La Argentina emprende un nuevo
camino que -se espera- sea una vía de renovación. Horrorosamente la llamada
*herencia* que deja el gobierno que se va, será un lastre tremendo para el
gobierno que viene, quien -a no dudarlo- deberá asumir los costos de una dilatada
gestión fracasada, mediante la cual se procuró sistemáticamente, a lo largo de
tres larguísimos gobiernos de dos personas (los Kirchner), saquear los recursos
de la nación con el único propósito de llenar sus bolsillos a más no poder, y
los de la banda de secuaces que instalados en prácticamente todos los sectores
del estado nacional, los medios de comunicación y difusión, las universidades,
escuelas, colegios, llegando inclusive a tratar de infiltrarse en las familias,
provocando graves disensos, enfrentamientos y divisiones, marcaron una política
caracterizada por el peculado y la rapacidad, de una manera que los registros
históricos no reconocían desde hace decenios.
La tarea del presidente Macri
será pues ingente y no exenta de dificultades. Máxime si se tiene en cuenta que
las hordas del FpV, que soñaron seriamente con el poder eterno, y que durante
muchísimo tiempo vivieron a costa de la ciudadanía, sobre todo la trabajadora,
la realmente productora de bienes y servicios cuyo destino -las mas de las
veces- no fue otro que el de las inagotables alforjas del gobierno, no se van a
resignar fácilmente a verse forzados a vivir honestamente. La honestidad es, a
esta altura, algo que visiblemente han perdido, fruto de tantos años
usufructuando la maquinaria del poder en el sólo y exclusivo beneficio propio.
La sociedad argentina que votó
por el cambio deberá estar no sólo consciente de estos desafíos, sino y por
sobre todas las cosas, dispuesta a acompañar a su presidente en la difícil
tarea de reconstrucción que tiene por delante. Pero, al mismo tiempo, ello
implica resistir las fuerzas de la reacción de quienes apañados por el poder y
la impunidad que creyeron el mismo les daba, se encuentran decididos a sabotear
la labor de reedificación de un país que Macri recibe literalmente en ruinas.
En algunas cosas, hay -sin duda- que comenzar desde cero, y en muchas otras,
desde bajo cero.
Antes de la experiencia nefasta
del gobierno del FpV, los diferentes gobiernos habidos desde el segundo
gobierno de Perón hacia acá, debían concentrar sus esfuerzos en rectificar el
rumbo económico, y aledañamente, corregir otros aspectos colaterales que, si
bien eran importantes, no resultaban medianamente prioritarios. Todo ello, con
mayores aciertos o errores, pero más o menos en ese orden de preferencia.
No se había vívido hasta ese
entonces la devastadora demolición de todo lo que había en pie que provocaran
los Kirchner y su banda, que arrasaron primero con las instituciones, para
seguir con la moral, la ética, la educación, los valores republicanos y -por
último- con la economía como un todo. El daño que infringieron fue enorme, y
los costos, a esta altura, todavía resultan incalculables. Difícilmente pueda
encontrarse en la historia reciente argentina una situación de decadencia
similar a la que dejan los Kirchner. Ilustrativamente, un conocido ex fiscal de
la nación que tuvo a su cargo la acusación a los jefes de la junta militar que
gobernó de facto el país en la década del 70, dijo (parafraseándolo) que ni
siquiera los militares se atrevieron a tanto como los Kirchner se atrevieron.
Por nuestra parte, desde el
ascenso mismo al poder del FpV, hemos venido sosteniendo que, a partir de dicha
fecha, se había instalado en el país un gobierno que devendría en totalitario
más tarde o más temprano. Y lo decíamos en medio de una fenomenal incredulidad
de nuestro entorno (cercano y no tanto) en nuestros vaticinios. Fuimos una de
las pocas voces que advertimos lo que sucedería y que finalmente ocurrió. Sólo
hacia el final del imperio del FpV muchos vieron lo que a nosotros (y otros
pocos más) siempre nos pareció evidente. Y no es que estuviéramos dotados de
facultades especiales, ni paranormales que nos permitieran presagiar lo que
para los demás no era indudable. Simplemente que reparamos en rasgos, gestos,
actitudes, palabras, silencios, etc. que más tarde se iban transformando en
concretas medidas de gobierno que, lamentablemente, marchaban paulatinamente
apuntando en la dirección que nos temíamos y que anunciábamos aquel momento en
vano- como una voz que clama en el desierto. Pero éramos muy pocos los que
veíamos venir el desastre o, al decir de un querido amigo, el Titanic
dirigiéndose, lenta pero inexorablemente, hacia el iceberg.
Finalmente, el Titanic de la
Argentina, al mando de los *capitanes* Kirchner, colapsó contra el iceberg, y
aun cuando más del 75% u 80% del barco se halla sumergido, todavía hay
esperanzas de reflotarlo, esta vez de la mano del nuevo *capitán* al mando de
la nave, el Ingeniero Mauricio Macri. Tarea -como indicábamos al comenzar- para
nada simple, pero tampoco para nada imposible.
La diferencia en este caso a
cambio de gobiernos anteriores es, como expresábamos, que ningún otro gobierno
anterior asoló el país como lo hizo este. Por lo que seriamos muy ingenuos si
esperáramos la producción de milagros por parte del nuevo gobierno. En materia
política y económica -parece redundante decirlo- no existen los milagros. Y
hemos de ser conscientes que la Argentina necesita poco menos que de eso para
poder salir a flote. Sin embargo es posible, si se dan dos condiciones que, a
primera vista, nos parecen básicas: 1º Neutralizar las fuerzas destructivas del
FpV. Hay que tener en claro que esta secta no será un simple partido de
oposición, sino que será (en caso de subsistir) lo que ha sido desde su ascenso
al poder: un torrente de destrucción. 2º Acompañar las medidas de cambio del
nuevo gobierno siendo conscientes de que requerirán esfuerzo y sacrificios, en
la exacta medida del esfuerzo y sacrificio que exige para una familia que
encontró su casa tomada, saqueada y destruida por una banda de ladrones,
restaurar todo lo perdido una vez que pudo recuperar su hogar. Este es,
análogamente, el estado en que la ciudadanía descubre al país luego de esta
amarguísima experiencia de más de una década de latrocinio K. Y por supuesto,
nada de esto significa resignar la dirección hacia el cambio votado. El apoyo
ha de comprometerse en la medida que se observe que el nuevo gobierno da pasos
efectivos hacia el cambio prometido.
Gabriel
Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina
Acción Humana
Buenos Aires-
Argentina
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