No comprender que la política es expresión de la historia, es arriesgarse a “tropezar con la misma piedra”. Antonio José Monagas
ESCENARIOS DE UNA
HISTORIA NO ACABADA
Todo proceso histórico tiene un inicio, un auge, un
deterioro y un ineludible final. Desde aquellos que exaltan los hechos bélicos,
hasta los que enaltecen los momentos impasibles. Pero que no por ello, dejan de
tener la importancia que destaca la creación, desarrollo, consolidación,
fenecimiento y transmutación de toda idea que distingue al hombre en medio de
sus fortalezas y las pesadumbres que atosigan su vida en todos sus sentidos.
Justamente en términos de lo que arriba se explica,
la política es expresión de un proceso histórico. Como tal, responde a
condiciones que solamente la historia puede comprender. Por eso se dice que la
historia se repite, aunque sus lecciones no sean aprovechadas en beneficio de
la consciencia de la libertad. Sin embargo, el problema estriba cuando hay que
esperar a que se desarrolle pues en caso contrario se reduce al hecho en el que
queda pendiente su consumación. Y así, no vale esfuerzo alguno que pueda salvar
el devenir de calamidades que sólo la historia es capaz de predecir como evento
del futuro. Tan cierto, que Dionisio de Halicarnaso, historiador griego
(60AC-10), refería que “la historia es una filosofía de ejemplos”. Así que no
entenderla y atenderla, significa “tropezar con la misma piedra”.
Decir pues que la política es expresión de un
proceso histórico, es considerarla como ámbito de un espacio de la historia. En
consecuencia, su proyección o análisis de cara al futuro debe evaluarse a
través de escenarios o descripciones de circunstancias que representan
situaciones posibles del entorno en términos de tiempos de ocurrencia. En el
caso Venezuela, es reconocer que las condiciones que preceden y presiden los
procesos sociales que signan la movilidad política, han de corresponderse con
las susceptibles realidades que definirán las elecciones parlamentarias a
realizarse el venidero domingo 6 de diciembre.
Para la planificación política, dicho
acontecimiento luce de sumo interés. Semeja un inmenso aunque difícil
auditórium con capacidad para acoger una población habilitada para votar de 19
millones 496 mil 296 venezolanos (Según el CNE). No obstante, la estructura
política que permitirá tan concluyente hecho, conjuga los espacios necesarios
para proceder a un análisis cualitativo que invite a pensar en las
posibilidades que precisarán las realidades de tan esperada fecha. Asimismo, en
las consecuencias de las decisiones a ser asumidas en virtud de las necesidades
e intereses a servir como directrices de acción tan especial día.
Así, habrán de considerarse distintos escenarios.
Por ejemplo, el determinado por vaivenes de una economía debilitada tanto como
zarandeada por los avatares de las circunstancias nacionales e internacionales.
Acá se tienen variables relacionadas con el precio del petróleo y del oro. Así
como lo causado por la política asumida de estímulos financieros. Otro que
define el posible comportamiento electoral, tiene que ver con factores propios
del ambiente político dominante. Al respecto, hay que tomar en cuenta la tensión
inducida por problemas vinculados con la exasperación de grupos que actúan bajo
la violencia permitida por el gobierno central. Está también aquel aducido por
la no negada incidencia de un fraude encubierto por la impunidad jurídica que
asoman algunas actuaciones del mismo Poder Electoral. Otro que no debe
descartarse, está emparentado con una presunta negación del alto gobierno a
reconocer al otro lo cual requeriría de un supuesto apoyo por parte de un
sector militar de escaso sentido de lo que significa la institucionalización de
la democracia.
Pero, ¿qué razones llevan a pensar en tan delicados
escenarios? La respuesta no es del todo difícil aducir. En principio, cabe
señalar la desidia, embrollo, inseguridad y la represalia suscitada a
consecuencia de una gestión de gobierno dedicada al proselitismo excesivamente
ejercido. Tal comportamiento gubernamental, ha generado problemas hasta ahora
no resueltos. O provocados para desviar la atención de los primeros. Entre esas
razones, puede hablarse de la galopante corrupción, una desmedida inflación,
conminaciones del TSJ, libertades políticas secuestradas, falta de autonomía de
los poderes públicos, apoyo militar comprado mediante prebendas y preferencias,
un desproporcionado régimen de controles y una hegemonía comunicacional injusta
y desproporcionada. Todo esto, anima temor, desconfianza, confinamiento
resignación y apatía en la población. De ahí que esta explicación resalta
escenarios de una historia no acabada.
