Los trágicos eventos de Paris le han dado al gobierno chino la
oportunidad de airear ante el mundo eventos internos que el gobierno comunista
estima que están contaminados con el terrorismo yihadista y que requieren de la
atención de la comunidad internacional.
Horas antes de los
atentados contra la capital de Francia, un ciudadano chino, Fan Jinghui, fue
salvajemente degollado por los agentes de ISIS. Una reacción dura y contundente
de Beijing no haba ocurrido cuando Paris vivió el horror del ataque criminal
sobre su indefensa población. Xi
Jinping, quien atiende a sus propias razones de Estado, no había ido más lejos
que condenar al terrorismo y presentar condolencias a la familia de Fan.
Ocurre que el
gobierno chino estima que tiene dentro de sus fronteras su propia dosis de
barbarie terrorista, la que a su vez, contaría con un componente de interacción
con movimientos extremistas yihadistas. Controlar estos hechos, más que atender
el evento aislado de un nacional sacrificado por el Estado Islámico era lo
prioritario para el gobierno de Xi.
Lo que ocurre en
Xinjiang, es manejado con el más absoluto secretismo, facilitado por el
alejamiento geográfico de la zona y el férreo control que la administración
tiene sobre lo que allí ocurre. En esta
región cercana a Kirguistán, dos etmias
- los Uigures y los Han- protagonizan
constantes enfrentamientos. Los uigures son el grupo predominante en la zona y
profesan la religión musulmana, además de sostener – en la opinión
gubernamental- una estrecha relación con organizaciones terroristas del Estado
Islámico, lo que se traduciría en asistencia técnica de guerra para combatir a
la etnia Han, quienes son mayoritarios en el resto del país.
Evitar el
afianzamiento de estos grupos que Beijing considera son manejados y financiados
desde el exterior por el Movimiento del Turkestán Oriental (ETIM) es algo que
el gobierno maneja con extrema prudencia. No es un secreto - dice China- que el
Estado Islámico se ha hecho fuerte a costa de fomentar los radicalismos y la
guerra civil en Siria.
La otra cara de la
moneda es que en Xinjiang hay movimientos separatistas encabezados por los
Uigures que son reprimidos sin piedad por instrucciones del partido comunista y
que, contra ellos, el gobierno utiliza armas de represión cuestionadas por las
organizaciones de defensa de los derechos humanos.
De allí que los
argumento y las “pruebas” oficiales no han sido insuficientes para demostrar la
connivencia ni con el terrorismo ni con radicalismos musulmanes. Ello ha sido
clave para que los gobiernos líderes mundiales no hayan acompañado a China en
la calificación de terrorismo a ETIM o a los grupos secesionistas que operan en
Xinjiang.
El ataque a Paris fue
la oportunidad de Xi para poner a China en la vitrina planetaria y hacer un
nuevo intento de solidarización de Europa y Estados Unidos a fin de conseguir
la etiqueta de terroristas para sus grupos independentistas. Eso es lo que
explica que la primera reacción pública de las autoridades chinas fuera en el
sentido de deplorar los bárbaros ataques del Estado Islámico a Paris, pero, por
la misma vía, de hacer un parangón entre lo que sufren los ciudadanos franceses
y lo que se vive en Xinjiang.
En su discurso el
mandatario chino acusó a Occidente de practicar una moral doble.
Nada más descolocado, más desproporcionado o más oportunista.
Beatriz De Majo
bdemajo@gmail.com
@beatrizdemajo
Miranda - Venezuela
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