La corrupción, que no
es de nueva data pero se agrava cuando
se materializa una concentración de poder político y económico en el Estado, a
diferencia de aquellos países con mayor libertad económica.
Venezuela, ha
soportado en los recientes 16 años (1999-2015) un Gobierno que acumuló poder
(capacidad de influenciar con el fin de obtener lo que quiere) al tiempo de
contar con recursos financieros jamás previstos, todo ello con posterioridad de
su llegada a la “conducción” del país en 1998 (luego del golpe de estado del
04/02/1992) presentándose como la salvación de la democracia y enarbolando como
su principal bandera electoral la denuncia permanente sobre corrupción
(política, administrativa, personal, etc) con basamento en la publica relación
que existía entre política y negocios individuales, en un periodo donde el país
reflejaba una eficiente división de Poderes y se contaba con mucho menos
Presupuesto Nacional; y sin embargo se investigaron y sancionaron gran cantidad
de casos de esta índole (incluido el propio Presidente de la Republica).
Durante el “proceso revolucionario”
con cuantiosos ingresos y una subordinación de los Poderes con respecto al
Ejecutivo Nacional en un marco de desenvolvimiento político
hiperpresidencialista de implícito autoritarismo, se procura mostrar
mediáticamente una Venezuela proba donde el alto gobierno es integralmente
honesto (¿?) según se desprende del ínfimo número de anormalidades colocadas en la balanza de la justicia al no
vislumbrarse delitos de corrupción (¡!) lo cual, con suprema ingenuidad y una
reduccionista visión monocausal, sería equivalente a “reconocer” tanto que la
calidad moral del alto gobierno resiste toda tentación (¡!), como que no existe
una complicidad consciente para dejar hacer y dejar pasar anteponiendo el deseo
de permanecer en el poder por encima de la ética y la moral, hasta convertir la
honradez en un auto-sacrificio que no da frutos.
La relación entre
poder y corrupción, es mucho más profunda de lo que usualmente se admite al
tiempo de soslayar la causalidad que brinda darle mayor relevancia a la “posición”
que se ocupa que a la “importancia” que se tiene como persona (educación,
experiencia, profesionalismo, etc); es decir se niega permanentemente el
conflicto que existe entre la “posición” y la “importancia” que en muchos casos
conduce al nepotismo (otorgar cargos a familiares y amigos al margen de sus
méritos) que propicia una generalización de la corrupción política (mal uso
público del poder para conseguir una ventaja ilegitima), con especial énfasis
en la manipulación electoral para falsificar la voluntad popular teniendo como
premisa mantenerse en el poder “como sea”.
Especial atención
merece la corrupción administrativa, que conceptualizamos como los delitos que
se cometen en el ejercicio de un cargo público a la luz del mal uso de los
ingresos públicos al ser ejecutados (gastados) en una permanente
instrumentación de operaciones de “ingeniería política” sin ideas y sueños, y
solo apuntaladas por la obsesión de mantenerse en el Gobierno; al extremo de
violentar la división de Poderes incluido un cinismo parlamentario de mayoría
oficialista supeditado en sus actuaciones al Ejecutivo (y al proceso), con la
participación de organizaciones partidistas sin doctrina perfiladas más como
agencias de empleo y de negocios e integradas por muchos “conversos socialistas”
que ahora se presentan como defensores del “pueblo” renegando, cual modernos
fariseos, sobre acciones depredadoras del patrimonio nacional por parte de
“aliados al proceso” bajo un enfoque de revolución amnésica en evidente temor
al poder fáctico (ejercido al margen de la formalidad imponiendo presión para
influir políticamente), al igual que al miedo de perder sus bienes mal habidos.
Obviamente, que esa improvisación en materia económica de los 3 últimos lustros
(1999-2014) ausente de políticas públicas coherentes y enfocadas a cancelar
nuestra “deuda histórica” tanto con Venezuela como con otros países haciendo
uso de los ingresos petroleros (p.ej. Misiones y Petrocaribe), tenía que
irreversiblemente traducirse en indeseables desequilibrios observables en 2015
a pesar de haberle ingresado al país un monto superior a un billón trescientos
mil millones de US dólares (más de 900 trillones de bolívares),
mayoritariamente despilfarrados hasta conformar una reprochable situación
caracterizada por, entre otros aspectos,
que el 73% de los hogares y el 76% de los venezolanos se encuentran en
Pobreza de Ingresos, el 49% de los hogares se ubican en la categoría de Pobreza
Extrema; que entre octubre 2014 y octubre 2015 la inflación creció en un 185% y
la proyección de cierre está por encima del 200%; que las reservas
internacionales al 17/11/15 apenas alcanzaron los 14 mil 672 millones de US$
con una participación del 11,6% del efectivo, un 77% en barras de oro y un 5,4%
en DEG (moneda oficial del FMI que puede ser canjeada por divisas: dólares,
euro, libra, yen y próximamente en yuan);
y en síntesis un obvio desabastecimiento, escasez, colas y hambruna.
En lo que se refiere
a la corrupción personal, entendida como la apropiación ilegal de recursos del
Gobierno y de los ciudadanos usuarios con relevante falta de ética, nos
limitaremos a citar dos afirmaciones: (A) La de J. Giordani (Contrapunto.com,
07/07/15) que acompañó a H. Chávez en 12 de 14 años de su mandato, quien ya en
2009 infería sobre la necesidad de combatir la corrupción ante el evidente
crecimiento del patrimonio personal junto con su poder político por parte de la
alta burocracia (y sus relacionados), donde “el nuevo rico tiene que ser
ostentoso, porque si no, ¿Cómo lo reciben en el Country Club, en La Lagunita
(…). El viejo rico, ese ya sabe vivir desde hace muchas generaciones. Pero el
nuevo tiene que mostrárselo a los demás, por que si no, ¿quién se da cuenta”.
(B) La de Enrique Aristeguieta Gramcko (La Razón, 22/11/15): “(…) ha surgido
una nueva burguesía producto del saqueo (…) la cantidad de personas que están
nadando en millones de dólares y que antes eran unos pelagatos. Simple: esto es
un nido de ladrones”.
Jesús Alexis González
jagp611@gmail.com
@jesusalexis2020
Miranda - Venezuela
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