Esa
expresión es común en la calle. El
pueblo está divorciado del gobierno. La
forma no importa: enmienda, referéndum, constituyente, remoción, renuncia, antejuicio de mérito, abandono del cargo y
todas las normas contempladas en los
caminos legales.
El sentir es el mismo: la premura es explosiva. No hay entendimiento posible con Nicolás
Maduro en la presidencia; el
resultado de su incompetencia y el
atraso al que han llevado al país, se ha constituido en el gran obstáculo para todo entendimiento que conlleve a
cualquier acuerdo entre los factores políticos. Maduro, tratando de pescar en rio revuelto,
estimula la guerra; con sus gritos
belicosos intenta echarle gasolina al fuego, elucubrando apoyos de seguidores
que -buscando no verse mañana tras las rejas para responder por delitos que los
condenan- serían capaces de enrolarse en cualquier
aventura.
La crisis,
en la cual está sumida Venezuela es de incalculable gravedad. Interpretar el grito agónico del pueblo es conocer esa parte
viva de sus padecimientos. El gobierno con criterio pulpero asumió la
importación de la comida que consumen los venezolanos, colocando todas las barreras posibles para
asfixiar al mercado natural; de allí el
sacrificio torturante de las interminables colas. Este espectáculo es más doloroso en las
farmacias, tratándose de la impotencia de los pacientes que van de puerta en
puerta buscando los medicamentos para sus tratamientos. Esto justifica la angustia del pueblo, llegándole
su impaciencia a límites nunca imaginados, a jugarse el todo por el todo sin
importarle hoy los riesgos y
consecuencias que pudieran sobrevenirle.
Para la gran mayoría de los venezolanos no hay más salida que la
renuncia de Maduro; que los entendidos determinen la forma, "pero que sea
ya". Las calles no resisten el
vaporon de un pueblo bravo.
Como otro paso hacia el candelero pudiera
interpretarse la sentencia dictada por el Tribunal Supremo de Justicia
"que intenta limitar" las funciones contraloras de la Asamblea
Nacional. Cabe aquí el viejo adagio
"se juntaron los mochos para rascarse". No ha sido mucho el esfuerzo de Maduro para
atraer a quienes han estado esperando que los llamen, añorando caer en sus
brazos. De la mano de los venezolanos,
la Asamblea Nacional no cederá un solo
milímetro ante la pretensión del presidente de implantar una dictadura, apoyado
en militares narcotraficantes y magistrados corruptos.
Luis
Garrido
luirgarr@hotmail.com
@luirgarr
Carabobo -
Venezuela
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