jueves, 17 de diciembre de 2015

MARIO JAVIER PACHECO GARCÍA, LA PAZ ENGATILLADA, CASO COLOMBIA

En Cuba, hacen exigencias, no propuestas.

La palabra paz, cómplice, y limpiadora de conciencias, justifica, con la belleza de su significado, asesinatos, masacres y genocidios.

En España hubo alborozo porque Colón descubrió un continente para pacificar, luego vinieron: la pacificación de los indios, de los caribes…de los motilones. Morillo, el Pacificador, asesinó a nuestros próceres. Ellos murieron por la Libertad y Morillo los mató por la paz. La palabra es un letal instrumento de guerra.

Cuando Santos, en entrevista con Claudia Gurissati, le pidió desescalar el lenguaje y la violencia verbal, y abstenerse de llamar terroristas, bandidos, o narcotraficantes, a las FARC, estaba actuando  en concordancia con la Guerra semiótica que instauró, y que mejores resultados le ha dado en su Proceso de paz.

La paz es la pancarta del proceso de Cuba, pero su meta real es el Poder, es disfrazar el zarpazo de las FARC al Estado. Esto ha sido mimetizado con tan maquiavélica habilidad, que el pueblo cree, que de lo que se trata es de la paz, y de Santos, y de Uribe, y se logró polarizar peligrosamente al país.

Millones de colombianos radicalizados entre santistas y uribistas, baten sus banderas, impresas con la palabra Paz, ciegos e incapaces de apreciar el monstruo que se engendra, mientras pelean, distraídos, en el falso escenario.

La razón se dejó de lado y nadie convence a nadie, ni con la evidencia de la falsedad, porque Santos con su guerra semiótica, confunde, demoliendo el significado de significantes y términos idealizados, como -paz, verdad, justicia, libertad, para construir sobre las ruinas lingüísticas, el poder; su poder y el poder de las FARC, por el cual todo se vale.

En ninguna otra circunstancia se hubiera aceptado premiar a un criminal, legalizar el delito, y permitir, por las buenas, que un presidente impopular, como Santos, -dictador de facto, por haberse embolsado el legislativo y el judicial- estuviera tan cerca de serlo también de iure con estratagemas, como la llamada “Ley habilitante” que es un esperpento jurídico para Maduro, y el congresito, repelido oportunamente por el Senador Iván Duque y la bancada del Centro Democrático.

La palabra usada por el gobierno como instrumento bélico, nos empantanó en el cieno de lo innegociable, inamovible, irrenunciable, irreconciliable.

La paz es inherente a la humanidad, igual que la libertad, igual que la violencia, y la maldad. Por eso, para sobrevivir, los hombres aceptamos canalizar nuestros instintos, a cambio que otros hicieran lo mismo, en un Pacto social. Así nació el Estado, en el cual delegamos el monopolio de la fuerza, nadie más puede usar armas, y le dimos normas sólidas para protegernos, y para repeler y sancionar a quien atente contra él. Un Estado débil es vulnerable a los violentos.

Quien mate o robe, atenta contra el Estado, es un delincuente que debe ser sancionado. Como las FARC, adoctrinadas en 1964 por comunistas, y desde entonces, creen tener patente para delinquir, y que asesinando bajo el ideal marxista, son menos asesinos. Se volvieron terroristas, narcotraficantes y millonarios. Dicen matar en defensa del pueblo y que su meta es tomarse el poder para imponer el comunismo. Son delincuentes, con un cuento, pero delincuentes. Cualquier banda de hampones que pregone lo mismo, en nombre de Confucio, o de la Sharia, o del Papa, sería igualmente delincuente y habría que castigarla.

Todos los gobiernos cumplieron la obligación constitucional de perseguir a las FARC, hasta que llegó Santos, y en aras de su Proceso de paz, calificó los asesinatos, y los robos, como una guerra, y a los terroristas, ladrones, violadores, como soldados de un estado imaginario, legítimo, violento, -e invencible- al cual habrá que negociarles el estado, para que nos concedan la paz.

