo para que
los gobernantes tomaran medidas de emergencia, sin embargo, en países como
Brasil, Argentina, Venezuela o Colombia, siguieron robándose el erario público,
tanto presidentes, como congresistas, contratistas y funcionarios del Estado.
En Venezuela, la obsesión de
Chávez por la expansión de la revolución Castro Bolivariana, lo llevó a
entregar la riqueza nacional, el petróleo, a cambio de simpatías
internacionales, y en Colombia, la obsesión de Santos por la firma del acuerdo
de paz con las FARC, lo llevó a dilapidar la estabilidad financiera que recibió
en 2010, y los 70 billones de la bonanza petrolera, en mermelada política y en
costear su proceso con los terroristas.
Desde el Fondo de Programas
Especiales para la paz, se siguen girando miles de millones de pesos en la más
grande contratación de la historia nacional, que favorece empresas y amigos del
presidente, con el objeto contractual único, de ensalzar las bondades
fariano/santistas.
Caracol Televisión recibió dos
mil millones de pesos, y RCN, la W, El Tiempo y Semana, otro tanto, para entrar
día a día a los hogares y enredar a las
familias con la mentira de la paz.
A Conecta S.A. cuya
presidente es Ángela Baena, esposa del
Ministro de Minas, Tomás González, se le contrató por $5.800 millones de pesos;
a Antanas Mockus por $830 millones; al ex guerrillero León Valencia, y su Nuevo
Arcoiris, por más de 1.400 millones de pesos; a Etecsa, por internet en Cuba
$2.400 millones; a la FAC, por viajes, $1.800 millones; a Aviatur, por pasajes,
$419 millones; a Humberto de la Calle, por honorarios más de 700 millones, y a
Natalia Springer por más de $4.500 millones de pesos. Por arriendos en Cuba se
pagaron casi mil millones de pesos.
La comisión de historiadores, que
reescribirá la nueva historia de Colombia, con las FARC como héroes y las
Fuerzas armadas como villanos, recibió $594 millones de pesos. (Los nombres de
los historiadores fueron aprobados por las FARC, igual que aprobaron los
nombres de las víctimas que fueron a La Habana, a perdonarlos)
Los contratos directos de
Montealegre, entre ellos el de la Tocarruncho, y uno por 609 millones al
magistrado Cepeda quien le compró su casa de la Calera, suman más de once mil
millones de pesos, mientras en las Cortes y en las Fuerzas Armadas la mermelada
se traduce en cargos, presupuestos, puestos y prebendas, como los que adornan
al Magistrado José Leonidas Bustos.
La corrupción tras el proceso de
paz es lamentable, no sólo por el río de dinero, sino por el cretinismo de
quienes todavía le apuestan a la paz de Santos. La meta es falsa. Todo es por
nada. Ni las mismas FARC consideran que el objetivo sea la paz, sino el poder,
y lo expresan sin tapujo a los sordos colombianos. El engaño es claro.
La dilapidación nos metió de
lleno en la Gran Recesión, y ya no hay paso atrás. Las amas de casa la
descubrieron en enero, cuando no les alcanzó la plata para el frijol, las
frutas y la papa, y desde entonces encabezan un nuevo tipo de víctimas, las del
proceso de paz.
Santos giró unos 2.6 billones de
pesos, y percatándose de la quiebra, clamó por austeridad, con medidas tan
extremas como la de ordenar a sus funcionarios que no vuelen más en primera
clase, sino en económica, y así contribuir al crecimiento del 3.2% que auguró
para 2016 el ministro Cárdenas, cuyo hermano, Jorge Hernán Cárdenas, fue
bendecido con contratos por once mil millones de pesos.
Vaciadas las arcas, saqueó el
presupuesto 2016, de salud, educación, cultura, vivienda y del campo, y tampoco
le alcanzó. Entonces el ministro Cárdenas le recordó que cada punto del IVA
equivale a 4 billones de pesos, y por eso la Reforma Tributaria lo ampliará del
16% al 19%, y lo extenderá a útiles escolares y salarios bajos.
