En Cuba, hacen
exigencias, no propuestas.
La palabra paz,
cómplice, y limpiadora de conciencias, justifica, con la belleza de su
significado, asesinatos, masacres y genocidios.
En España hubo
alborozo porque Colón descubrió un continente para pacificar, luego vinieron:
la pacificación de los indios, de los caribes…de los motilones. Morillo, el
Pacificador, asesinó a nuestros próceres. Ellos murieron por la Libertad y
Morillo los mató por la paz. La palabra es un letal instrumento de guerra.
Cuando Santos, en
entrevista con Claudia Gurissati, le pidió desescalar el lenguaje y la
violencia verbal, y abstenerse de llamar terroristas, bandidos, o
narcotraficantes, a las FARC, estaba actuando
en concordancia con la Guerra semiótica que instauró, y que mejores
resultados le ha dado en su Proceso de paz.
La paz es la pancarta del proceso de Cuba, pero su meta real es el Poder, es disfrazar el zarpazo de las FARC al Estado. Esto ha sido mimetizado con tan maquiavélica habilidad, que el pueblo cree, que de lo que se trata es de la paz, y de Santos, y de Uribe, y se logró polarizar peligrosamente al país.
Millones de
colombianos radicalizados entre santistas y uribistas, baten sus banderas,
impresas con la palabra Paz, ciegos e incapaces de apreciar el monstruo que se
engendra, mientras pelean, distraídos, en el falso escenario.
La razón se dejó de
lado y nadie convence a nadie, ni con la evidencia de la falsedad, porque
Santos con su guerra semiótica, confunde, demoliendo el significado de
significantes y términos idealizados, como -paz, verdad, justicia, libertad,
para construir sobre las ruinas lingüísticas, el poder; su poder y el poder de
las FARC, por el cual todo se vale.
En ninguna otra
circunstancia se hubiera aceptado premiar a un criminal, legalizar el delito, y
permitir, por las buenas, que un presidente impopular, como Santos, -dictador
de facto, por haberse embolsado el legislativo y el judicial- estuviera tan
cerca de serlo también de iure con estratagemas, como la llamada “Ley
habilitante” que es un esperpento jurídico para Maduro, y el congresito,
repelido oportunamente por el Senador Iván Duque y la bancada del Centro
Democrático.
La palabra usada por
el gobierno como instrumento bélico, nos empantanó en el cieno de lo
innegociable, inamovible, irrenunciable, irreconciliable.
La paz es inherente a
la humanidad, igual que la libertad, igual que la violencia, y la maldad. Por
eso, para sobrevivir, los hombres aceptamos canalizar nuestros instintos, a cambio
que otros hicieran lo mismo, en un Pacto social. Así nació el Estado, en el
cual delegamos el monopolio de la fuerza, nadie más puede usar armas, y le
dimos normas sólidas para protegernos, y para repeler y sancionar a quien
atente contra él. Un Estado débil es vulnerable a los violentos.
Quien mate o robe,
atenta contra el Estado, es un delincuente que debe ser sancionado. Como las
FARC, adoctrinadas en 1964 por comunistas, y desde entonces, creen tener
patente para delinquir, y que asesinando bajo el ideal marxista, son menos
asesinos. Se volvieron terroristas, narcotraficantes y millonarios. Dicen matar
en defensa del pueblo y que su meta es tomarse el poder para imponer el
comunismo. Son delincuentes, con un cuento, pero delincuentes. Cualquier banda
de hampones que pregone lo mismo, en nombre de Confucio, o de la Sharia, o del
Papa, sería igualmente delincuente y habría que castigarla.
Todos los gobiernos
cumplieron la obligación constitucional de perseguir a las FARC, hasta que
llegó Santos, y en aras de su Proceso de paz, calificó los asesinatos, y los
robos, como una guerra, y a los terroristas, ladrones, violadores, como
soldados de un estado imaginario, legítimo, violento, -e invencible- al cual
habrá que negociarles el estado, para que nos concedan la paz.
Y entonces se inventó
el sainete, con escenario en Cuba, donde lo irreal pareciera verdad, y se
generara un impacto que convenciera, como en una escena del teatro ionescano,
de realidad antitética, cuyo guión es el Lexicón de la paz, y sus actores,
debidamente empoderados recitaran su papel. Las víctimas, que se me asemejaron
a las danaides, o Suplicantes, de Esquilo, se disfrazaron de blanco, y con
parlamento aprendido y un ramo de flores, fueron a Cuba, a perdonar a sus
victimarios. Los generales, hicieron de su uniforme, un disfraz, y poniéndose
firmes, rindieron honores al himno de las FARC; los historiadores fueron a
escribir historias que las exoneran, los congresistas a aplaudir y a mostrarse
y los jueces y fiscales a declarar inocentes a los terroristas
Cómo culpar a media
Colombia por creer en la farsa, cómo culpar a los mandatarios del mundo, al
Papa, a Obama, por no sospechar. Si era nuestro propio presidente que los
timaba, vendiéndoles por paz, la violencia.
