El progresivo deterioro político, institucional y
socioeconómico de Venezuela puede derivar en una crisis generaliza en el país,
que las elecciones legislativas del 6 de diciembre incluso acabaría
profundizando. De ocurrir, Venezuela pasaría a transformarse en una amenaza
para la estabilidad regional.
Todo apunta a que la crisis política puede acabar siendo
también institucional y que la economía camina por la cuerda floja: en realidad
no ha estallado únicamente porque hay elecciones legislativas a la vista. De
hecho, el régimen sostiene que el ajust vendrá tras los comicios.
Asdrúbal Oliveros, director de Ecoanalítica, ha señalado
que el desequilibrio de la economía corre el riesgo de ir acompañado, en breve,
por inestabilidad política: “Preocupa mucho que después de las elecciones legislativas
del próximo 6 de diciembre se agregue a los problemas de la economía una crisis
política institucional de enfrentamiento de poderes, que no se logre construir
los consensos necesarios. Tenemos que ver cómo van a leer el resultado de las
elecciones tanto el Gobierno como la oposición porque sus distintos grupos
pueden entrar en conflicto, no se trata de bloques homogéneos. Y además falta
observar la reacción que tendrá el sector privado porque si bien estamos ante
un quiebre histórico creo que se trata de un ciclo que no será rápido ni libre
de costos”.
La vía venezolana hacia el colapso venezolano
El cocktail venezolano, por lo tanto, empieza a ser
explosivo se mire por donde se mire.
En primer lugar, Venezuela es una sociedad fracturada y
polarizada donde el rival es enemigo antes que altenativa.
El chavismo vs antichavismo divide desde 1999 en dos
polos irreconciliables a la ciudadanía.
Las elecciones legislativas pueden provocar que el país
se sumerja, además, en un choque de trenes institucional entre un presidente
chavista y una Asamblea donde la primera minoría sería opositora.
Leonel Fernández, Representante Especial de la misión de
acompañamiento electoral de la Unasur, ha alertado de que “sería muy útil que
pueda producirse un diálogo político porque al final en democracia se requiere
tener gobernabilidad. Lo que se requiere, tal vez, es que haya un mediador. La
polarización es un componente emocional y la única forma de superarlo es la
búsqueda del elemento en común. Señaló que con la descalificación del que
piensa distinto no se logra nada y recomendó “buscar maneras de ir bajando el
tono”.
En segundo lugar, el país carece de un liderazgo con
capacidad de encauzar las tensiones y con fortaleza para afrontar la actual
coyuntura. Nicolás Maduro está lejos de ser respetado por los propios chavistas
y mucho menos es un presidente legítimo para los opositores.
Maduro carece de la magia que poseía Hugo Chávez y ya en
enero pasado, Luis Vicente León, director de Datanalisis, recordaba que el
presidente enfrenta su peor momento de popularidad, con una aprobación de tan
solo 22,6% según una encuesta de su firma consultora: “Es una encuesta que
muestra un deterioro muy severo en la percepción del país sobre la economía, y
ya se ve claramente el costo político sobre la evaluación de gestión del
presidente”.
Y en tercer lugar, la deriva autoritaria y represiva del
régimen chavista está tensionando a la sociedad. Como prueba: las detenciones
de Leopoldo López, Antonio Ledezma y Manuel Rosales. El último incidente, el
asesinato de Luis Manuel Díaz profundiza aún más la deriva violenta y
autoritaria.
“Yo sí pienso que
la oposición puede ganar. Ahora, cómo va a administrar ese triunfo el Gobierno,
ahí está el problema. Quieren presentar la alternancia democrática como un
delito. El chavismo no se da cuenta de que fracasó en su intento de imponer su
modelo. La única salida posible de los venezolanos es aceptar nuestra
complejidad, superar la mediocridad que representa la polarización. No hay
posibilidad de hacer país si no contamos los unos con los otros. Se equivocan
los que creen que la historia es un interruptor y que vamos a volver a 1998,
antes de que Chávez llegase al poder”, señala Alberto Barrera en el diario El
País.
Esta coyuntura ya claramente irrespirable desde el punto
de vista político, se mezcla con una situación económica delicada y con tintes
de convertirse en alarmante.
