¿Existía realmente una
determinación firme de parte de cada uno de los lados de la mesa negociadora de
La Habana cuando el pasado 23 de septiembre los jefes de las delegaciones
anunciaron, al unísono, que para el miércoles Santo la paz de Colombia estaría
sellada?.
A esta fecha, cuando
la realidad es que en el país vecino ya está montado sobre la prórroga de las
conversaciones porque no habrá acuerdo para la fecha indicada, pareciera más
bien que cada uno de los lados estaba enviándole, en la realidad, un mensaje
perentorio a la contraparte. Pero no les funcionó la estrategia.
¿Estarán a punto de
desinflarse las tratativas? Los sucesos de El Conejo en donde las FARC
penetraron desde Venezuela armados hasta los dientes pero con el ánimo de hacer
proselitismo y atemorizar a la población, hace apenas dos semanas y en franco
irrespeto a todo lo avanzado hasta el presente en la mesa, pusieron una piedra
monumental en el camino y pueden haber obrado en el ánimo del presidente.
Los escollos que aún
quedan por resolver pudieran también convertirse en un impedimento definitivo
porque son tan grandes que podrían haber quebrado, para esta hora, la voluntad
de encontrar una salida. Ese no debería ser el caso porque las partes han
llegado históricamente a acercamientos que en su momento se consideraron
inimaginables, pero los retardos desgastan y el gobierno tiene, por su lado,
otros frentes nacionales que atacar para no continuar lesionando el poco de
arraigo que aún le queda.
Lo que queda
pendiente por deliberar y acordar no es poca cosa, sin embargo.
Queda, en primer
lugar, el mecanismo de refrendación por parte del país a todo lo acordado en la
Habana, en un solo bloque y sin entrar a discutir los elementos que componen
esa paz. El Gobierno insiste en un plebiscito para aprobar el acuerdo. Muchos
están en desacuerdo con que solo tendría que votar a favor del paquete 13% del
censo electoral de Colombia para que el mismo sea válido. La distancia entre
las partes en ese terreno aun es enorme, porque las FARC, por su lado, lo que
han propuesto para que Colombia decida, es una Asamblea Nacional.
Aún está por
acordarse, igualmente, el mecanismo de cese al fuego bilateral .Tampoco se han
resuelto las zonas geográficas y la manera y la fecha en que se replegará la
insurgencia.
Y por último, tampoco
ha habido acuerdo en cuanto a los mecanismos de elección de los magistrados de
lo que será un Tribunal Especial para la Paz.
Otra cosa que puede
haber intervenido en el abandono de la fecha pactada es que el ánimo de los
colombianos no está acompañando solidariamente a su presidente. Una reciente
encuesta de Gallup ha dejado ver, por ejemplo, que 4/5 partes de la población
no está de acuerdo en que los criminales se incorporen en la política nacional
sin haber pagado por sus crímenes. La mesa lo que ha aprobado es que solo
pagarían prisión quienes no admitan haberlos cometido.
Cuesta creer que
luego de haber nadado tanto- las negociaciones han tardado más de tres años-
puedan ahogarse en la orilla. Esta es la
ocasión en la que Colombia ha estado más cerca de acordar un cese de las
hostilidades y de armar algún género de paz. Solo por ello, vale la pena
prepararse bien para la última milla. Hay que estar conscientes de que no se
acuerdan posiciones comunes a dos extremos políticos muy distantes sin concesiones
colosales de los dos lados. Lo demás es cuestión de perspectiva y de
flexibilidad moral. Habrá que ver cuanta han dejado sobre la mesa los
negociadores
Lo que ha quedado claro es que los hombres y
mujeres de la mesa de La Habana no cuentan con el respaldo popular y Juan
Manuel Santos, al fin, ha pronunciado las palabras mágicas: no está dispuesto a
firmar cualquier paz, aunque en el camino haya mostrado mucha
flexibilidad. Juan Manuel Santos sabe lo
que ha estado apostando. Lo que el presidente perdería si la mecha de la guerra
se enciende de nuevo, no es solo el juego de la Paz, es su carrera política
entera.
Beatriz
De Majo
bdemajo@gmail.com
@beatrizdemajo
El
Nacional
Miranda
- Venezuela
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