Los terroristas en La
Habana, son quienes proponen, aprueban y desaprueban. Se dan el postín de
desautorizar a Santos públicamente, y a la Mesa, y al Parlamento, sobre las
fechas, sobre si un documento es definitivo, incluso sobre el Plebiscito,
tejido con filigrana por Cristo, que desaprobaron, luego de ser aprobado por el
Congreso, con umbral ínfimo, para garantizar el éxito. Ellos quieren
Constituyente.
El desdén y la
prepotencia de las FARC, nacen del temor, que saben que despiertan, pero especialmente, porque en el
gobierno Santos, se fortalecieron exponencialmente. No cesaron sus
reclutamientos, adquirieron más armamento,
e hicieron prohibir el glifosato, y con esto son nuevamente los más
poderosos narcotraficantes del mundo. El daño ya está hecho. Firmar, o no, les
da lo mismo.
En Cuba, hacen
exigencias, -no propuestas- de dos clases: Las de careta: desarrollo agrario,
democratización del acceso a tierras, inversiones en salud, en el campo, etc.,
y las estratégicas: Impunidad, curules, justicia, reducción del ejército, no
entrega de armas, no cárcel, Zonas de Reserva Campesina, etc. Son las que
preparan su camino al poder y al socialismo siglo XXI.
No nos gusta el
comunismo, ni el socialismo, mucho menos el modelo Chávez, o Castro, porque es
un híbrido tercermundista fracasado, que ha llevado a los países a la ruina, y
a la conculcación de los derechos humanos. Repulsa el espejo, con los reflejos
de Cuba, Nicaragua, El Salvador, y Venezuela, cuyos ciudadanos huyen
despavoridos por el mundo.
No es Colombia un
Estado perfecto, repudiamos la corrupción y la ineptitud de los gobernantes que
han fomentado la injusticia social, germen de la inequidad y de toda esta
violencia, pero el país nos gusta, con todo y sus defectos. Sufrimos desempleo,
inseguridad, pobreza, pero ni aun así, aceptaríamos, -jamás- cambiar nuestra
coja democracia, por el remedo Socialista, que coarta la iniciativa empresarial
privada, restringe libertades, limita la propiedad y se apropia del sistema
productivo nacional. No queremos ser otro país comunista, conquistado por el
Foro de Sao Paulo. Pero, esa realidad nos toca las costillas, gracias, en gran
parte, al cretinismo de quienes confían en las FARC y en la paz de Santos.
¿Quién no quiere la
paz? El inicio de los diálogos se recibió con esperanza, porque creímos que
habría un acuerdo para el cese de asesinatos y secuestros, que tendríamos
desmovilización, entrega de armas, concertación de penas y reparación de
víctimas, pero pronto descubrimos que Santos y las FARC no se sentarían a
dialogar, como un Estado soberano, y un grupo terrorista arrepentido, para
negociar sanciones, sino en calidad de pares, para negociar el país. Es decir,
el gobierno Santos y las FARC, contra el Estado.
Kant, en su Paz perpetua”, advierte que no puede
considerarse válido un tratado de paz, en el que uno de los firmantes esconda
la perversa intención de valerse de los acuerdos para provocar otra guerra, que
le favorezca.
La advertencia
kantiana se dibuja en el Proceso de paz, que no es lo que parece, pero
cualquier opinión que usted tenga, se
tacha, ipso facto, de uribista, y así, tan simple, se elude cualquier análisis
serio. Esto no es fortuito, la polarización nacional, hace parte del plan
preconcebido y asesorado, entre otros, por diez presidentes latinoamericanos de
izquierda, y miembros del Foro de Sao Paulo, que afilia también al Partido
Comunista Colombiano, al Polo, a Marcha Patriótica, y a las FARC. Santos ganó
la presidencia con los votos de esos movimientos, y los dueños de los votos,
son los dueños de la presidencia. Cuando Santos Ganó con los votos de Uribe en
2010, al tercer día lo traicionó. Pero las FARC no son Uribe. Están cobrando.
Mario Javier Pacheco
García
mariojavierpacheco@gmail.com
@mariojpachecog
Colombia
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