Ya no es posible ocultar que todo el país quiere un
cambio. Muchos oficialistas han llegado a la conclusión de que la mejor manera
de defender el proceso que ellos han sostenido es cambiando la política y si es
el presidente quien se resiste, cambiando al Presidente. Nadie quiere prologar
una situación que cada día se hace más insoportable: la gente ya no puede
comprar ni el combito completo de los operativos comunales.
Más de la mitad de quienes votaron por el PSUV hace dos
meses, ahora exigen cambios porque no soportan que el país siga por este mal
camino. Sólo los seis fantásticos de la cúpula gubernamental siguen repitiendo
lo de la guerra económica como otra versión del
cuento del gallo pelón. Los que viven de los privilegios del modelo se
niegan a cambiarlo.
A Maduro ya la crisis se lo comió. Pero lo que no quiere
la base popular del oficialismo es que el proyecto que han sostenido se pierda
por defender al puñado de boliburgueses que asaltó la renta petrolera. El
militante que va a mercal y hace su cola, sabe que no se puede rescatar la economía productiva con porroncitos ni con
la misma receta que se usó para liquidarla. El que todavía conserva un hilo de
fe en la revolución, que si existió alguna vez ya no es tal, sabe que sin
cambios es inevitable quedar atrapado en la jungla de calamidades de la crisis
y simple cuestión de azar pasar a ser víctima de un malandraje que actúa con
impunidad.
A Maduro lo perdió su incapacidad para decidir. Permitió
que la crisis llegara a los términos actuales de sobrevivencia y de
empeoramiento de todo, desde los servicios a la educación; desde el transporte
a la falta de luz y de agua; desde ser exportadores a no tener divisas con que
importar los alimentos y las medicinas que necesitamos. Somos un país que está
en rojo en todo, el último en la fila de todas las naciones de nuestro
Continente y primero en el mundo en
homicidios, inflación y corrupción. ¿A quién le puede gustar vivir en un país
así?
Maduro no dio la talla. Y no es justo que treinta
millones paguen por las responsabilidades de uno. ¿Qué puede hacer distinto a
lo que ya ha hecho? ¿A dónde más quiere llevar el colapso del país? Es hora de
que el presidente comience a pensar en la lección de Emparan.
Tiene que darle paso a otro o si quiere mantenerse en el
cargo tiene que aceptar medir su aceptación en un referendo revocatorio. Buena
parte de los que votaron por él ahora
claman porque de un paso que favorezca una solución. El agravamiento de
sus condiciones de vida los ha convencido que vamos por mal camino y que
enfrentados al vecino que opina distinto es más difícil taparear una situación
que afecta por igual a los que están con el gobierno y a los que apoyan a la
oposición. En la gente se está moviendo la reconciliación.
Si el pueblo puso a Maduro, el pueblo puede quitarlo. No
hay derecho a hacer guerra para impedir, torciendo la Constitución, que sea el
soberano el que decida democráticamente. Si el PSUV se opone a que Maduro
renuncie, entonces que se acuerde con la oposición para celebrar un referendo sin
ponerle trabas.
Lo importante es proporcionarle al país una vía para que
el pueblo solucione pacífica, constitucional y democráticamente una crisis que
nos está destruyendo a todos. Abrir, nuevamente entre todos, una nueva etapa.
Simon Garcia
simongar48@gmail.com
@garciasim
Caracas - Venezuela
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