Y entonces se inventó el sainete, con escenario en Cuba, donde lo irreal pareciera verdad, y se generara un impacto que convenciera, como en una escena del teatro ionescano, de realidad antitética, cuyo guión es el Lexicón de la paz, y sus actores, debidamente empoderados recitaran su papel. Las víctimas, que se me asemejaron a las danaides, o Suplicantes, de Esquilo, se disfrazaron de blanco, y con parlamento aprendido y un ramo de flores, fueron a Cuba, a perdonar a sus victimarios. Los generales, hicieron de su uniforme, un disfraz, y poniéndose firmes, rindieron honores al himno de las FARC; los historiadores fueron a escribir historias que las exoneran, los congresistas a aplaudir y a mostrarse y los jueces y fiscales a declarar inocentes a los terroristas

Cómo culpar a media Colombia por creer en la farsa, cómo culpar a los mandatarios del mundo, al Papa, a Obama, por no sospechar. Si era nuestro propio presidente que los timaba, vendiéndoles por paz, la violencia.

Los terroristas en La Habana, son quienes proponen, aprueban y desaprueban. Se dan el postín de desautorizar a Santos públicamente, y a la Mesa, y al Parlamento, sobre las fechas, sobre si un documento es definitivo, incluso sobre el Plebiscito, tejido con filigrana por Cristo, que desaprobaron, luego de ser aprobado por el Congreso, con umbral ínfimo, para garantizar el éxito. Ellos quieren Constituyente.

El desdén y la prepotencia de las FARC, nacen del temor, que saben que  despiertan, pero especialmente, porque en el gobierno Santos, se fortalecieron exponencialmente. No cesaron sus reclutamientos, adquirieron más armamento,  e hicieron prohibir el glifosato, y con esto son nuevamente los más poderosos narcotraficantes del mundo. El daño ya está hecho. Firmar, o no, les da lo mismo.

En Cuba, hacen exigencias, -no propuestas- de dos clases: Las de careta: desarrollo agrario, democratización del acceso a tierras, inversiones en salud, en el campo, etc., y las estratégicas: Impunidad, curules, justicia, reducción del ejército, no entrega de armas, no cárcel, Zonas de Reserva Campesina, etc. Son las que preparan su camino al poder y al socialismo siglo XXI.

No nos gusta el comunismo, ni el socialismo, mucho menos el modelo Chávez, o Castro, porque es un híbrido tercermundista fracasado, que ha llevado a los países a la ruina, y a la conculcación de los derechos humanos. Repulsa el espejo, con los reflejos de Cuba, Nicaragua, El Salvador, y Venezuela, cuyos ciudadanos huyen despavoridos por el mundo.

No es Colombia un Estado perfecto, repudiamos la corrupción y la ineptitud de los gobernantes que han fomentado la injusticia social, germen de la inequidad y de toda esta violencia, pero el país nos gusta, con todo y sus defectos. Sufrimos desempleo, inseguridad, pobreza, pero ni aun así, aceptaríamos, -jamás- cambiar nuestra coja democracia, por el remedo Socialista, que coarta la iniciativa empresarial privada, restringe libertades, limita la propiedad y se apropia del sistema productivo nacional. No queremos ser otro país comunista, conquistado por el Foro de Sao Paulo. Pero, esa realidad nos toca las costillas, gracias, en gran parte, al cretinismo de quienes confían en las FARC y en la paz de Santos.

¿Quién no quiere la paz? El inicio de los diálogos se recibió con esperanza, porque creímos que habría un acuerdo para el cese de asesinatos y secuestros, que tendríamos desmovilización, entrega de armas, concertación de penas y reparación de víctimas, pero pronto descubrimos que Santos y las FARC no se sentarían a dialogar, como un Estado soberano, y un grupo terrorista arrepentido, para negociar sanciones, sino en calidad de pares, para negociar el país. Es decir, el gobierno Santos y las FARC, contra el Estado.

Kant, en su  Paz perpetua”, advierte que no puede considerarse válido un tratado de paz, en el que uno de los firmantes esconda la perversa intención de valerse de los acuerdos para provocar otra guerra, que le favorezca.

La advertencia kantiana se dibuja en el Proceso de paz, que no es lo que parece, pero cualquier opinión que usted tenga,  se tacha, ipso facto, de uribista, y así, tan simple, se elude cualquier análisis serio. Esto no es fortuito, la polarización nacional, hace parte del plan preconcebido y asesorado, entre otros, por diez presidentes latinoamericanos de izquierda, y miembros del Foro de Sao Paulo, que afilia también al Partido Comunista Colombiano, al Polo, a Marcha Patriótica, y a las FARC. Santos ganó la presidencia con los votos de esos movimientos, y los dueños de los votos, son los dueños de la presidencia. Cuando Santos Ganó con los votos de Uribe en 2010, al tercer día lo traicionó. Pero las FARC no son Uribe. Están cobrando.

Mario Javier Pacheco García
mariojavierpacheco@gmail.com
@mariojpachecog

Colombia

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