Tres hombres con
respaldo y dinero suficientes para perseverar en la contienda por largo tiempo
en una lucha que beneficiaría al candidato del Partido Demócrata.
La redundancia en el
título de este trabajo no será gramaticalmente elegante pero describe a
cabalidad el probable desenlace de estas primarias republicanas después de los
resultados de Carolina del Sur. Con el 99% de los votos escrutados, Trump
contaba con el 32,5% de los votos, seguido por los senadores Marco Rubio
(22,5%) y Ted Cruz (22,3%), prácticamente empatados. A mucha distancia, se
situaba el cuarto más votado: el exgobernador de Florida Jeb Bush (7,8%).
Marco mostró un
desempeño por encima de lo vaticinado por las encuestas después del traspié que
le puso Chris Christie en las primarias de New Hampshire, donde quedó en quinto
lugar. Atribuyo su éxito a dos factores. Su brillante participación en el debate
de Carolina del Sur y el apoyo de los tres políticos más populares en ese
estado. Fue como un regalo de Reyes Magos en una navidad política. Pero estos
tres no se llaman Melchor, Gaspar y Baltasar sino Nikki (Haley), Tim (Scott) y
Trey (Gowdy). Una mujer india con una inmensa popularidad como gobernadora, un
hombre negro criado sólo por su madre que ha llegado al senado de los Estados
Unidos y un joven tozudo que encabeza el comité del Congreso que investiga las
tropelías de Hillary Clinton.
Por su parte, Jeb
Bush no tuvo otra alternativa que responder a las presiones de sus donantes y
suspender su campaña a la presidencia. En este sentido, la salida de Bush tiene
todos los ingredientes para redundar en beneficio de Marco Rubio. Abre el
camino al núcleo poderoso del Partido Republicano para cambiar de favorito sin
herir a la dinastía Bush. Jeb era sin dudas el candidato del partido hasta que
Donald Trump se le atravesó en el camino y lo pulverizó con todo tipo de
insultos e improperios.
Marco es ahora el instrumento
idóneo para detener la carrera vertiginosa y contenciosa de dos hombres
aborrecidos por el partido, Donald Trump y Ted Cruz. Marco es un hombre
inteligente, joven, conservador y carismático que, en unas elecciones
generales, contrastaría con la senectud y la ideología de extrema izquierda de
Hillary Clinton o Bernie Sanders. De hecho, todas las encuestas lo dan como el
candidato que más ventaja sacaría sobre Hillary en unas elecciones generales.
Volviendo al título
de este trabajo, una "guerra abierta" es fácil de explicar. Es
sinónimo de una guerra a muerte donde no se da cuartel ni se toman prisioneros.
Hasta ahora las batallas han sido intensas pero ninguna ha alcanzado el nivel
de una guerra abierta. Esa es la situación que contemplamos en este momento.
Por otra parte, lo de una "convención abierta" necesita una
explicación más elaborada.
Veamos. Según los
procesos de postulación en ambos partidos norteamericanos, cuando un candidato
no ha logrado los votos necesarios para ser postulado en primera vuelta la
convención es declarada abierta (brokered convention en inglés). Los delegados
a la convención son liberados de votar por el candidato que ganó las primarias
en sus respectivos estados. La postulación se lleva entonces a cabo por un
proceso de negociación entre los delegados hasta que uno de los aspirantes
logra la mitad más uno del 50 por ciento del total de los votos estatales. En
la Convención Nacional Republicana, que tendrá lugar este año entre el 18 y 21
de julio, en Cleveland, Ohio, participarán 2,472 delegados. El número mágico
para lograr la postulación será 1237, la mitad del total, más uno.
Curiosamente, la idea
de una convención abierta está siendo contemplada por la jerarquía del partido,
así como por Marco Rubio y por Ted Cruz. Marco Rubio, respondiendo a una
pregunta, lo reconoció hace unos días como una probabilidad. Ted Cruz, ante su
incapacidad de descarrilar el tren arrollador de Donald Trump, podría estar
contemplando una convención abierta como solución a este nudo gordiano. Tres
hombres con respaldo y dinero suficientes para perseverar en la contienda por
largo tiempo en una lucha que beneficiaría al candidato del Partido Demócrata.
Por su parte, Donald
Trump es el único de los tres que rechazaría en este momento una convención
abierta porque ve cerca la posibilidad de lograr los votos necesarios para ser
postulado en primera vuelta. Y si los otros dos no logran restarle suficiente
número de votos en las primarias que se avecinan muy bien podría lograrlo. De
ahí que vaticino una verdadera guerra a muerte en las próximas semanas.
Pero si Trump se
queda corto y se producen negociaciones o manipulaciones en el seno de la
convención que le resulten adversas las cosas podrían complicarse. Trump no
maneja bien la derrota y, si no se sale con la suya, podría lanzarse a la
aventura de una tercera candidatura que, en mi opinión, daría la victoria al
candidato demócrata. Tal como ocurrió en 1992 cuando Ross Perot facilitó el
triunfo de Bill Clinton con solo el 43 por ciento de los votos frente a George
H.W Bush.
Desgraciadamente para
quienes nos oponemos a que Trump sea postulado, no parece haber otro
instrumento para detener su postulación que una convención abierta. Y, para
bien de la nación y del partido, tenemos que detenerlo aunque el precio sea una
convención más contenciosa que ninguna otra en mucho tiempo. Porque, aunque
Trump disfruta del apoyo de casi un 40 por ciento de los elementos radicales
dentro del partido, su retórica ofensiva le impediría sumar a republicanos moderados
y votantes independientes a su campaña. De hecho, todas las encuestas muestran
que sufre un alto porcentaje de rechazo y aparece como el más débil para
ganarle a Hillary Clinton. Como diría mi abuela, ¡Que Dios nos coja confesados!
Alfredo Cepero
alfredocepero@bellsouth.net
@AlfredoCepero
Director de
www.lanuevanacion.com
Estados Unidos
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