Por estos días
reflexionaba sobre el dicho popular que reza “el que a hierro mata a hierro
muere” y dicho de otra manera “el que a hierro mata no puede morir a
sombrerazos”. En fin, se entiende de aquella persona que en su vida actuó mal, claramente terminara mal y ejemplos de
ello esta repleta la historia, antes, ahora y siempre sera así.
Lo lastimoso de este
momento es cuando se refrenda la baja moral para enaltecer a individuos que
fueron una manguera para derramar, no el agua que tanta falta hace en estos
aciagos tiempos, sino mucha sustancia podrida, sembrando a su paso semillas
corrompidas, infectadas y nauseabundas.
Que hoy no sea el
momento para hacer consideradas posturas sobre el significado social de la
presencia de un “pran”. Las equivocaciones no son de los que se manifiestan
como tal, sino de las autoridades que permiten el crecimiento de individuos que
se desarrollaron en ambientes disfuncionales. Enaltecer, exaltar la imagen o el
proceder de un “pran” deja claro que los
mejores imitadores de ellos son los mismos agentes de seguridad.
El que muere a hierro
no merece ningún homenaje ya que la vida misma y en el entendido filosófico de
recibir lo mismo que se logro dar, resulta un error monumental enaltecer la
mala hierba. Se da paso a posturas equivocadas con carencias de amor, respeto y
ejemplo para los demás, especialmente nuestros
mas atesorados
esfuerzos de amor para hacer crecer a los hijos en un ambiente social libre de
elementos tóxicos.
La isla de Margarita
es hoy mi terruño porque he pasado unos largos quince años de mi vida. En esta
región insular me atrapo, además de su belleza natural, también su tranquilidad
que se tradujo en el tiempo para expandir la paz conquistada en lo interno y
externo, razón por la cual le hago honor a su condición territorial de isla o
aislamiento. No es admisible vivir en zozobra por figuras perturbadoras.
La vida esta cargada
de infinitos regalos para crecer, al disponer de buena disposición y
sobrellevar con un
poco de sabiduría los contratiempos que siempre dejan un aprendizaje, pero no
es el resultado de detenerse en las malas practicas y pobres actitudes de
individuos que no entendieron, ni tuvieron capacidad para recomponer y
descubrir sus propios tesoros.
Seamos conscientes,
no es un “pran” el que da el reflejo de una sociedad, son las autoridades
ausentes las responsables del peligro que encierra la proliferación de estos
individuos. Si los agentes del orden son capaces de reprimir a los ciudadanos
“normales”, también deben ser capaces de inmovilizar a esos individuos. Sino lo
hacen, entonces tenemos que concluir en lo que todos sabemos, existe
complicidad y habría que recordarles una palabra divina, no solo de “pran” vive
el hombre.
Susana Morffe
susana.morffe@gmail.com
@susanamorffe
www.susanamorffe.blogspot.com
Nueva Esparta –
Venezuela
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