Si en algo son
expertos los cubanos castristas es en guerra psicológica. Casi 60 años en el
poder sometiendo a todo un pueblo lo indican. Esas mismas tácticas aplican en
Venezuela.
Una de ellas, de las
más importantes, es la creación permanente de desesperanza. El de hacer pensar
a todo quien se oponga al régimen autoritario, que las vías de salida y
libertad ya no existen. Que están agotadas. Que la situación es irreversible y
que no hay más nada por lo que dar la pelea.
Buscan que aprendamos
a desesperanzarnos. Desesperanza aprendida, lo llaman.
El 6 de Diciembre una
clara mayoría de los venezolanos votamos en contra de la continuación de un
régimen que, ya por 17 años continuos, ejerce el poder absoluto en Venezuela.
Esta circunstancia
nos dio un respiro. Un aire de esperanza. De pronto surgió la idea que esta
pesadilla convertida en catástrofe puede acabarse más pronto que tarde.
Pero no. El régimen
autoritario – y en la práctica dictatorial – venezolano continúa en su afán de
mantenerse en el poder a toda costa.
Utiliza mecanismos
que buscan afirmar no solamente el poder real que aún tienen, sino también el
poder perceptual. Hacen creer que aún tienen muchísimo poder, cuando en
realidad la mayoría de la gente ya le dio la espalda.
Es así que
progresivamente los venezolanos creyentes en un cambio, vamos cayendo otra vez
en la trampa de la desesperanza. Creer que hagamos lo que hagamos, siempre
encontraremos una y otra vez obstáculos insalvables que no nos permitirán sacar
del poder a estos pillos que quieren eternizarse.
La realidad es otra.
Muchos venezolanos no creyeron que habrían elecciones en el 2015. Al final, se
realizaron. Muchos venezolanos no creyeron que, de haberlas, podríamos siquiera
tener la oportunidad de ganarlas. No sólo las ganamos, sino que además con un
margen muy amplio.
Y hoy muchos
venezolanos comienzan a creer que por más mayoría que tengamos en uno de los
Poderes más importantes de cualquier país, como es el Legislativo, tampoco
podremos superar las sucesivas trabas que se nos imponen.
La última de ellas es
una insólita, espúrea y hasta golpista sentencia emanada de un Tribunal Supremo
de Justicia compuesto por Magistrados que fueron electos violando todo tipo de
legalidad y procedimientos.
Según esta, la
Asamblea Nacional quedaría reducida a un club de amigos que se reúne un par de
veces a la semana para intercambiar folclórica y alegremente opiniones sobre lo
que pasa en el país.
Lo cierto es que los
acontecimientos se precipitan. Tanto en lo social como en lo económico,
Venezuela se convierte en un polvorín. La paciencia y tolerancia de un
creciente número de ciudadanos se está agotando. Una bomba de tiempo se está
activando.
Este régimen cada vez
se parece más a un cascarón vacío. Un grupito de dirigentes que no quieren
soltar el poder, los privilegios y los dineros malhabidos.
Deberían leer algo de
historia. De cómo terminan estos procesos. Y sus protagonistas.
Los venezolanos de
bien, que queremos un cambio, debemos estar conscientes de la estrategia de la
desesperanza y evitar caer en ella. Un cambio radical viene. Hagamos votos que
se dé por las buenas.
La política tiene
características muy peculiares y una de ellas es que es difícil de predecir. Es
complicado hacer ejercicios de planificación en política.
Porque lo que sucede
generalmente es que un acontecimiento impredecible y sorpresivo de pronto
surge, y este lleva a otro y este a su vez a otro, hasta llegar a desenlaces
inimaginables. La historia política del mundo así lo indica.
Por más tracalerías y
argucias que utilicen estos delincuentes devenidos en mala hora en gobernantes,
no podrán anular los deseos de un pueblo decidido que a gritos pide cambio.
La consigna es hacer
conciencia y evitar caer en desesperanza.
Resistir, llenarnos
de confianza y fe y dar la pelea como corresponde.
Bernard Horande
bhorande@gmail.com
@bhorande
@APlumazoLimpio
Miranda – Venezuela
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