“El poder se confunde
con la virtud y tiende a considerarse omnipotente. Una vez imbuido con la idea
de una misión, un país [o un partido político, parafraseo] fácilmente asume que
tiene los medios y el deber de hacer el trabajo de Dios”. Así escribía a
mediados del siglo XX J. William
Fullbright, presidente sucesivamente del Comité de Relaciones Exteriores de la
Cámara de Representantes y del Senado de Estados Unidos por varios períodos, en
un influyente libro cuyo título tomo para encabezar esta nota.
Arrogancia del poder,
ceguera ante la realidad, no otra cosa se deduce de las expresiones
presidenciales que desde el pasado 6 de diciembre traducen un absoluto
irrespeto hacia un pueblo que mayoritariamente votó en rechazo a las políticas
que a lo largo de 17 años nos han llevado a una miseria nunca antes vivida en
la Venezuela del último siglo, en medio del más fastuoso festín de petrodólares
llovidos sobre la nación y derrochados por el régimen a lo largo de tres
lustros perdidos.
Así las cosas,
mientras el presidente rumia su desventura ante la aplastante victoria de la
alternativa democrática y se mira en el espejo sin ver allí al culpable, las
cifras de la descomposición social generadas en esos 17 años de desgobierno le
señalan las razones de la infidelidad de sus hasta ahora seguidores. Ocultadas
deliberadamente por el régimen, las cifras económicas y de malestar social nos
indican que 2015 cierra con una inflación cercana a 200% (casi 300% en el rubro
de alimentos), un 73% de hogares en situación de pobreza (45% en 1998; 48% en
2014; encuesta ENCOVI 2015 ); y una duplicación de la pobreza extrema en apenas
un año. Cerca de 23 millones de venezolanos tienen dificultad para satisfacer
sus necesidades; más del 11% de la población come 2 o menos veces diarias; de
los niños entre 5 y 16 años de edad, 16% sufre de desnutrición y 22% de
sobrepeso u obesidad como consecuencia de la sustitución de proteínas por
carbohidratos.
Son apenas unas pocas
cifras para esbozar un problema social de proporciones dantescas, cuya solución
no podremos encontrarlas en las palabras huecas del régimen. La mayoría
calificada (2/3) de la Asamblea Nacional que ese sufrido pueblo le otorgó a la
alternativa democrática agrupada en la MUD, si bien es motivo de justificado
jolgorio, debe ser sobre todo fuente de inspiración para el trabajo creador, en
función de satisfacer las esperanzas colocadas por los votantes en esos 112
diputados electos para que actúen como contrapeso al poder autárquico que en
estos 17 años ha tenido el ejecutivo sobre todos los otros poderes del estado,
en abierta violación a la constitución vigente.
Amor con hambre no
dura, ya lo sabemos. Muchos de los votos que construyeron el sonoro triunfo de
la alternativa democrática agrupada en la Mesa de la Unidad vienen de gente que
sin estar comprometida con la Unidad quisieron sumarse a los convencidos, para
darnos la oportunidad de un cambio que se traduzca en bienestar para todos, perdidas
ya las esperanzas en la oferta engañosa del régimen, tras 17 años de
desilusión.
Grande, entonces, la
responsabilidad de esa sólida mayoría parlamentaria en conducir sus primeras
tareas a proponer soluciones a las emergencias sociales en materia de alimentación,
salud, seguridad y cambio de rumbo en el manejo de la economía, sin por ello
descuidar la misión fundamental de modernizar el país en temas pendientes de
ciencia, educación, universidades, derechos civiles, entre muchos otros.
Presionar al régimen
para que entienda que buscar soluciones a estos graves problemas, sin las
ataduras de gríngolas ideológicas decimonónicas, será ganancia para el país y
su gente, no para parcialidades políticas o individualidades. Y que los
extremistas de lado y lado comprendan que lo mejor que nos puede pasar como
nación es que haya reconciliación entre los venezolanos, cansados como estamos
de tanta diatriba, sólo conducente a más fatigas.
A juzgar por las
declaraciones de los más conspicuos personajes del régimen, no será ésta la
ruta a seguir, por lo que 2016 será un año difícil, según auguran los
especialistas. Queda de parte nuestra impregnarlo de ese espíritu de cambio que
nos llevó a las mayorías a votar el 6D por una alternativa política con
verdadero contenido social y ético basado en la paz, la equidad y la justicia.
Mis deseos porque
2016 sea un año de reconciliación, de repunte socioeconómico, de apertura hacia
un mejor y más vivible país para todos los venezolanos, sin distinciones.
Nos reencontraremos
en enero.
Gioconda San Blas
gioconda.sanblas@gmail.com
@daVinci1412
Miranda - Venezuela
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