Solo incrementó el 7% al SMLV, y
con ello, el número de colombianos por debajo de la línea de pobreza, pues si
el aumento es menor que la inflación, es una rebaja, y con los $689.450 no se
compra ni la canasta básica que vale un millón trescientos mil pesos. Quedamos
peor que Cuba, con sus 20 dólares de SMLV, porque en la isla, la canasta básica
está en 19 dólares, y les alcanza.
Viéndose todavía corto para
cumplir con la guerrilla, Santos decidió vender ISAGEN, uno de los activos más
importantes del país, con el pretexto de las vías 4G. Sus áulicos saltaron de
la dicha, pues recibirían 6.6 billones más, para la feria contractual.
Igual euforia se suscitó en el
gobierno de Pedro Nel Ospina, cuando recibió los 25 millones de dólares por la
venta de Panamá, que también irían a la conectividad vial, a la que llegaron
recursos, pero otros terminaron en el Banco de la República y en el
pantagruélico y lento Cable Aéreo de 37 kilómetros de extensión, entre Ocaña y
Gamarra, cuyos últimos tornillos se vendieron por chatarra en 1950.
Bueno es comparar la abismal
diferencia entre aquellos 25 millones de dólares (A la fecha unos USD 700 millones) con los dos mil
seiscientos millones de dólares, que recibió Panamá, sólo por ingresos del
Canal del año pasado. Así lamentarán los nietos la pérdida de ISAGEN a manos de
los canadienses, compradores de energía y terrenos acuiferos, en el planeta que
se seca.
Santos, según un psiquiatra
amigo, sufre de una enfermedad mental denominada Neurosis obsesiva, con
síntomas que Freud llamó Ungesche henmachen, consistentes en que el paciente
crea y vive una realidad irreal, como “mecanismo de defensa del yo” y característico tanto de la histeria, como
de la paranoia.
Dicha enfermedad mental explica
el por qué Santos no soporta opinión en contrario, y el por qué vendió ISAGEN,
y firmará el acuerdo con las FARC, contra la oposición de millones de
ciudadanos. También explica su megalomanía y vocación de sátrapa, que no le
permitió trastearse a la Casa Privada del Palacio de Nariño, sino cuando le dio
el último toque a su remodelación fastuosa, y el por qué, en plena crisis,
adornó las ventanas con cortinas de seiscientos millones de pesos, y le compró
un avión a Tutina, que podrán usar de vez en cuando sus ministros, para evitar
las críticas.
Santos hace lo que le da la gana,
porque el pueblo que lo increpa masivamente por las redes sociales, no sale a
la calle, es una masa amorfa que solo se percibe electoralmente, una entelequia
movida al capricho de los poderosos y la influencia de los medios. Por eso se
le abusa, se le usa y se le violenta sin consecuencia alguna.
La venta de ISAGEN es más grave
que un pésimo negocio, porque transfirió la propiedad de 23 mil hectáreas de
bosque, agua y biodiversidad, que son, para los canadienses, más apetecibles
que la misma hidroeléctrica, pues saben que la tercera guerra mundial podría
ser la guerra del agua, ya que la carencia del líquido vital desatará el mayor
conflicto geopolítico y militar del siglo XXI.
Las grandes multinacionales,
Exxon, Vivendi, RWE y algunas canadienses, como la Brookfield Asset Management. BAM, que compró ISAGEN, y
que suma en su inventario 250 hidroeléctricas, están comprando bosques baratos,
y selvas con riqueza acuífera en países del tercer mundo, que es donde
cambiamos el oro por lentejuelas. Ellos persiguen el monopolio del 75% del
recurso hídrico mundial.
La sal se corrompió y no hay a
quien acudir, porque el presidente sátrapa, las cortes, la Fiscalía, las
Fuerzas armadas, y hasta el Defensor del pueblo que nos debería defender, están
podridos.
El proceso de paz nos deja sin
ISAGEN, con crisis económica, con FARC aspirando a gobernarnos, y con el pueblo
medroso rasgándose las vestiduras y susurrando protestas por las redes.
Mario Javier Pacheco García
mariojavierpacheco@gmail.com
@mariojpachecog
Colombia
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