miércoles, 9 de marzo de 2016

DOMINGO ALBERTO RANGEL, EVO, AZNAR, LULA, CAPRILES Y NICOLÁS...

Como dijo Uslar la política se ha hecho tan costosa que solo robando se puede sufragar, ayer fue Aznar, hoy Lula… ¿quién será mañana?

Nuestra sociedad es prolija trayendo al mundo seres que gustan burlarse del mal ajeno. Se trata de un deporte popular, que bien practicado podría ser provechoso al permitirnos sacar ventaja de las malas circunstancias por las que otros pasan. No es así.

Por ejemplo me parece que nuestra sociedad está perdiendo la oportunidad de aprovechar en positivo, investigando las verdaderas causas de estos escándalos de corrupción ligados a la política, para evitar en el futuro, que se repitan en Venezuela los males que en otras latitudes sufren sociedades donde los gobernantes son acusados como ladrones. Y con esto no digo que nuestros gobiernos sean medianamente honestos sino todo lo contrario.

Aclaro que cuando toco este tema me refiero a que para uno que no está alineado con ninguno de los gemelos polarizados, luce una bobería que la MUD pase una semana recordando que a Lula le allanaron el apartamento como si los aliados extranjeros de la oposición fuesen seres impolutos.

Tan bobería como que el oficialismo retruque recordando hasta la saciedad que el ciudadano Rajoy, a pesar de que su partido viene de ganar unas elecciones, no se atreve a postularse para otro período porque está abrumado con la corrupción del ex presidente Aznar.

Una discusión vista así, con el estupidizante y corto criterio de la polarización, no nos va a ser útil y mejor sería evitar la tentación.

Por eso no pienso dedicar estas líneas a comparar ladrón con ladrón, y menos aún, a sumar lo escamoteado en cada caso para compararlo con el PTB de cada país y elaborar una tabla.

Dejo esa extenuante labor para gente más ociosa.

Hay sin embargo una arista que no va a ser tomada en cuenta por nuestra prensa, polarizada, muchas veces estupidizante, generalmente ignara y poco útil a los fines de que las maldades que se destapan a diario no vuelvan a ocurrir o al menos a que su ocurrencia se minimice.

Me refiero al estratosférico costo de la política, no solo de las campañas electorales, que para ser medianamente sufragado, tiñen de corrupción gobiernos encabezados por políticos curtidos y hasta austeros como podrían ser Evo Morales e incluso Rajoy, o Lula da Silva, quien a pesar de los desfalcos y corruptelas que caracterizan los gobiernos del PTB… aún vive en un edificio.

Ya en los años setenta Arturo Uslar Pietri, al anunciar el retiro de la política activa, en una entrevista con Marcel Granier, con tono de voz asordinada, quizás por la pena de ser visto por la sociedad “de vivos”, como pendejo, señaló con sus palabras, que para mantener un partido, con sus casas y sus activistas, era necesario entregar al gobierno una lista de contratistas que serían beneficiados con obras donde podrían robar sin el temor a ser perseguidos por la ley porque esa era la norma a seguir. Anoto que en la época del retiro Uslar estaba en la oposición.

Esos contratos y otros monopolios o privilegios que crean y reparten los mandatarios, sean de la rama ejecutiva, como Nicolás Maduro y sus ministros, o del poder legislativo, como Henry Ramos y algunos diputados, explican que aún en países empobrecidos los políticos vivan como estrellas de cine. Esos contratos y compras son vivezas que sirven para costear las astronómicas cifras de la política y no se originan porque el señor Lula da Silva o el ciudadano José María Aznar sean ladrones a causa de sus visiones ideológicas sino más bien del estatismo que ambos profesan, y de haber abandonado el sistema jurídico del derecho basado en las costumbres.

El mal del astronómico costo de la política, que tanto daño le hace a la sociedad, al escamotear recursos necesarios para producir honestamente, es epidémico, viene “de atrás”, y ha inoculado, en nuestro caso, tanto a políticos del llamado Gran Polo Patriótico como de la MUD. No nos engañemos.

El mal, como lo han señalado numerosos pensadores liberales en el pasado y libertarios recientemente, e incluso conservadores y anarquistas, se comenzó a criar cuando las sociedades occidentales dejaron de lado lasantiguas leyes libremente aceptadas por la ciudadanía, es decir las leyes que libremente emanan de la costumbre, para substituirlas por leyes creadas por políticos que “nos representan”, y también por los que ponen al pueblo a participar en payasadas como son las puestas en escena de los “parlamentarismos de calle”.

Las leyes de la costumbre se aplicaban por jueces que intentaban ser sabios, las que provienen de legislaciones cocinadas en los legislativos y despachos ministeriales son administradas por rábulas y leguleyos.

Las leyes que ahora se aprueban en Venezuela, no solo la Asamblea Nacional, que es su natural función, sino el ejecutivo que ha tenido “Habilitantes” para regalar, están emparentadas nada menos que con la leyes nazis de Núremberg, que sirvieron para crear privilegios a los supuestos arios y deshumanizar judíos, negros, gitanos y comunistas.

Y cuando los empresarios “vivos” captan que se puede ganar más colonizando políticos, a largo plazo, comienza la espiral que infla los costos de la política.

Decía von Hayek en uno de sus escritos, y en esta afirmación no lo acompañan muchos liberales, que no puede haber capitalismo sin un sistema judicial decente donde los políticos no puedan intervenir la economía. Y capitalismo es lo que hace falta en Venezuela, donde nunca ha existido algo similar a la libertad de competencia y mercado.

Hace falta porque a diferencia de los socialismos estatistas que por casi 70 años han gobernado nuestro país… el sistema capitalista es el único capaz de aumentar la producción, de generar riqueza que es lo necesario en nuestra sociedad venezolana, hoy una de las más pobres de América a pesar de lo que digan las cifras del PTB.

Finalizo por hoy: Sustituir el estatismo del que se alimentan los partidos del oficialismo y de la MUD es labor patriótica pero ni es tarea fácil, ni es para quienes no ven más allá de sus narices.

La Constitución de 1999, que tanto alaban en el gobierno y en la Asamblea Nacional, debe ser sustituida, con el concurso de una gran mayoría a la que es necesario llegarle por encima del bloqueo mediático.

La población tiene derecho a que la dejen escoger: O seguimos acusando cada cierto tiempo a los políticos de ladrones… o de una vez por todas eliminamos las causas de que esos políticos –y sus socios del empresariado- no solo roben el presupuesto… sino el futuro de los venezolanos que están por nacer.

Domingo Alberto Rangel
doalra@yahoo.com
@DomingoAlbertoR
Miranda – Venezuela

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