Como ataviados a lo
Sherlock Holmes –con sombrero ladeado, sobretodo a cuadros y una ampulosa
lupa–, los aquejados por enfermedades apremiantes inician diariamente su
agobiante peregrinar por boticas, farmacias, droguerías o cualquier
establecimiento que proporcione el expendio de tan buscado y valorado
medicamento.
La salud es una
palabra que sucumbe ante la desgarrada necesidad del enfermo. Las medicinas son
ahora un suculento triunfo a la deshonra y en obras ficticias del museo de las
necesidades por la supervivencia. Su adquisición es una burla al amor propio;
una búsqueda interminable que sobrepasa la agudeza mental.
La realidad
prehistórica de nuestro país en materia de suministro pasa los linderos del
entendimiento. Recientemente el presidente de la Federación Farmacéutica
Venezolana, Freddy Ceballos, acuñó un comentario que sería un escándalo de
proporciones inimaginables en otra nación, pero en Venezuela es sólo una
cicatriz más en el deteriorado cuerpo de la patria, casi en estado de
defunción.
El especialista
señaló con desdén que el desabastecimiento de medicinas en las farmacias se
ubica en 70 por ciento, sin que se vea una acción contundente del Ejecutivo
para solucionar la situación. Nada sorpresivo por las tropelías vividas por los
ciudadanos con padecimientos de importancia, sobre todo los ancianos, quienes
deben consumir con regularidad sus programados medicamentos.
Habrá que apelar a
barbitúricos caseros, infusiones o experimentos informales como alternativas
curativas. Quizá la más recurrente sea utilizar como receta, no la otorgada por
un médico tras visitarlo para resolver alguna dolencia como un malestar gripal,
sino a la receta de la abuela para cocinar un buen caldo de pollo. Tal vez no
sea sencilla esta posibilidad, pues tampoco se consigue esta ave de corral.
La realidad nacional
pareciera un dantesco ritual por rebosar la paciencia al más calmado. Al traste
con los enfermos de cáncer. En vilo los hipertensos. Quién les manda a
enfermarse. Esta revolución no es para enfermos. Alrededor de dos millones de
diabéticos en el país padecen de la inoperancia de un Gobierno que sólo le
achaca sin mesura su incapacidad a una guerra económica germinada por él mismo
y a supuestos factores externos; pero la realidad estriba en que este sistema
político socialista se ha convertido en un fabricante de fantasmas que corroen
las entrañas del humanismo.
Somos una nación de
peregrinos en la búsqueda ansiada de productos.
Consumimos sólo los alimentos
conseguidos, mas no los requeridos, como animales en la desidia y soportando
las caravanas en los supermercados. Tal vivencia diaria nos obliga a aumentar
la ingesta de grasas saturadas y suministros pocos saludables, exigiendo la
búsqueda paliativos en las mermadas farmacias.
Un viejo amigo
recientemente me comentó alarmado su temor por la posible declaración de un
cáncer de próstata, pues los medicamentos para su prevención no aparecen ni en
la mente más suspicaz e imaginativa de algún personero de este gobierno. Ahora
la población para subsanar sus dolencias, se dirige a un mercado alternativo de
intercambio, ya sin importar si la medicina está o no vencida, como
posiblemente se encuentra la permanencia del socialismo en nuestro hermoso
país.
José Luis Zambrano Padauy
zambranopadauy@hotmail.com
@Joseluis5571
Zulia - Venezuela
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