Esta golpea a la sociedad, en especial a las clases medias
(desabastecimiento) y hasta las clases populares vía inflación.
Venezuela es el país con mayor inflación del mundo
(cerrará 2015 con una subida de precios en torno al 150%, muy por delante de
Ucrania, que no llegará al 40%) así como el que se ve afectado por una mayor
recesión económica (la caída del PBI será de en torno al 7%) y un
desabastecimiento que ronda el 50%.
El régimen lleva un quinquenio de retraso a la hora de
poner orden en la economía. Primero por al enfermedad de Chávez (2011-12),
luego por la muerte del líder bolivariano y las elecciones presidenciales
(2013) y en 2014 por la oleada de protestas opositoras.
En 2015 el régimen optó por medidas paliativas antes de
por llevar a cabo un ajuste en toda regla porque había elecciones. Y mientras
eso ocurría, la economía no deja sino de dar señales de decadencia: desde que
en 2006 el país creció al 9,4% la ralentización (2007, 2008) y la crisis (2009,
2010, 2014 y 2015) se han ido sucediendo.
La economista Tamara Herrera apunta que “hay una alta
probabilidad de que vayamos hacia una hiperinflación sea cual sea la discusión
sobre el nivel. Venezuela tiene todos los ingredientes que han llevado a la
hiperinflación a otros países: un shock de oferta muy importante, políticas de
corte populista, inflación creciente, la falta del más mínimo respeto por la
noción de equilibrio fiscal y financiamiento del gasto con creación de dinero”.
Además, el Estado se ha quedado sin recursos para atender
las crecientes exigencias sociales y calmar la situación. La cotización del
petróleo venezolano cerró la semana pasada a 34,46 dólares por cada barril de
crudo. Se trata del precio más bajo para el crudo venezolano desde diciembre de
2008, cuando tocó un piso de 28,2 dólares por barril en medio de una profunda
crisis económica global.
Venezuela, quinto exportador mundial de crudo, produce
alrededor de 3 millones de barriles de petróleo diarios y exporta unos 2,5
millones, en su mayor parte a Estados Unidos y China. El petróleo proporciona
más del 90% de las divisas que recibe el país y financia buena parte del
presupuesto nacional.
Un problema regional en ciernes
Y como colofón, Venezuela parece una evidente penetración
del narcotráfico que en caso de llegar a ser un Estado colapsado y sin recursos
no haría sino empeorar.
En estas circuntancias, Venezuela puede transoformarse un
problema para la estabilidad regional.
Una Venezuela colapsada afectaría a todos sus vecinos
(Colombia y Brasil en especial) ya que se transformaría en una plataforma ideal
para el crimen organizado (para las Bacrim colombianas, por ejemplo), el
narcotráfico (los cárteles mexicanoa) y un lugar propicio para el crecimiento y
desarrollo de las mafias que ya copan el estado chavista.
De hecho, el secretario de Estado adjunto de EE.UU. para
Narcóticos y Seguridad Internacional, William Brownfield, señaló a comienzos de
2015 que “desde hace más de diez años, ha habido pruebas de que ciertos
individuos dentro del Gobierno de Venezuela han sido corrompidos o penetrados
por organizaciones narcotraficantes”.
Brownfield llegó a afirmar que, a lo largo de la última
década, “las organizaciones de narcotráfico han visto a Venezuela como una
oportunidad” debido a “la interrupción de cooperación entre el Gobierno
venezolano y otros Gobiernos en la región” en la materia.
“Durante más de
diez años, hemos visto las pruebas de esto, a medida que el rastro de los
radares aéreos y marítimos demostraba un número sustancial de vuelos sin
licencia desde Venezuela a otras regiones”, concluyó Brownfield.
Así pues, la deriva actual venezolana, de no detenerse,
puede acabar con Venezuela sumida en un estado fallido, o pseudofallido, lo
cual se convertiría en un problema de alcance regional, de difícil solución y
acompañado de un fuerte coste, y no solo material.
Fuente:
http://www.infolatam.com/2015/11/26/venezuela-una-amenaza-en-ciernes-par...
Rogelio Núñez
España
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