Simón Alberto Consalvi, en su conciso y bien documentado ensayo, El año
en que los venezolanos perdieron el miedo, describe cómo en 1957, las fuerzas
democráticas, cercadas durante diez años de cruel represión, se agruparon
unitaria y concertadamente para enfrentarse a la dictadura de Marcos Pérez
Jiménez, reclamando amnistía, libertad de expresión, libertad de los presos
políticos, el regreso de miles de exiliados y una solución pacífica electoral.
En noviembre de ese año, el dictador, contando con el control absoluto de los
poderes públicos, incluido el Consejo Supremo Electoral, convocó un plebiscito
para eternizar su estancia en el poder. Un insolente fraude le dio el triunfo,
pero fue también la chispa para un contundente ¡basta ya! gritado decididamente
en las calles, en las iglesias, en las universidades, que desembocó en la rebelión
militar que dos meses más tarde desterró a Pérez Jiménez y su corte gobernante.
Hoy, ante un régimen insólito, que ha fundido autoritarismo y
dilapidación, corrupción y vulgaridad, mediocridad y arrogancia, la sociedad
democrática está resueltamente unida en busca de una salida pacífica electoral.
Como en 1957, se enfrenta sin miedo a las amenazas del Golem gobernante, quien,
ilustrando aquello de que el poder ciega y no pocas veces enloquece, anuncia
que si la oposición gana “no entregará la revolución”, pasará a gobernar con
una “unión cívico militar” y desatará el “caos”.
Una estupidez que tiene el valor de quien la
dice. No hay marcha atrás. En este enfrentamiento entre la civilización y la
barbarie, entre el progreso y el atraso, entre los ciudadanos del SXXI y los
chácharos decimonónicos, no hay dudas, triunfará la inmensa mayoría y comenzará
el final de una mentira transformada en pesadilla.
Ramon Pena
ramonpen@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario