viernes, 26 de febrero de 2016

ALBERTO JIMÉNEZ URE, DEVASTARON, LO HACEN Y HARÁN: CIERTO, EMPERO MÁS ALLÁ DE SU TIEMPO

«Somos el testimonio y la atestación de ofendidos, pero también el veneno que en fauces aguarda un instante para el zarpazo. Individuos con voluntad de resistencia, nunca rigurosamente inofensivos. La Nada obligada a Ser por causa del sufrimiento fortuito e infligido»

Más allá de su tiempo, ninguna persona puede prometerse en nada trascendental porque lo haría fundamentándose en «presunciones». Cree, anhela o sospecha que vivirá mucho o suficientemente para esputar sobre la tumba de quienes eligió por enemigos o los configuró de ese modo para exterminarlos. Sin embargo, sucede. En el curso del Siglo XX destacaron varios. Pero, entre ellos tuvieron un gigantesco impacto los que mencionaré: Adolf HITLER, Joseph STALIN y Mao TSE TUNG. Tanto influyeron que sus crías se hacen adorar en todo el planeta, sin excluir nuestro Hemisferio Sur donde (aun en el Siglo XXI) cíclicamente nacen y fallecen «falaces providenciales» o «mesiánicos» con sus cargas genéticas. Aquellos pre-cursores tienen, póstumamente, espurios discípulos muy dispuestos a cometer lo que se sospechase.
No es [im] postura criminar a esos sujetos a los cuales no les importa devastar con el propósito de «mantenerse en pie de mando» sobre neo-vasallos. Forma parte de la pútrida e indetenible Historia Universal de Abominaciones mirarlos pedir a los pueblos, por ejemplo, que los «re-elijan» en un fatuo intento por garantizarse la egoísta satisfacción de momificarse en su condición de «tozudos constitucionales». Pero, una y sucesivas veces, mueren: virtud a eso que conocemos como sufragio, por la violencia insurreccional o la aplicación de las leyes.
No es divertido: desgasta psíquicamente y hasta enfada dedicarnos a formular hipótesis sobre las causas por las cuales ciertos mortales piensan que lo son «por rara y mística supremacía», y que trascenderán tras matar miles o millones de seres. Para tales sujetos, el «otro» (su prójimo) no merece «serlo» si muestra desavenencias. Ése sólo merecería un poco de «existencia» venerándolo sin discrepar ni amotinarse en pro de vindicación. Ante Él (Alter), que «se inviste» en ceremonial de paradas castrenses y «confiere atribuciones» más allá de su tiempo, los ciudadanos sólo pueden lucir servidumbre.  Los trastornos de personalidad no tardan en dar forma a la codiciada y de espejismo eternidad.
La nuestra es una realidad con perceptibles indicios de estar muerta, de «no ser de hecho» sino emocionalmente «de facto». Desde la Orilla de la Iniquidad, aventajados con tropas mercenarias y tesoros robados nos miran asqueados; aquí igual nosotros, quienes los enfrentamos «dignamente» fijándoles límites a su estupidez y barbarie arrasadora; y, a nuestro lado, «desahuciados» o «esperpentos» siempre esperan experimentar menos o ningún sufrimiento. Queremos o necesitamos «estar vivos» para amar, proteger, crear en concilio, ser testigos de asuntos varios y actuar contra la discordia que no firma treguas. Sabemos de envites y confrontaciones, somos convidados y denostados.
Alberto Jimenez Ure
jimenezure@hotmail.com
@jurescritor

Merida - Venezuela

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