VENTANA DE PAPEL
CONSTRUIR UNIVERSIDAD: DURA TAREA
Hacer universidad no es cuestión de discurso.
Tampoco de lacónicas ideas. Mucho menos, de estrechos sentimientos o meras
acciones al voleo. Hacer universidad, es un asunto de compromiso de cara al
viento que sopla en medio de los embates de un tormentoso momento. Hacer
universidad, es mirar lo que cada pensamiento ilumina, para luego otear más
allá del horizonte. La conjugación de ambas perspectivas constituyen la llave
que abre el compartimiento que guarda la voluntad. Pero que también abre la ventana
de la razón sobre la cual se cimienta la estructura que soporta los niveles que
sirven de plataforma al libre juego de elementos que dan sentido y dirección a
las apreciaciones de la vida. Apreciaciones éstas que, derivadas de la relación
intelectualidad-conocimiento, saben cernir las orientaciones que determinan la
movilidad del mundo en sus más amplias expresiones.
Este preámbulo vale a manera de iluminar camino que
conduce hacia la razón de ser de la universidad. O sea, rectora de la
educación, la cultura y la ciencia. También, de las humanidades, la tecnología
y las artes. Pero a pesar del esfuerzo que ha significado abrirse paso por tan
ardua senda, las universidades (autónomas) se han visto en serias dificultades
para recorrerla. Más aún, hoy día cuando el actual régimen político venezolano,
valiéndose del poder, se ha dado a la perversa tarea de obstruir su paso. De
modo que es harto conocido, que estas universidades viven su peor trance:
exiguos presupuestos, salarios de miseria. La violencia y la inseguridad campean sus aulas, jardines
y pasillos.
Sin duda, estos eventos se traducen en zozobra,
escrúpulo, inasistencias, conflictos. Sobre todo, desarreglo en lo
institucional afectando por consiguiente, bibliotecas, laboratorios y clases.
Esto se resume en una mediocre calidad académica y precariedad institucional.
Desde luego, esto ha contribuido a que el país haya visto contraer su otrora
posición en el universo académico al decaer en índices de desarrollo relativos
a indicadores científicos y universitarios.
Paradójicamente, la actual crisis universitaria ha
servido no sólo para justificar justos reclamos que fungen como legítimas y
válidas reivindicaciones que buscan elevar la condición socioeconómica de los
miembros de la comunidad universitaria. Así como también, la condición
político-institucional que reclama la universidad autónoma en virtud de las
contingencias que vapulean sus
libertades académicas y valores morales que asientan su desarrollo y consolidación.
Es claro que el discurrir de la universidad
autónoma no debe estar enviciadamente sujeto a estigmas que se nutren del
resentimiento, el odio o del egoísmo que caracteriza el devenir
político-partidista que define al país desde la crisis
político-administrativa-financiera que consume sus ya debilitadas razones.
La polarización que afecta al país político, ha
arrastrado inexorablemente las universidades a detenerse y reducirse en su
forma de accionar protestas que mejor aviven sus capacidades y fortalezas.
“Solidarizarse con la dignidad y autonomía de la universidad venezolana”, como
la FAPUV denomina uno de sus documentos fundamentales, más que protestar a viva
voz, es refutar con el ejemplo que bien puede darse al mostrar el talante
militante del profesorado de vocación democrática. Asimismo, el talento
diligente de una comunidad universitaria creativa e innovadora con la fuerza de
propuestas necesarias para infundirle consciencia al país político, económico y
social. Por todo esto, construir universidad es una dura tarea.
“La historia
es a la política, como los ríos al mar, o como el aire al espacio. De su aporte
depende su contenido y calidad”
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
Merida - Venezuela
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